Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Onix miró con atención a la muchacha que vigilaba en dirección del lago. Llevaba un pote de pop corn al costado y en las piernas un libro de leyendas vampíricas. Las imágenes eran tan grotescas que tuvo que detenerse un momento para poder digerir toda la información perturbadora, asustada de lo que podría llegar a pasar.
No quería ser pesimista, pero poco a poco comenzaba a creer que podría ocurrir lo peor.
Por lo menos, todo eso le había servido para conocer a ese chico Seth Clearwater, que animoso siempre hacía chistes para aligerar el ambiente. Hasta hace un rato la acompañó, aunque al final terminó yendo con Jacob a custodiar los demás alrededores.
La muchacha con el cabello corto siempre prefería estar sola y apartada, sin despegar sus ojos al otro lado del río. Se preguntó que habría de interesante por aquel lugar, además de las creaturas que los vigilaban, así como el por qué de toda esa aversión que sentía para con ella y su familia.
En más de una ocasión quiso ofrecerle algo de comer, cosa que nunca le aceptó, ni a ella ni a Esme. Nunca comprendió sus motivos y se cuestionaba si acaso habría algo que verdaderamente los justificara, mas tampoco podía caerle bien a todo el mundo. A final de cuentas, fueran validas o no sus razones, no era algo que le afectara; les ayudaba y eso lo agradecía con sinceridad... quizá por eso es que tenía tanta curiosidad al respecto.
Jasper se sentó entonces a su lado, también con un libro que usaría para hacer sus investigaciones. Ella se giró y le sonrió cansada, antes de volver a plantar sus ojos en la morena, que se giró un instante para verlos, con tristeza.
—¿Crees que si le digo que me gusta su corte se haga mi amiga? —Indagó, en una tonadita tan intrigada que le causó algo de gracia y el mismo sentimiento— es que me gusta. Hasta me dan ganas de hacérmelo. ¿Crees que si me lo hago se me vea bien? Probablemente no, tengo demasiados cachetes y a la larga será incómodo porque no crecerá. ¿Crees que si lo tiña vaya a maltratarse como el pelo de un mortal? —Cacareó, tan centrada en sus montones de cuestionamientos que ni siquiera se percató si Jasper le respondía o no.
No lo hizo, solo la miró con gracia, encantado por verla divagar. Sabía cuanta preocupación llevaba encima, sobretodo desde que no podía ayudar personalmente a Bella. Se negó a ponerle una mano encima, aterrada con hacerle alguna especie de daño por accidente; aunque no tenía la misma fuerza que cualquiera de ellos, eso no era ningún impedimento para que pudiera correr el riesgo de lastimarla en algún mal agarre.
La tomó por sorpresa cuando la rodeó y la abrazó con fuerza. Onix apenas le pudo responder, pero se derritió allí en sus brazos con comodidad, más tranquila ahora que tenía su contacto.
—Lo siento si parloteo muchas cosas sin sentido —susurró avergonzada, cómoda ahora que estaba a su lado. Él negó y le besó en el pelo, embelesado con su dulzura—, nos la hemos pasado estudiando. Deberán darnos un certificado después de esto.
