𝟰 𝟰. 𝘿 𝙧 𝙚 𝙨 𝙨

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A veces, Onix solía extrañar a sus hermanas y a su familia. Solía recordarse a sí misma sola y asustada en una habitación de algún pequeño departamento en un paraíso turistico en donde la verían con extrañeza por sus extraños actuares —para tratar de ocultar su naturaleza vampírica—, a veces con amoríos y enredos de una sola noche apareciendo o no a su lado en su cama, pero marchándose a primera hora por la mañana.

Sin embargo, ahora no estaba sola, y si acaso tenía un corazón, sentía que le estallaba dentro del pecho por la emoción de saber que Jasper Hale la acompañaba, siendo algo mucho más allá que algo pasajero.

Chilló emocionada viendo los enormes duraznos de la cesta al pensar en el hecho de que podría verlo de nuevo en casa. Él había ido a recoger la base metálica reparada con quién sabe quién y ella había aprovechado para ir a comprar cosas para disimular o en realidad para mantener la mente ocupada, nerviosa ante la idea de quedarse sola en casa.

No lo había acompañado tampoco porque no le daban ganas de ir, además, quería llevarse la sorpresa de ver ese enorme bloque de hierro como nuevo, inquieta por volverle a causar las abolladuras.

Siguió con su camino, pensando en Alice, Esme y en Rosalie, quienes habían sido muy amables y lindas al mantenerse en ccontacto con ella para saber su opinión con los preparativos de la boda de su hermano Edward. Todavía debía pensar en qué se pondría para esa noche, debía de ser algo lo suficientemente elegante para que reluciera preciosa en el evento sin opacar a la novia y capaz de incentivar a Jasper durante toda la velada para ansiar a quitárselo.

En las Maldivas le resultaba complicado encontrar las prendas que a ella tanto le gustaban, tanto para vestir en privado como en público y se sentía perdida, algo curiosa por saber cómo continuar con sus habituales jugueteos y travesuras.

Además, había buscado con paciencia alguna tiendita de esas que le resultaban familiares, pero no, por más que rebuscó por toda la ciudad, no encontró nada en lo absoluto.

Suspiró pesado, diciéndose, que las únicas que podían ayudarla, eran Rose y Alice.

Tal vez hasta Emmett.

Volvió más emocionada hasta el lugar que ahora llamaba hogar, extasiada y con miles de ideas en la cabeza. Se halló feliz cuando llegó y ordenó cada una de sus compras, las frutas y las golosinas en los estantes de la cocina, cantando y bailando alegre, escuchándolo llegar.

—¡Hola, tú! —Chilló enérgica saltándole a los brazos apenas abrió la puerta. Jasper la había oído encaminarse entre brincos a la entrada, así que abrió sus armas justo a tiempo para abrazarla con fuerza, apretándola contra su pecho.

Nix se le acomodó con dulzura en el torso, rodeándole la cintura con sus delgaditas extremidades. A él le fascinaba aquello, el poder tenerla así de cerca, sentirla tan libre, plena y feliz.

𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora