𝟱. 𝙇 𝙪 𝙨 𝙩 & 𝘾 𝙤 𝙬 𝙖 𝙧 𝙙 𝙞 𝙘 𝙚

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Una vida hogareña era extraña para Onix. Tener que enfrentarse a las cosas mundanas como lo era la limpieza, el lavado y las compras —para disimular y porque cada que visitaba Bella la casa, Alice insistía en cocinar algo—, le resultaba un poco anormal. Además, en las noches, quedarse en aquellas cuatro paredes para leer o simplemente existir comenzaba a cansarla un poco.

—¿Qué haces? —Curioseó Jasper ingresando de un salto por la ventana.

Si hubiese sido una simple mortal, seguro habría gritado asustada, pero en primera, ya estaba acostumbrada a su interrupción nocturna y segundo, lo pudo escuchar llegar desde que salió de la casa solo para subir y entrar por allí en lugar de cruzar la puerta como cualquier otro haría.

Eso era lo atractivo en Jasper quizá, que se manejaba y se movía diferente a su alrededor. Y le gustaba. En un principio, al joven sureño le había costado adaptarse a soportar la tentación por caersele encima y devorar de ella con desenfreno; además, las emociones lujuriosas que ella tenía para él solo lo invitaban a más, a descubrir su piel pálida y su boca carnosa; todo eso no le ayudaba en nada.

Por lo cual, había tenido que marcharse durante unos días para no solo mentalizarse al fruto prohibido que representaba Onix Kekek, sino también para ir de caza ya que volverían a la escuela y tenía que prepararse para sufrir una vez más de estar rodeado de tantos adolescentes que le mareaban con tantas emociones revueltas por las hormonas disparatadas o que bien, podrían convertirse en su almuerzo, desayuno y cena.

—Te esperaba —ronroneó, estirándose como un felino por el acolchado, su figura delgada luciendo tentadora igual que siempre con esa corta falda que se subió con su movimiento, su delicada blusa amarillo canario subiendo también y exponiendo parte de su piel pálida— prometisme leerme hasta que me quedara dormida.

Soltó una risita, asintiendo conforme. Por supuesto que lo hizo, consiente de que eso era mucho pedir. A ambos les gustaba gastar su tiempo en lecturas enriquecedoras. Ella solía escucharle atenta, tratando de controlarse por no montársele encima y acabar con su deseo, entretenida en su voz viril que en calma le leía, mientras que él, solo podía aguantar el escosor que le provocaba en la punta de los dedos ese anhelo por recorrer esos tramos de piel desnuda que ella exponía a propósito.

—¿Y qué libro elegiste hoy? —Curioseó, acomodándose a su lado en el colchón. Había aprendido a desinhibirse y a sentirse seguro a su lado. A final de cuentas, ansiaba a demostrarle lo mucho que se había equivocado al creer que era tan propio... porque aunque sí lo era, con ella, se le podía quitar todo lo caballeroso.

Y Onix tenía muchísimas ganas de montar al león salvaje que Jasper era.

No sabía cuánto más podría soportar.

—Decidí dejar que tu eligieras hoy —masculló con suavidad— ¿te dejaron tarea? Podría ayudarte con eso —propuso sonriente.

Algo la estaba impacientando, la carcomía por dentro y se estaba muriendo de incertidumbre. La admiró sonriendo de lado, detallando su rostro angelical que ocultó con excelencia su preocupación y angustia.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora