27
Abril, 1952.
Cada noche era igual. Yoongi llegaba a casa de los Yi justo para la cena, encontrándose en la entrada con la señora Annie y su marido, quienes siempre estaban fuera manejando asuntos de su empresa. Empresa que Yoongi pronto tendría que comenzar a manejar. Si es que le daban la oportunidad, puesto que las miradas que recibía antes de la hipocresía que eran las sonrisas de sus suegros demostraban lo contrario. Tampoco lo quería. Sólo quería vivir en paz.
—Llegaste —dijo Hana Yi con una expresión indescifrable, notando como sus padres aparecían por detrás de su marido—. Buenas noches.
—Buenas noches, cariño. —La señora Annie sonrió, como siempre—. Yoongi.
—Señora. —Asintió.
La tensión se sentía en la casa apenas todos cruzaban esa puerta. Era igual que en la mansión de los Min. Nadie en esa casa se quería, pero siempre fingían que debían estar juntos para mantener la imagen de algo que ni siquiera existía. Sólo el conflicto de intereses sociales, sanguíneos y económicos. Agotador por lo demás.
Sin embargo, como Yoongi no era parte de esa estructura familiar, prácticamente disfrutaba con la incomodidad de los demás. Su presencia en la casa resultaba extraña e invasiva, él lo sabía. Esperaba que en algún momento todos comprendiesen el gran error que cometieron al obligar a su hija a casarse con un hombre que no la amaba, ni la amaría jamás.
—La cena está lista —anunció Hana Yi. Nadie se había movido de la entrada—. Tengo que hablar algo con Yoongi antes, y bajamos de inmediato.
La delgada mano de su mujer le rodeó el antebrazo, y como Yoongi odiaba aquellas acciones, la miró de manera molesta y se zafó de su toque para comenzar a caminar escaleras arriba en dirección a su despacho. Los pies de ella se escucharon detrás al instante. Fuera como fuese, Min Yoongi era el hombre de aquella familia y, aunque no le gustasen aquellas etiquetas debido al irrespeto que significaban, las utilizaba a su favor para mover a Hana Yi a su antojo. Él era quien mandaba, nadie podía decir lo contrario.
Dentro de su despacho le pidió a su mujer que se sentase, pues no le agradaba que le temblasen las piernas, mucho menos cuando discutía algo con él.
—Dime —pidió con suavidad.
—¿Dónde estabas? —A diferencia de la dureza de sus palabras, Hana Yi desvió la mirada—. Llevo todo el día aquí. No te has aparecido ni por la Iglesia ni por la empresa, que es lo mínimo que deberías hacer. No me mientas, Min Yoongi, ¿dónde estabas?
Maldijo en su interior. Cuando se encontraba con Namjoon las cosas se ponían de cabeza, y la perdía, junto a todo, incluyendo la noción del tiempo.
Aquella mañana fingió que estaría en la Iglesia junto a Hoseok, porque tenían una situación muy importante de la cual hablar. Cuando no veía a Jung Hoseok desde el día de su matrimonio y esperaba que continuase siendo así.
Mucho menos iría a la empresa, porque ¿por qué? Era innecesario hacer aquella pregunta. Era obvia la respuesta.
—Afuera —contestó—. ¿Es todo? Tengo hambre.
—¿Dónde es afuera? —acentuó ella—. Siempre mientes, Yoongi. El señor Jung llegó apenas hoy y por tu empresa ni siquiera respiras. Todo tu trabajo llega aquí y ni siquiera te encargas de eso.
Apuntó hacia el escritorio polvoriento y abandonado, lleno de carpetas que Yoongi no se tomaba el tiempo de mirar siquiera desde que llegaron. Fue un par de meses antes de siquiera iniciar el año.
—No es mi empresa. Y tampoco me interesa ver a... el señor Jung.
—¿Y por qué los utilizas como excusa?
—Porque es la única forma de zafarme de ti —alzó la voz—. Tú y yo llegamos a un acuerdo, Hana. No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago y tú a mí tampoco, porque no me interesa. Eres libre de hacer la puta mierda que quieras, pero estás aquí molestándome.
—¡Eres mi esposo! —La mandíbula de Yoongi se endureció—. Ten la mínima decencia de explicarme siquiera donde vas. No puedo tolerar que las personas te vean haciendo tu vida como si no tuvieses una familia en casa esperando por ti.
—No somos una familia, Hana.
Los ojos de su mujer se llenaron de lágrimas en menos de un par de segundos. Sin duda un llanto que venía procesando desde hace varias horas.
—Jamás seremos un matrimonio y lo sabes. Tú tomaste tu decisión y decidiste que esto sea así. No esperes más de mí, porque no lo obtendrás.
Intentó dejarla con la palabra en la boca y se acercó hasta la puerta a paso rápido. Su mano quedó sobre la manilla.
—Ya no eres libre, Yoongi. —Porque se detuvo de golpe—. Necesito saber qué estás haciendo y dónde andas, con quién. ¡No enterarme por otras personas! —Silencio. El corazón de Yoongi se aceleró—. Tienes suerte de que quien te viese perderte entre los árboles junto a ese tipo fuesen Amelie y el señor Jung, porque sino ya lo sabría todo el pueblo, y probablemente todo el país.
No supo qué decir al respecto. Lo único que entró en su cabeza fue el hecho de que Hoseok lo vio de la mano junto a otra persona. Y no debió importarle, pero no iba a mentirse, le dolió demasiado. Sobre todo porque si ya no iba al lago que estaba detrás de su casa era, básicamente, porque no quería que nada interrumpiese en sus recuerdos junto a él. Todo estaba allí. Y jamás regresaría hasta allá si no era con él.
Y eso no iba a suceder.
Tenerlo cerca, no era una opción.
—Métete en tus asuntos, Hana.
—Ten cuidado, Yoongi, por favor no me obligues a hacer cosas que no quiero.
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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.
Fanfiction✄ : ❝ Cuando una cinta se corta puedes hacerle un nudo. Min Yoongi no conocía mandamientos más allá que los de su propia historia. Jung Hoseok se sabía los diez de memoria. Se pisaban los talones desde el punto de inicio. Con remiendos en el pecho...