Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Para Onix, se sintió como volver a respirar.
Una especie de calma que le adormeció y le brindó algo parecido a la paz, que le embargó por cada una de las fibras del cuerpo. Era extraño como se podía vivir algo como aquello, una tranquilidad embriagadora y amena, tan dichosa. Resultaba una experiencia rara de vivir, al menos, cuando había olvidado lo que era sentirse de esa forma.
Era como si no pudiese existir ningún nuevo peligro y no le importaba cuan ingenuo podría escucharse. Solo ansiaba a que esa paz no se acabara y sobretodo, quería compartirla.
Le sonrió a Jasper, los dos quedándose en silencio y conteniéndose la risa por lo que ocurría en la parte superior. Por la forma en que lo miró, entendió con claridad lo que cuestionaba. Trató de concentrarse en ello, a pesar de que no le gustaba demasiado sentir lo que Edward, así que cuando lo hizo trató de hacerlo rápido, encontrándose con los agradables sentires del alivio y la serenidad, una especie de felicidad que él podía vivir por sí mismo.
Cuando le asintió, Nix siguió con su respirar lleno de alivio. Se movieron con velocidad al exterior para brindarle algo de privacidad a la pareja de recién casados. Onix le sonreía alegre y dichosa, lo que le cautivó en todos los sentidos; verla y sentirla así, fue su felicidad absoluta. Sujetó su mano y tomándola por sorpresa, la cargó sobre su espalda y se echó a correr al exterior, con sus risotadas retumbándole en el oído.
Al fin podían salir, ver el exterior y recorrerlo con plenitud. Después de tanto, de haber aguardado como si no hubiese un mañana, se robaron por al menos unos intantes un fragmento de tiempo y espacio para ellos.
Hacía tanto que no se divertían. Después de tanta tensión, de resistirse, cuando la bajó de un saltó de su espalda fue directo a consumirla, a buscarle con ansía. Ella se rio por su efusividad, por ese cariño inmenso que le profesó, aunque terminó chillando por el mordisco que le proporcionó a su labio inferior; le cayó tan por sorpresa que cuando sus manos escarbaron bajo su blusa explorando su piel, apenas y sintió el tembloteo que la embargo, cediendo por entero a su delicioso toque.
Gimoteó sobre sus labios y solo se rio contenta en su compañía. Las risas de Jasper demostraban alivio y goce, maravillándola entera por escucharle así. Ansiaba mucho a pasar el resto de su vida solo oyéndole así, pasándola en paz, dichosos por estar juntos, porque no existía ningún problema que les interrumpiera esa felicidad.
Por supuesto, ignorando el hecho de que Onix se hallaba bajo el yugo de los Vulturis. Detalles.
—¿Cuánto tiempo crees que tengamos antes de que regresen a casa? —Curioseó ella sonriente, rodeándole en un abrazo que le colmó de alegría. No podía aguardar a volver a las Maldivas, donde serían de nuevo solo él y ella. Adoraba a su familia pero no iba a negar que poder tener la oportunidad de vivirla y tenerla para él solo era tan embriagador y fascinante que vivir vagando por el mundo a su lado resultaba una idea descabellada y perfecta—. Después de eso, ¿qué haremos?
