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Septiembre, 1954.

La voz de Frank Sinatra envolvía sus sentidos. Ese calor familiar lograba acoplarse de manera perfecta a su cuerpo. Apoyó la cabeza contra su hombro y se aferró a su cintura, así como tanto le gustaba.

—Es mi canción favorita junto a mi situación favorita —murmuró—. Nunca dejes de bailar conmigo, Jung Hoseok. Te lo prohíbo.

—Soy terrible —respondió éste entre risas.

—Eres increíble en todo. Sobre todo en mi vida.

Siempre fueron ellos dos rodeados de nada más que sus suspiros y el amor que parecía abrazarlos a ambos por la eternidad. No quería salir de allí jamás.

Nunca quiso.

Era el recuerdo más vívido que tenía de él. Lo único que era incapaz de olvidar.

Llevaba un tiempo únicamente imaginando aquella instancia en que la vida le parecía un color brillante. Lo mantenía cuerdo cuando estaba al borde de perder la cabeza, luego de que la enfermera abandonase su habitación una vez tomaba sus medicinas.

Hubiese perdido la cuenta del tiempo que llevaba en ese lugar, pero la esperanza lo mantenía contando los días. Sabía las fechas exactas, porque las anotaba y marcaba en sus libretas. Llevaba varias desgastadas y arrinconadas en el dormitorio del hospital.

Aún te espero.

A las tres de la tarde la enfermera volvió a aparecer. Ya se había colocado los zapatos, sólo estaba esperando la orden.

—Hora de tomar aire fresco, señor Min.

Asintió. Bajó de la cama y caminó por los pasillos en dirección al árbol que siempre habitaba. Estaba justo en medio del enorme patio. Nadie más se acercaba, porque se había encargado de ahuyentar a los internos con historias falsas de fantasmas y almas poseídas. Quería tener ese lugar sólo para él.

Para ambos.

Acomodó la espalda contra el tronco y se quitó los zapatos. Caminar con ellos resultó incómodo, pero logró su cometido. Ganó la confianza suficiente para que nadie se los revisase antes de salir. Vació cada uno sobre sus manos y contó, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10... casi el doble. Si calculó bien, esa cantidad de la pastilla blanca y verde era suficiente.

Contaba y pensaba en su sonrisa, una vez tras otra. ¿Estaba haciendo lo correcto? Pero, además, ¿podía continuar así?

Llevaba un par de años sin ver a su madre. Su padre lo visitaba una vez a la semana. Sukja una vez por mes. Taehyung una vez por año. Namjoon desapareció el día en que se lo pidió, sin dejar rastro.

Aquel día no esperaba visitas.

Así era más sencillo.

En tanto, las puertas de la recepción del hospital se abrían. Un nombre que por primera vez visitaba aquel lugar se anotaba en una ficha que escribía «Min Yoongi, interno temporal». Sus pies resonaron en el silencioso lugar. Su perfume inundó cada rincón.

—En el patio —le explicó una enfermera—. Última puerta a la izquierda. Justo donde está el árbol enorme.

Porque bajo el árbol más grande en medio del patio de aquel lugar que Min Yoongi ya consideraba su hogar, no supo si su mente le estaba haciendo una mala broma debido al tiempo que llevaba allí encerrado o si realmente era Jung Hoseok quien había llegado finalmente para quedarse.

—¿Min Yoongi?

Cuando quizás era demasiado tarde.

Hoseok se sentó a su lado y buscó sus ojos.

—Hola —murmuró con una sonrisa.

Y, tal vez, no iba a quedarse.

—¿Yoongi?

—Hoseok. —Abrió bien los ojos y batió las pestañas—. ¿Eres tú?

—Soy yo. —Tomó su rostro entre ambas manos—. Mírame.

—Lo siento... Lo siento, de verdad, lo siento.

—Yoongi..., Yoongi, ¿qué hiciste?

—Lo siento, lo siento mucho.

En la puerta de aquella mansión abandonada, de paredes blancas y detalles negros, yacía un sobre viejo y desgastado que jamás se abrió.

Quizá Min Yoongi hubiese leído aquel remitente con el corazón en la garganta. Luego hubiese corrido a tomar sus cosas para marcharse. Hubiese tomado el tren a primera hora de la mañana siguiente y hubiese pedido Sukja que jamás revelase su paradero. Su madre y Hana Yi no se hubiesen percatado antes de que estuviese lejos.

Porque estaba listo.

Lo estaba esperando.

Si tan sólo Yoongi hubiese llegado quince minutos antes que ellas y la ambulancia.

Sr. Min Yoongi
Desde Jaepil
12 de Abril de 1953
Jung Hoseok

 Min YoongiDesde Jaepil12 de Abril de 1953Jung Hoseok

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Sólo queda el epílogo. <3

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora