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Diciembre, 1951.

Existe un cierto consenso de que en la vida se traspasa por varias crisis. Crisis evolutivas que significan un cambio de una etapa de vida a otra. En algún momento Hoseok lo vivió y sabía que al cumplir los cuarenta era muy probable que volviese a suceder. O a los sesenta. Incluso a los ochenta (a los cuales no estaba seguro de llegar).

Pero aquella vez fue diferente.

Transitaba por un cambio abrupto de vida, pensamiento y acción. Todo se transformó en un constante ir y venir. Y todo en su vida giraba en torno a Min Yoongi.

Despertó aquella mañana con el chico entre sus brazos. Luego lo vio partir con lágrimas en los ojos. Y tras limpiar las suyas, en lugar de bajar en dirección a la sacristía para hacer su trabajo diario, caminó hacia la parroquia.

El padre Jongsu poseía un instinto poderoso, de eso no le cabía duda. De hecho, Hoseok creía que era algo que compartían, porque prácticamente se leían la mente el uno al otro cuando se acercaba una situación o conversación que no les agradaría.

Esa mañana ambos sintieron el estómago apretado.

—¿Ya se fue? —preguntó el sacerdote en lugar de pronunciar un saludo común—. No me interesa lo que hagas a estas alturas, pero te ordeno que no vuelvas a traerlo. Ya no tolero tus asquerosidades a un lado del templo. Hazlo lejos. Y en silencio.

Las mejillas de Hoseok se abrigaron de golpe.

—Bien —murmuró. Acto seguido caminó hacia el asiento frente al hombre, quien alzó la mirada de inmediato—. Tengo algo importante que hablar con usted, y espero que podamos llegar a un acuerdo civilizado.

El padre Jongsu alzó una ceja, luego tragó pesado y dejó los papeles a un lado, otorgándole una silenciosa atención. A Hoseok le temblaron las manos, por lo que las unió y dejó estar sobre el escritorio para mantenerse firme.

—Estar con usted detrás del templo y en él ha sido siempre uno de los sueños más grandes de mi vida —inició con suavidad—. Lo cumplí gracias a su apoyo. El único soporte que tuve durante años a causa de esta decisión. Le parecerá una idiotez... Haber luchado tanto por conseguir esto. Haber perdido a mi madre en el proceso. Haber sido tan firme durante tantos años para después... Padre, yo...

—Detente —sentenció el sacerdote—. No continúes.

—Permítame hacerlo, por favor.

—No puedo escucharte decirlo. —Negó con suavidad, con una tranquilidad aplastante que Hoseok sintió patear en su estómago—. No puedes estar insinuándolo siquiera.

—Padre... Yo...

—¿Por qué quieres tirar a la basura tu futuro por un amorío? Además, de esa calaña.

—No es un amorío cualquiera. Lo sabe.

—No lo sé. No soy capaz de comprender cómo es que siquiera puedes sentirte atraído por otro hombre, Jung Hoseok. —Su voz comenzó a endurecerse—. He aguantado cada mierda que has hecho, con tal de no perderte, porque tengo la esperanza de que tomes tu camino cuando sea el momento de hacer el voto. No voy a tolerar que lo abandones por algo como esto. No ahora. No después de todo lo que luchaste. —Los ojos de Hoseok comenzaron a volverse el océano que parecían a simple vista—. Quieres dejar todo lo que siempre quisiste por... él. Por él. Ni siquiera es un hombre normal, si es que podemos denominar como normal a un desviado. Es un hombre enfermo con todas las de la ley y sin ella.

—Lo quiero —musitó Hoseok, desviando la mirada empapada hacia un punto inespecífico—. Lo quiero tanto o más que esto. Quiero ser libre, padre, quiero estar con él. Por favor, sólo... deje que lo sea.

—No puedo. —Volvió a suavizar la voz, mientras negaba con la cabeza—. No puedo, hijo. No puedo permitir que arruines tu vida de esta forma, mucho menos con él.

—¿Cuál es el maldito problema con él? —Esta vez Hoseok alzó la voz, posando su mirada oscurecida sobre el sacerdote—. ¿Qué ha hecho para que lo aborrezca de esta manera? Sólo ha sufrido toda su vida por causa de personas como usted y continúa haciéndolo.

—Min Yoongi no es un santo.

—No pretendo insinuarlo. Sólo estoy cansado de que no se permita verlo como una persona sólo porque está enfermo.

—Está demente.

El puño de Hoseok golpeó el escritorio con fuerza.

—¡Es un ser humano! —gritó—. ¡Y lo amo aunque no le guste!

—¡No puedes amarlo! —El padre Jongsu imitó aquel gesto y se levantó—. No puedes —insistió.

—Ya lo hago.

—Hoseok...

—¡No! ¡Ya basta!

—Escúchame.

—¡No!

—Yoongi jamás podrá ser algo así para ti.

—Ya lo es.

—Hijo...

Hoseok se levantó, con las orejas rojas y las manos temblorosas. Sus pies se acercaron peligrosamente a la puerta, dando pisotones que hicieron crujir el suelo con fuerza. Decidido a dejar aquella conversación y tomar sus cosas para marcharse a casa de su madre y buscar a Yoongi.

—Es tu hermano, Hoseok.

Y el suelo se abrió.

—¿No ha encontrado otro recurso? —inquirió con burla—. Es patético, padre.

Ambos sabían que trasgredir los lazos de sangre, además de ser un pecado mortal, también iba en contra de la ley. Era como posicionarlo en el peor de los escenarios.

Y Hoseok sabía que era una mentira.

¿No?

—Escúchame, Hoseok.

—Deténgase, padre, por favor.

—Deja que te lo explique.

—Deja que te lo explique

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora