𝟴 𝟮. 𝟮 𝟬 𝟮 𝟮

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Onix se estiró en la cama adormilada, a pesar de que en realidad no existía manera alguna de poder conciliar el sueño. A su lado Jasper soltó una risita y le acarició con dulzura la melena enredada. Las hebras chocolate se extendían en la almohada y él se distrajo con ellas en tanto continuaba haciendo la administración de aquel semestre.

Rusia era encantadora a pesar de todo y a Kekek le fascinaba verlo en aquel lugar. A pesar de que pudieron haberse quedado en Budapest más tiempo, habían tomado la decisión de vivir de forma independiente de nuevo, queriendo más intimidad. Eso de que de pronto invadieran su privacidad en los momentos más inoportunos los perturbaba y pasar un mes en casa de sus padres era agobiante cuando les retaban a contenerse.

Lo peor es que aceptaban, orgullosos y competitivos.

—¿Encontraste los rublos que hacían falta? —Curioseó tomándole la mano para besarle los dedos con suavidad. Sus labios suaves lo hicieron sonreír y fingió estabilidad ante los toques húmedos y las lamidas que le proporcionaba, con todas las intenciones de molestarlo e incentivarlo, cosa que en realidad le estaba funcionando. Enarcó una ceja y asintió, tomando otras hojas de contabilidad para estudiarlas— ¿y en qué fue?

—En las abolladuras del auto —respondió sonriente.

—Cierto, cierto. ¿Eso no fue en abril? —Recordó.

—Sí. No puedo creer que hayas gastado tanto en el auto, hubiera sido mejor que te comprara uno nuevo —farfulló con diversión, algo sorprendido por el hecho de que tomase esa decisión. Se rio risueña y se encogió de hombros, tampoco sabiendo bien el porqué de aquel actuar. Valor sentimental supuso.

—¿Me comprarías un auto nuevo? ¿Como mi Sugar Daddy? —Jugueteó coqueta; el rubio le dirigió una mirada de advertencia, aceptando con gusto cuando ella se colocó los dedos masculinos sobre un seno, el que le acarició con delicia— sigues siendo casi cien años mayor que yo, debería sentirme avergonzada de salir con alguien tan viejo...

—Onix —alertó, extasiado por sentirle el pezón inhiesto bajo la palma y verle sus sonrisas llenas de picardía.

—O debería darte vergüenza a ti por salir con alguien tan menor y llamarla tu gatita —canturreó, aunque pronto terminó chillando ante el pellizco que le brindó en el botoncillo endurecido. Su brusquedad gracias al cielo no la tomó por sorpresa; era justo lo que quería.

—Hace tiempo que no te castigo. Creo que quieres uno desesperadamente —dijo, usando ese tono ronco que la prendía. Dios, es que apenas habían pasado unos años y ya se imaginaba lo divertido y fascinante que sería el jugar con él todo lo que les durara de vida, compartiendo esos intensos toques llenos de amor y energía.

—No negaré que quiero uno, Jasper —gimoteó, sus dedos deslizándose por su piel sensible, en tanto Hale parecía tan tranquilo que le daban ganas de ponerse a hacer berrinche para que disfrutara con ella.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora