Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Onix se había quedado en algún punto de la noche solo conversando con Esme y con Carlisle montada en las piernas de Jasper. Ya estaban tan acostumbrados a verlos así de abiertos a mostrar el afecto públicamente que para la mayor resultaba adorable. Los dos parecían muy contentos hablando sobre las playas de las Maldivas, así como el seguimiento de la alimentación vegetariana de Nix. Al vampiro senil le pareció maravilloso escuchar que su más rebelde hija se contenía, aunque la rusa en más de una ocasión estuvo a punto de volver a su habitual rutina.
También vieron a un par de muchachos bailar muy raro y a Polux tratar de seguirle el paso a Alice. Rosalie y Emmett también sacaron esos pasos de baile presuntuosos y excentricos, mostrando que dominaban el baile en su totalidad, con una agilidad impresionante. Por supuesto, Eleazar y Carmen no se quedaban atrás, los dos bailando graciles en la pista.
En más de una ocasión intentó hacer que Nix se levantase y lo acompañara, pero se mantenía quieta en su lugar, siempre encontrando una excusa perfecta para comer o algo, huyendo de sus manos cada que lo intentaba. Tenía curiosidad por ello, por cada uno de sus escapes y no tenía idea alguna de cómo convenserla de retar a Emmett, pensando en que tanto él como su amada eran competitivos y que un buen reto entre la familia sería genial.
Pero ella se escabulló de sus toques, habilidosa, sonriendo enérgica y con nervio mientras iba a por más comida.
—Ah, supongo que no lo sabes —le dijo Edward cuando regresó de haber dejado a Bella con Jacob en privado. Había encontrado a Jasper mirando con curiosidad a Onix, que se reía contenta junto al joven Seth Clearwater— no sabe bailar —susurró, muy bajito, creyendo que no lo escucharía.
Y gracias al cielo que no lo hizo porque a Nix le molestaba que se supiera eso.
«¿De verdad?» Curioseó en su mente, para mantener la discreción, a lo que el cobrizo asintió.
—Si esperas que baile como Rosalie o Alice, pierdes tu tiempo —masculló con una juguetona sonrisa, antes de ir a buscarla para saludar finalmente a su hermana.
Arrugó el entrecejo mientras observaba la escena. Kekek invitó a que se uniera a su conversación con el muchachito Quileute a su mejor amigo, pero él negó y tiró de ella para que la acompañase al centro de la pista.
La rusa se removió inquieta, algo asustada por la idea de tener que mostrarse como el tronco que era en público. No es que no supiera mover las caderas o llevar un ritmo con los pies o las manos, pero le avergonzaba que estando sus familiares allí con bailes tan excéntricos ella no pudiese precisamente seguirles aquel paso. Tomó la mano de su hermano, con una melodía animada de fondo y Edward fue especialmente cuidadoso para colocar sus manos en ella, en esos gestos conservadores y muy educados propios de él.
