39

142 50 4
                                    

39

Septiembre, 1952.

La primera lluvia de otoño inundaba el pueblo. Los zapatos de Yoongi chapoteaban con fuerza y embarraba sus pantalones. Corría hacia un sitio específico. Tuvo que esconderse en otros en más de una ocasión. Corrió con todas sus fuerzas antes de volver a oír los pies de aquellos hombres que lo perseguían desde que apenas entró a su casa.

Basta, basta, por favor. Déjenme en paz.

Salir del pueblo era una opción, pero no duraría demasiado fuera. Iban a detenerlo en la estación que llegase. Sin importar el día. Ni la hora. Ni con quién estuviese.

Por favor, por favor, por favor, suplicó, casi destrozando sus puños contra el portón de la parroquia.

¡Por aquí! —exclamó alguien en la lejanía.

Comenzó a llorar con desesperación, mientras ignoraba el ardor de sus puños y continuaba suplicando en su interior.

Cuando el rostro de un hombre que no conocía se asomó tras el portón, ni siquiera lo tomó en cuenta, sólo balbuceó un par de imperceptibles «por favor, ayúdame» y lo empujó hacia adentro para cerrar el portón detrás de él. No pasó demasiado para que el portón volviese a ser golpeado, sólo que esta vez eran más que un par de puños.

—¿Qué está pasando? —inquirió el hombre desconocido, observándolo con el entrecejo arrugado e intentando moverlo para abrir el portón.

—No —suplicó—, por favor.

—¿Quién eres?

—¿Dónde está Hoseok?

—Dios, no te escucho nada con este escándalo. —El hombre cerró los ojos un segundo—. ¿Quién eres? ¿Para qué quieres a Hoseok? —alzó la voz para ser escuchado.

—Ayúdame, por favor, quieren llevarme —balbuceó—. ¿Dónde está Hoseok? —Hizo a un lado al hombre desconocido y comenzó a caminar en dirección a la entrada del patio sacerdotal. Conocía muy bien como encontrar a Hoseok. Si es que Hoseok se encontraba allí—. ¡Hoseok! —El hombre desconocido intentó detenerlo tomando su antebrazo. Él sólo temblaba y caminaba arrastrándolo en su desesperada búsqueda—. ¡Hoseok! ¡Hoseok!

En su trayecto el hombre lo liberó, y alcanzó a divisar al padre Jongsu antes de que, finalmente, el rostro angelical de su diácono abriese la puerta.

—¿Yoongi?

Entonces, mientras todo se desdibujaba a su alrededor, escuchó su nombre ser repetido de manera constante. La voz ya no era la misma. Ya no sentía el mismo aroma, aunque lo conocía.

Abrió los ojos de golpe, tenía el corazón en la garganta. Se sentó sobre el colchón con la mano en el pecho, mirando hacia todos sitios para intentar ubicarse. No estaba en su dormitorio habitual. Tampoco estaba Namjoon a su lado. Sukja lo miraba con preocupación y tocaba su frente empapada. A su costado, Hana Yi se encontraba sentada sobre el sofá que ambos instalaron en el dormitorio que debían compartir por razones obvias (aunque no lo hacían jamás).

—Sólo fue un mal sueño —murmuró Sukja, secando su frente esta vez—. Estamos aquí contigo.

Llevaba casi dos semanas en aquella cama. Si la fiebre no acabó con él, fue porque tuvo demasiada suerte o el infierno no pretendía aceptar su reserva aún.

—Respira, Yoongi —pidió Hana Yi, sentándose sobre la cama y tomando una de sus manos con cuidado—. Estás a salvo.

Alejó la mano de inmediato.

—Estoy bien.

Desde que comentaron a sus padres la decisión de separarse, Annie Yi lo miraba de manera extraña cada vez que tenían una cena familiar. Su padre se notaba apenado. Su madre lucía decepcionada. El padre de Hana Yi ni siquiera asistía. Todo era extraño. Convivía ahora también con la paranoia.

De todos modos, no pudieron hacerlo. El trato que firmaron legalmente hablaba de al menos diez años como un matrimonio bien conformado. Eso implicaba una relación estable, reuniones y ceremonias, mucho dinero bien invertido e hijos que llevasen su apellido. Todo lo que él jamás pudo ni quiso entregarles.

—¿Y sino qué? —enfrentó a su madre un día.

—Tendremos que encerrarte.

—Tendremos que encerrarte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora