𝟭 𝟯. 𝙋 𝙧 𝙞 𝙯 𝙚

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Volver cada día al pequeño rinconcito del mundo que Onix se había robado, ahora en compañía de Jasper, la hacía sonreír embobada, la hacía sentir como una loca que nunca podía terminar de saciarse.

Además, el hecho de que aún no la poseyera como ella quería la ponía hecha una demente, desesperada e impaciente, pero entendía, o eso creía, porque a final de cuentas, sus cuerpos colisionando aun con la ropa puesta generaba sonidos tan llamativos que se podrían escuchar por todo Forks como dos montañas colisionando.

Los alumnos de Forks se acostumbraron a ver el auto del doctor Cullen llegando a por Jasper, con la enigmática conductora que todos desconocían porque fuera de allí, jamás la veían por ningún otro lugar. También la familia ya sabía que solo los verían marcharse y Edward trataba de mantenerse lo más apartado, porque sus pensamientos lo ahogaban y lo incomodaban.

Onix solía reírse en privado, cuando por las mañanas se quedaba allí sola en el espacio que había hecho suyo. Se recostaba y soñaba despierta con él, con su porte dominante, con sus órdenes y su voz gutural cada vez que le hablaba excitado, chillaba emocionada cada vez que lo veía a través de sus ojos cerrados en sus pensamientos, sonriéndole burlón, lujurioso, osado y desinhibido, tomándola con dureza por las caderas.

Se desfallecía, sobretodo porque era fascinante lo bien que era dejarse caer en sus brazos. Nunca se cansaba, no debía esperar a recuperarse. Podía continuar por el resto del día pero sabían que debían contenerse, resistir.

Habían acordado no tener coito hasta tener una cama, y eso la hizo volverse a reír.

Eso no evitaba que Jasper le sacara la ropa o que al menos lo intentara. Lo mismo con ella, que sin querer le había roto un par de camisas. O tal vez sí quería.

Jasper había notado que le gustaban sus cicatrices. Tampoco era como que ella lo ocultara. Las tocaba todo el tiempo y siempre chupaba exactamente en esos puntos, aunque tampoco era como que hubiese mucha zona despejada de esas marcas.

Por el medio día ir a buscarlo la emocionó, mas no tanto como el verlo dirigirse hasta ella. Sonrió extasiada de oreja a oreja con las gafas de sol cubriendo sus orbes ambarinos, reluciendo preciosa ante los ojos del sureño y los de el resto de los estudiantes con el conjunto que llevaba.

A pesar de no ir tan exótica como siempre, lucía encantadora con ese suave top de manga larga y botones azul bebé, con unos pantalones palazzo negros que le alargaban aún más las piernas junto a esas altas zapatillas deportivas blancas.

Quiso lanzarse a sus brazos, besarle efusiva como cada vez que se hallaban en el espacio de bosque que compartían, pero se limitó a solo sonreírle y ambos subieron al auto, lanzando comentarios aleatorios sobre el clima.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora