𝟰 𝟵. 𝙈 𝙮 𝙁 𝙚 𝙚 𝙡 𝙞 𝙣 𝙜 𝙨

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Cuando finalmente Edward se había dejado ver, Onix saltó a los brazos de su hermano, efusiva y alegre por las próximas nupcias que contraería. De igual forma, trató de decirle lo impaciente que estaba por poder hablar con él en privado por medio de sus pensamientos, a lo que sin chistar comprendió y tras compartir un pequeño rato con toda la familia, se dispuso a ir a caminar junto a su hermana.

A pesar de no tener el don empático de Jasper, en los pensamientos de Onix siempre había sido muy sencillo comprender cómo se sentía y qué era lo que solía siempre mantenerla inquieta. En ese momento, parecían ser un montonal de cosas, como si ni siquiera ella fuese capaz de entender del todo lo que su corazón o alma le estuviesen diciendo, aunque él creía con firmeza que cosas como esas no existían en ellos. A veces era lindo pensar que ella podía tenerlo; le brindaba algo parecido a la esperanza y quizá por eso eran tan buenos amigos.

—Para aclarar, Eddie, no te extrañé —bromeó mientras avanzaban por el bosque, yendo hacia la cima de las montañas para poder pensar con claridad y hablar con calma y algo de privacidad. Era abrumador tener que alejarse tanto para poder conversar entre ellos sin que nadie se enterase de sus chismoseos. El cobrizo se rio, viendo a la pequeña vampiresa que brincaba rocas mientras avanzaba— pero sí extrañé a tu novia y ponerla nerviosa con mis encantos.

—Nix —advirtió con seriedad, ya sin mucha gracia lo que la hizo reír.

—¡Aletea bien extraño las pestañas! Suelo tratar de contar la cantidad de veces que párpadea pero siempre pierdo la cuenta —jugueteó y aunque quiso ponerse a defender a su novia, él también lo recordó, pero con dulzura, maravillado con esos pequeños tics que poseía Bella y que le brindaban lo que él creía particularidades inocentes y divinas—; y no olvidemos el sinfín de veces que se cepilla el cabello con los dedos.

—Le prestas demasiada atención a los detalles —masculló, cosa que siempre había notado de su hermana. Él solía hacerlo, pero Onix a veces exageraba, incluso para sacar rápidas teorías o comentarios.

—¿Eso puede ser un don? —Curioseó intrigada. En verdad le generaba mucha duda y se sentía casi siempre con la confianza de hablar de ello con Edward, aunque no le quedaba mucha alternativa porque él podía leerle la mente— suelo usar eso para poder ya sabes... ¿convencer? —Dijo.

Su acompañante arrugó el entrecejo pensándoselo con ligereza. Aunque Nix era buena en la habilidad de la manipulación y el convencimiento, dudaba mucho que ese fuera su don. Era algo que desarrolló, pero no parecía tenerlo con ella. Fue algo que se vio forzada a aprender.

—Algunos vampiros simplemente no tienen dones, Nix —masculló con suavidad, buscando no ser demasiado directo o duro. La castaña se detuvo en una de las rocas entonces y miró al borde de la colina, con tristeza—. Lo siento...

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora