Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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Se quedó callado, acompañando a la vampiresa que se movió con soltura por el bosque aun cuando portaba un par de altísimos tacones que no parecían importunar su andanza. No hicieron falta palabras. Casi siempre solían conversar, charlar de un montón de cosas que tenían en común y otras que no... pero quizá sus momentos favoritos eran esos, cuando la tensión era abrumadora, cuando una delgada línea los dividía tentando a su raciocinio.
Estaban solos, muy lejos de los Cullen, con la privacidad suficiente para probarse un poco.
—Ya estamos por llegar —ella susurró, sonriente.
Su figura pequeña y delgada avanzó delicada, sabiendo bien donde daba cada paso. En más de una ocasión intentó ayudarla, pero ella parecía saber bien lo que hacía. Se sentía torpe, solo buscando excusas para poder colocar sus manos en su cintura, ansiando a acortar el espacio que los separaba en ese instante en el que tenía oportunidad.
Arrugó el entrecejo cuando detalló un amplio espacio que se extendía frente a ellos. El pasto lucía recién cortado, lo que daba una explanada cómoda y fresca, donde apenas unos cuantos rayos solares se filtraban por el medio de las hojas de los árboles.
—Aquí suelo venir cuando no hay nadie en casa. Casi siempre es en la mañana —masculló sonriente, la luz golpeándole en la suave piel pálida.
La siguió de cerca y sin poder contenerse más, la alcanzó por la espalda para tocarle los brazos. Aquello la tomó algo desprevenida debido a la velocidad con la que llegó junto a ella. Se quedó quietecita, aguantando el cosquilleo que le dio el simple hecho de que la yema de sus dedos se deslizara con una suavidad descomunal por sus brazos, subiendo y bajando, grabándose bien en la memoria su piel fría y sensible.
Onix aguantó la respiración y cerró los ojos, abrumada por lo delicioso que se sentía la manera en que contorneó sus brazos, subiendo hasta sus hombros desnudos y la curvatura de su cuello. Se sintió delirar cuando afianzó sus dedos en su cintura, mientras que con la otra, continuó su recorrido en la piel desnuda de su pecho, delineando bien, robándole un jadeo de ansiedad que lo hizo sonreír y apretar más su agarre.
El hecho de sentir el tacto de Jasper subiendo delicadamente por su yugular la enloqueció, ni hablar cuando su pecho se apegó a su espalda y el miembro le rozó en su curvatura, al fin consiguiendo que un gemido se escapara de los delicados labios que el rubio delineó con suavidad, probando su textura, su grosor.
Presionó ligeramente en ellos con el pulgar, sintiendo la respiración acelerada de Kekek, que abrió más la boca y le recibió el dedo entre su lengua y dientes.
Chupó decidida, osada, alzando el trasero para frotarse contra él. Gruñó junto a su oído, ronco, gutural, enloquecido por la forma en que sus mullidas nalgas se restregaban firmes, su gélidez siendo gloria contra su anatomía.
