𝟰 𝟮. 𝙄 𝙧 𝙤 𝙣

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Haber tenido que dejar San Petersburgo de un día para el otro le pareció abrumador al americano, mientras que Onix parecía muy cómoda y acostumbrada a una partida pronta y rápida. Apenas dejaron el hotel, ya se encontraban abordando el jet de Carlisle, en camino a las Islas Maldivas.

Ambos sabían que les esperaba una bonita casa de playa en la que residirían por al menos unos cuantos meses. A la vampiresa le emocionaba la idea de compartir uno de sus lugares favoritos en el mundo con su nuevo compañero de aventuras, imaginando los cientos de cosas que podrían hacer, desde las más sencillas e inocentes hasta las más sucias que la ponían a delirar.

Llegaron por la noche, a mitad de la madrugada, una hora perfecta para poder sentir la frescura de las islas apenas llegasen, sin embargo, Onix se tuvo que ver en la necesidad de vestir con unos bonitos palazzo y cubrir su torso y hombros con un suéter veraniego que le cubrió incluso los delicados brazos.

—¿Qué? —Curioseó a Jasper, que la miraba con extrañeza aguardando por ella para bajar juntos del avión. Le miró de pies a cabeza el rubio, haciéndola sonreír—; aquí son muy conservadores. No puedo mostrar mis hombros y rodillas —dijo, con completa normalidad.

—Te ves perfecta —aduló, con sinceridad, sin malas intenciones, aunque pronto ella volvía a sonreír, con pensamientos indebidos en la cabeza.

—¿Sabes lo que significa más ropa, Jazz? —Jugueteó, acercándose a él, quien le devolvió la sonrisilla y la envolvió en sus brazos apenas se colgó de las solapas de su saco, atrayéndolo a ella, impaciente por llegar a casa— significa más diversión cuando me la quites.

—De seguir así, a este paso creo que tendré que amarrarte, Onix —bromeó, apretujándola más entre sus brazos y ella chilló llena de emoción al sentirle la dureza sobándole en el vientre.

—¡¿Amarrarme?! ¡¿Ya ves cómo quieres hacerme cosas sucias?! —Exclamó, zafándose a regañadientes cuando les indicaron con señas a que ya bajaran. Entre risas bajaron, tratando de contenerse las ganas de toquetearse, con las risueñas miradas de los empleados alrededor— debería amarrarme, comisario, porque de no hacerlo le voy a saltar encima en cualquier momento le advierto.

—Me temo, señorita, que tengo muchas ganas de verla hacer eso... después le puedo asegurar que la voy a amarrar y la voy a follar tal y como le gusta —afirmó con confianza, extasiándola. Se rio encantado cuando sus pies trastabillaron a causa de su excitación, esa que le sintió acrecentarse en su cuerpecito, que tembló apenas le alcanzó a rozar el brazo.

Se encaminaron con seguridad por el amplio espacio. Nix no prestó mucha atención y dejó que él se encargara de atender su camino al nuevo lugar donde vivirían un tiempo. Según tenía entendido, Jasper fue quien administró su estadía. Le sorprendió un poco su velocidad para todo aquello y le pareció divertido cuando lo pensó como su Sugar Daddy.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora