Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Cuando Edward regresó alterado una vez más ese día, solo que a altas horas de la noche y con una agitada Bella colgando de su mano, sabía bien que no sería una madrugada ligera la que se vendría por delante.
Y así fue; había tenido que esperar junto a Rosalie a que Jasper y Emmett volviesen. Al ser los más fuertes ellos fueron los encargados de registrar toda la zona alrededor de la casa de los Swan, puesto que en palabras de Eddie podía citar: un extraño merodea la casa de Bella, junto con un tonito que dejaba ver bien claro su angustia exagerada.
Le había preparado un té a la novia de su mejor amigo con algo de calma, tratando de mantenerse con la mente despejada, pero la verdad es que debía admitir que sí le generaba algo de nervios el considerar que alguien anduviese por allí de chismoso queriendo perturbar la existencia de esa muchacha con problemas para controlar los párpados.
Lo único malo de eso, es que el cobrizo estaba presente, así que le dirigió una mirada de reproche por sus pensamientos juguetones sobre los ojos de su pareja y los líos en los que se metían.
—¡Bah! ¿Vas a decirme que me controle? —Cuestionó juguetona, terminando de servir el brebaje en una taza— que conste que lo estoy intentando, ¡tú eres siempre el fisgón!
—Nix, prométeme que no vas a meterte en esto —pidió, tomándola por sorpresa en el instante en que lo dijo. La castaña arrugó el entrecejo, con clara señal de no entender—. No puedo protegerlas a ambas, ayúdame poniéndote a salvo.
—Estás loco, Edward Cullen —masculló con velocidad, dudosa de su decisión— nunca antes me habías pedido que me detuviera en ayudarte con algo, ¿por qué crees que en esta ocasión será diferente?
—No es tu lucha, Nix. Puedes irte con Jasper y...
—¿Él que tiene que ver en esto? —Interrumpió, a la defensiva— no voy a irme a ningún lado. Me necesitan aquí, ¡me necesitas!
—No, no te necesito —afirmó con seguridad, dejándola callada y aturdida con su efusiva declaración. Le dio una punzada en el pecho aquello y le fue imposible no sentirse entristecida al ver su repulsión hacia ella—. No lo malinterpretes tampoco.
—¿Cómo no voy a malinterpretarlo? ¿Escuchaste cómo lo dijiste, Eddie? ¿Te escuchaste a ti mismo? —Interrogó— sabes porqué lo hago. No planeo dejarte solo.
—Por favor. Junto a Bella son lo que más importa... no quiero que puedan dañarte. No puedo protegerte todo el tiempo —susurró.
Ella lo entendía. No iba a hacerse tonta. Por supuesto que la prioridad de su hermano sería su cuñada y no lo juzgaba por ello. Había visto la intensidad loca con la que la resguardaba, como si con eso fuera a evitar que alguien pudiese tocarle un pelo aunque esa misma noche tenían la prueba de que no era así.
