𝟮 𝟴. 𝙍 𝙚 𝙘 𝙞 𝙥 𝙧 𝙤 𝙘 𝙖 𝙡

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Al día siguiente para Nix le fue imposible no sentirse angustiada y cansada mentalmente. Eso de limpiar por la noche tampoco le había gustado en lo absoluto.

Suspiró con pesadez y se paseó por la alcoba de Jasper. Recién se había terminado de alistar para los entrenamientos de ese día y se hallaba ansiosa por ellos, preocupada de demostrar su ineptitud frente a las extrañas creaturas que eran aquellos jóvenes que se transformaban en inmensos lobos.

El rubio estaba terminando de calzarse una sudadera cuando la escuchó entrar. Lucía tímida, cosa que lo hizo sonreír y trató de no perderse mucho en la forma de sus muslos desnudos cuando avanzó hasta el, jugueteando con las mangas de la camisa que llevaba encima.

—¿En serio vas a entrenar así? —Curioseó divertido, haciéndola bufar con gracia.

—No te pongas igual de pesado que Emmett, es lo único que tengo —refunfuñó infantil, dejando ver su atuendo con velocidad.

Se había puesto un simple vestido negro de tirantes que le permitiría movilidad durante lo que fuese a hacer; se le ajustaba a la estrecha cinturita y la hacía lucir como una muñeca de porcelana ante el contraste con su piel pálida y blancuzca. Además, la camisa que se puso para no estar tan expuesta le sentaba holgada y perfecta.

Se tuvo que recoger el cabello en una coleta alta, porque no quería que le estorbara, como en ese instante en que él se acercó, acechándola, su intensa mirada ocre consiguiendo que contuviese la respiración.

—Aún tenemos un castigo pendiente, Kekek —susurró.

Casi gime como maniática apenas se lo dijo.

—Y-yo me merezco el castigo —murmuró, expectante y ansiosa ante lo desconocido, queriendo conocer cómo podría torturarla tan placenteramente— me porte mal ayer.

Su sonrisa ególatra la hizo temblar, mas no tanto como sus manos que la sostuvieron con fuerza y terminó soltando un chillido cuando la impulsó a montarse en sus caderas.

La hebilla de su cinturón se le clavó en el lugar correcto. Tuvo que poner todo de sí para no comenzar a frotarse, ansiosa por sentirlo cerca.

—Quizá pueda dejarlo pasar con tu desempeño de hoy —masculló. Ella sonrió y negó, acomodándole los cabellitos que le caían suave por la frente. Él la admiraba con una pequeña y lujuriosa sonrisita que le encantó, así como sus irises dorados detallándola no solo hambrientos... sino también cariñosos.

—Pero yo quería el castigo —aceptó, con vergüenza.

Se sintió ansioso por dejarse llevar, por llevarla hasta la cama y meterse entre sus pliegues que comenzaban a humedecerse, pero no era el momento. En su defecto tuvo que contenerse y besarla, solo se limitó a eso, a estrellar con dulzura sus labios contra los de Nix, que le correspondieron suaves, delicados, con un gusto majestuoso que les maravilló a ambos por entero.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora