Onix era un pecado, el más sensual y misterioso pecado que Jasper quería cometer.
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En el instante en que cayó bajo el hechizo de Onix Kekek, no hubo forma alguna de escapar de él, del canto que le envolvía cada vez que su...
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La decisión de Onix Kekek podía detallarse en sus orbes dorados que se miró por unos instantes en el espejo retrovisor, asegurándose de que el maquillaje sencillo que se elaboró no se hubiese corrido. Llevaba un labial mate en un tono de rojo oscuro, con sus cejas bien delineadas y sus párpados con detalles de sombra rosa que contrastó todo con deleite en su pálida piel.
Estacionó cuidadosa el auto de Carlisle frente al edificio, al que con suerte consiguió dar ya que no conocía Forks pero notó que la mayoría de negocios y lugares importantes se hallaban colocados frente a la carretera.
A fuera el cielo lucía encapotado, perfecto con sus nubes espesas y grisáceas, mas no fue impedimento para que ella se colocara unas gafas de sol, aguardando pacientemente en el auto.
Admiró la escuela con aburrimiento por unos minutos, cuestionándose la última vez que fue a una. Había terminado la preparatoria y con ayuda y motivación de sus padres adoptivos tenía una carrera en Cine que se quedó atorado en su época. Quien sabe, tal vez a futuro podría retomarlo para conocer sobre la nueva forma de ver la cinematografía.
Se llevó una goma de mascar de fresa que compró en un autoservicio antes de llegar. Aunque no le sabía a prácticamente nada, sabía bien que le brindaría un poco de sabor a su boca.
Masticó, en tanto los minutos pasaban. Una ansiedad que no había sentido cuando recién llegó apareció y de una u otra forma, terminó golpeteando el volante, su pierna moviéndose frenética, cuestionándose si acaso había llegado demasiado temprano.
Sonrió cuando el indiscutible sonido de la campana se escuchó por toda la escuela y el estacionamiento y se dio impulso a sí misma para decirse que estaba haciendo bien al terminar con toda esa extenuante espera al hallarse allí, algo inquieta por lo que el futuro podría traerle.
Mientras veía la marea de estudiantes salir de las instalaciones, tuvo la sensación de dejá vù que siempre le era recurrente. Se echó a reír por eso, tratando de eliminar su impaciencia, asegurándose de que su cabello luciera perfecto y bien acomodado, a sabiendas de que cuando saliera, la fresca brisa de la pequeña ciudad lo despeinaría.
No notó las miradas curiosas que atrajó hacia su vehículo, todos preguntándose qué hacía el doctor Cullen allí. Cada adolescente tenía conocimiento de quiénes eran los dueños de vehículos así; los únicos que podían costearlos era una familia como ellos, enigmática y llamativa.
Sonrió de oreja a oreja aun con la goma entre los dientes y las gafas sobre el tabique de la nariz al escuchar las voces de su hermana Alice Cullen junto a Polux Ajax y Jasper Hale.
Salió entonces del auto, acaparando toda la atención que supuso que atraería. No era normal ver a una jovencita salir del auto del médico local Carlisle Cullen, mucho menos a una tan exótica como ella.
