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Mayo, 1951.

—¿Quieres relajarte? —protestó Hana Yi, acariciando sus sienes—. Me mareas de tanta caminata de allá para acá.

El cumpleaños de Yoongi se acercaba, y el de ella, también. Ambos cumplían en agosto, uno detrás del otro, con dos días de diferencia. Ambos marionetas de sus padres, listos para cumplir con sus deseos ¿no?

Pues no.

Al menos no estaba en sus planes iniciales.

—No soporto esta mierda —dijo Yoongi, sin dejar de caminar con desesperación—. Me iré. Podría esconderme un tiempo hasta rehacer mi vida, creo que es un buen plan. No sé mucho sobre sobrevivir solo, pero creo que cualquier cosa es mejor que someterme a tal humillación. Ha sido suficiente toda mi vida.

—No seas ofensivo, Min. Casarte conmigo no es tan malo como parece.

—No lo sabemos.

—Lo estás asumiendo. Quieres escapar, por el amor de Dios.

—No quiero una esposa —puntualizó—. De quererla, ya la tendría.

Detuvo sus pasos y miró a Hana Yi con detenimiento. Era hermosa. No como Sukja, pero era hermosa. El cabello castaño y liso le caía por los hombros, y esos ojos marrones y enormes eran intensos, muy llamativos. Hana Yi era simplemente hermosa. Cualquier hombre normal desearía todo de ella.

—Ni siquiera puedo sentir algo por ti —confesó ofuscado—. ¿Sería creíble?

—Maleducado.

La chica se cruzó de brazos y desvió la mirada con los labios abultados. Estaba claramente ofendida, pero no era la intención de Yoongi, sólo que no sabía cómo explicárselo de otra manera sin tener que explicitar su realidad.

—Lo siento. —Se acercó un poco a ella para hablar en voz baja—. Siento tanto que no pueda ser más sencillo, si yo... tan sólo pudiera...

—¿Sentir algo por una mujer? —Parecía resignada.

Yoongi pestañeó varias veces para asumir lo que acababa de oír. Se le hizo un nudo en el estómago. ¿Acaso era tan notorio? Sabía que no era precisamente la imagen de la masculinidad esperable, pues era delgado, parecía frágil, más que otros hombres de su edad, pero tampoco es que sintiese que la homosexualidad le saliese por los poros.

—¿Qué? —preguntó de todos modos, arrugando el entrecejo.

—Yoongi —vaciló, tomando una de sus manos—, te conozco desde que nací. —Su expresión enternecida lo hizo sentir más pequeño—. No es tan difícil percatarse de ello. Siempre me di cuenta de cómo mirabas a mi primero Noah. O a mi otro primo, Joseph, el día de la navidad del 46'. Y bueno, la forma en que Namjoon y tú se miraban mutuamente los últimos años. Que nadie lo mencione, no quiere decir que no lo sepan.

La pronunciación de su nombre le caló en lo más hondo, por lo que tuvo que alejarse de Hana Yi para evitar gritarle en la cara que cerrase su linda y femenina boca. No le gustaba que nadie hablase de él. Era una herida que todavía intentaba sanar, por más tiempo que transcurriese. Yoongi necesitaba dejarlo atrás y no rememorar todos los recuerdos más hermosos de su vida.

—Lo siento —musitó Hana Yi.

—No vuelvas a nombrarlo, por favor.

—Está bien. No pasa nada.

Se quedó estático, pensando de manera abrupta en Hoseok, sin razón aparente.

—¿Yoongi? —Debió pestañear un par de veces para despertar del todo—. ¿Estás bien? Lamento haberlo mencionado. No volverá a suceder.

—Da igual —sentenció. Se aclaró la garganta para preguntar mientras cambiaba de tema—: ¿A qué hora llegarán Taehyung y Amelie?

—A las ocho.

—¿A las ocho? ¿En serio?

—Amelie debe cuidar a sus hermanas y sabes que Taehyung no vendrá sin pasar por ella.

—Maldito enamorado —masculló.

—Es adorable.

—Claro que no.

—Estar enamorado es algo hermoso, Yoongi.

—No lo es. —Cayó contra el sofá con los ojos cerrados—. Enamorarse es doloroso y agotador. Te pierdes a ti mismo y terminas haciendo estupideces para no perder a la persona.

Silencio. Lo siguiente que escuchó Yoongi fueron los pasos de Hana Yi en dirección hacia un sitio específico del que no se percató hasta que sonaron un par de copas. Servía un whisky carísimo de aquellos que su padre veía bastante seguido. En casa no había muchas botellas a disposición directa, pues él tenía completamente prohibido tocar las bebidas alcohólicas, sobre todo en ese momento en que estaba tomando su medicación de la manera correcta. Tenían todo bajo llave, una llave que Sukja tenía y la cual era fácil de robar.

—¿Desde cuándo bebes? —inquirió, extendiendo su mano para recibir le copa que le sirvió.

—Desde hoy. —Se encogió de hombros, sentándose a su lado—. ¿Tienes miedo de que nos atrapen o de ponerte borracho?

—De ambas.

Hana Yi se burló con fuerza. Eran buenos conocidos, casi amigos, podría decirse, pues más allá de conocerse desde el día cero, sabían secretos el uno del otro. Sin embargo, Yoongi temía ponerse borracho, porque solía ser más sincero que de costumbre y temía contarle algo más allá de lo imaginado. Aun así, se bebió todo de un trago. Y se levantó a buscar otro sin pensarlo dos veces.

—Señorita Hana —escuchó mientras se servía una segunda copa—, el novicio ha venido de visita.

La jarra resbaló de sus manos en el mismo momento del anuncio, resonando de manera estruendosa en sus oídos.

—¡Yoongi! —gritó Hana Yi, corriendo hacia él—. Mis padres van a matarme —balbuceó—. ¡Yoongi! ¡Despierta, por Dios! —Lo tomó del brazo y lo sacudió con desesperación.

—Maldición —masculló él.

Dejó su copa a un lado y se agachó a recoger los trozos del cristal con las manos, en tanto se carcomía la cabeza con miles de maneras de huir de aquella situación tan pronto como le fuese posible.

—¿Qué está haciendo? —aludió Hoseok, justo a su lado, con voz suave. De sólo notarlo cerca, incrementaron sus ganas de huir, se sentía un idiota—. Se está haciendo daño. —Las manos del novicio lo tomaron por las muñecas con fuerza, exigiéndole que alzase la vista hacia su rostro—. Yoongi, por favor —murmuró.

—Yoongi —llamó Hana Yi con suavidad—, ¿qué sucede? Fátima va a limpiarlo, por favor, no te preocupes.

A pesar de que sus palabras fueron pacíficas, al girar a verla lucía aterrada. Bien, consiguió que alguien se sumase a la lista de personas que le temían. Cada día era peor. No puedo ser mejor para ti, pensó, viendo a Hoseok casi de manera borrosa por las lágrimas que comenzaron a acumularse en sus ojos. El puño de su diestra, el cual aún sostenía un cristal grande, se presionó con fuerza hasta sentir el desgarro. Dolor. Ardor. Lo único que le hacía sentir vivo después de todo. El chillido de una mujer fue lo último que escuchó hasta que todo comenzó a tornarse oscuro. Si aquél era su último segundo de vida, al menos moriría viendo su rostro.

¿Namjoon?, fue lo único que pensó.

Y esperaba no haberlo dicho en voz alta.

Y esperaba no haberlo dicho en voz alta

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora