𝟴 𝟯. 𝙎 𝙪 𝙨 𝙥 𝙚 𝙣 𝙨 𝙞 𝙤 𝙣

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Onix sabía bien lo que debía hacer apenas ingresaban. Sus pies tocaron el suelo y veloz los desnudó al sacarse los altos tacones; prosedió a colocarse sobre sus rodillas, echándose el cabello hacia atrás para despejar la vista de sus clavículas. El rubio avanzó firme por la alcoba, buscando cuerdas, una fusta y una mordaza. Los nervios la acongojaron, pero aguardó paciente, aprovechando que se dio la vuelta para acomodarse las orejitas en su cabeza.

Jasper se apresuró a llegar a ella para colocarla de pie. En las manos llevaba unas ligas para el cabello, con las cuales le ató en una firme coleta la larga melena castaña y acto seguido hizo lo mismo con la suya, para que no le estorbara. La oyó respirar golpeado, en un intento en vano por regular su inhalar, pero no podía y le pareció fascinante verle los labios entreabiertos buscando que su respiración se calmara, sus ojitos mirándole con ansia, inquieta y lujuriosa.

—¿Nerviosa? —Curioseó, burlón. Su ceja en alto la hizo estremecerse, así como esa risita socarrona, el ego subiéndosele al sureño.

—No, no lo estoy —mintió.

Nunca sabía qué esperar, pero una cosa era segura... lo iba a gozar.

—Debería castigarte primero por mentirosa —bramó, sujetándole con fuerza la mandíbula. Gimoteó bajo su tacto, emocionada por sus dedos tocándole la piel sensible por la electricidad, además de que esos brutos agarres siempre fueron sus favoritos.

—Hazlo entonces —incitó, con el timbre delatando su excitación y ansia por ello.

Su lengua le recorrió entonces el costado del rostro y sus manos la sostuvieron como a una muñeca, con facilidad y algo de descuido. Se sostuvo de sus hombros anchos y deliró con sus músculos fuertes mientras tiraba de ella al centro de la alcoba, donde una reja de hierro firme se encontraba colgada con dureza en el techo con cadenas y aros metálicos.

Jadeó cuando su boca dejó de estar sobre la de ella, y se desnudó con prisa cuando se lo indicó, todo bajo su dura mirada, sus irises teñidos en oscuridad grabándose en la mente cada uno de sus movimientos, viendo a detalle cada minúscula cosita como los roces de sus dedos o de la fibra de la tela contra su dermis femenina. Seductora movió sus manos, confiada de que lo tenía bajo su poder así como él a ella y con un contoneo de sus caderas y piernas procedió a liberarse del atuendo. Dejó que la prenda cayera sobre sus pies en un golpe seco, quedándose solo con un par de bragas de encaje rosa. Sabía cuánto le gustaba a él el contraste del negro, el blanco y el rosa en ella y quería enloquecerlo, a pesar de que siempre lo conseguía con éxito y esa vez no fue la excepción.

El gruñido que soltó la hizo sonreír. El tomó con velocidad la fusta que eligió para ese momento y sin más, recorrió toda su figura con el trozo de cuero, pasándo por la curvatura de sus pequeños senos, sus hombros femeninos, su abdomen plano y sus muslos delgados. Continuó con su espalda, delineando la curva de su columna vertebral, oyéndola gemir con deleite cuando pasó hasta sus mullidas nalgas.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora