Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Repartió besos por todo su cuello, gruñendo al escucharla gimotear pidiendo clemencia ante la insistencia de su miembro frotándose contra su coño húmedo. La castaña le rodeó las caderas con las piernas desnudas tratando de mantenerlo más cerca, aferrándose a su espalda y clavándole las cortas uñas ante su desespero por sentirlo dentro.
La boca fría de Jasper se escurrió por toda su mandíbula y le rugió en el oído con fuerza al verse cada vez más cerca. El contacto de sus pezones endurecidos contra su pecho de mármol era celestial, una caricia sublime que le atraía a ella como magnetismo, su anhelo y hambre por probarla completa era tan bestial que no sabía cuánto más podría aguantar solo tentándose de internarse en esos pliegues sedosos y resbalosos.
Se alzó de su posición con su mirada oscura sobre él. La boquita de Nix se abrió buscando aire y jadeaba desesperada. Verla tan impaciente, a tal grado en que se tuvo que tomar los pequeños senos entre sus manos para tocarse mientras él se acomodaba sobre sus rodillas, fue refrescante y tan exótico que casi sentía reventar el falo de su entrepierna.
Era fácil, solo debía de arrancarle esas lindas bragas blancas que era lo único que llevaba y podría colarse en ella como se le diese gana, pero habían prometido primero tener una cama, aunque ya habían demostrado que no necesitaban una para poder desatarse el uno contra el otro.
Con algo de dificultad, estiró la mano hasta su garganta, en donde la afianzó con fuerza robándole la respiración. A ella le maravilló sentir sus dedos agarrándose fuerte a esa zona, apretando sin cuidado y amenazando con brindarle un placer delicioso y cargado de energía.
Tomó una de sus piernas y la estiró por encima de ella, pasándola por su pecho hasta su hombro. La posición de palanca le brindó la oportunidad de que su miembro se acoplara mejor a su centro empapado, así que gruñó mientras le mordisqueaba la pantorrilla, golpeándole con suavidad en esas curvas tan deliciosas que se ajustaban a él con deleite.
—Ah, Jasper —jadeó embobada, los ojos cerrados mientras se masajeaba los pechos, adorando la forma tan apretada en que la llevaba agarrada a ella y su pequeño cuerpo.
Apenas y podía tragar duro, no podía con su mano apretándole tan fuerte en el cuello. Lo admiró sacudirse como un león violento sobre ella, con los orbes teñidos en negro y el cabello rubio cayéndole sedoso por los ojos, moviéndose con ferocidad su melena ante cada embestida que la hizo chillar, gimiendo llena de exitación que le creció por toda la zona baja del vientre.
Tuvo que encontrar la manera de tocarse a sí misma, así que aunque fuera algo incómodo, alcanzó a meterse dos dedos en los labios y chupó con fuerza, llenándolos de su propia saliva y con su completa atención mientras continuaba frotándose contra su anatomía. Si esa braguita suya se movía un poco más, él podía follarsela intenso, sin compasión, justo como ella tanto lo deliraba.
