16

137 51 3
                                    

16

Enero, 1952.

¿Qué he hecho? Rondó por su cabeza. Hoseok se cuestionó una y otra vez entre lágrimas silenciosas durante la madrugada.

Observó el rostro pacífico de Yoongi, quien dormía plácidamente a su lado, aferrado a su cintura y a escasos centímetros de su rostro. ¿Qué he hecho?

Ya conocía el pecado. Sin embargo, jamás se sintió así. Tan solo, tan sucio. Acababa de cometer el peor error de toda su vida y no había vuelta atrás. Ni siquiera tenía cómo remediar lo que estaba por hacer.

Cuando un par de horas más tarde, Yoongi abrió sus oscuros ojos y, al verlo, sonrío con amplitud y lo besó sin pensarlo. Él correspondió. Entre lágrimas. Entre la presión que sentía en el pecho. El dolor más grande toda su vida. No puedo amarte.

—Buenos días —dijo Yoongi, aferrándose más a él. Tardó un poco más en despertar del todo y percatarse de las lágrimas de Hoseok. Al hacerlo, su expresión cambió por completo—. ¿Qué sucede? —Tomó su rostro. Él terminó por esquivarlo y elevando el estado de alerta en ambos—. ¿Hoseok?

No sabía por dónde comenzar. «No eres hijo de quien crees», «tenemos el mismo padre», «al parecer somos hermanos». ¿Pero cómo? Acababa de enamorarse de su hermano. Acababa de acostarse con su hermano. Sus manos comenzaron a temblar. Apenas pudo colocarse los pantalones cuando Yoongi se levantó de golpe y se paró frente a él, tomándolo por los hombros.

—Hoseok, me estás asustando. —Buscó su mirada. Él no se lo permitió—. Sé que te asusta lo que pasó, pero...

—No, Yoongi.

—¿Eh?

—Déjame —pidió con suavidad, levantándose y tomando la distancia suficiente para analizar lo que iba a decir—. Tenemos que hablar.

—Así noto. —Yoongi se volvió a sentar sobre su cama y comenzó a vestirse—. Estás tenso.

—Lo siento.

—No importa. —Se acomodó un poco el cabello—. Sólo dime, ¿qué pasa?

Tomando un profundo respiro, Hoseok tomó su camiseta y se la colocó bajo la mirada insistente de Yoongi. Luego, alzó la mirada y se limpió las mejillas, volviendo a tomar un respiro.

—Es sobre tu familia —inició. Yoongi alzó una ceja, pero no dijo nada—. Y nosotros.

—¿El cura les ha dicho a mis padres?

—No. —Ojalá—. Nada de eso. —Volvió a respirar. Apenas podía moverse con normalidad, le dolía la parte baja de la espalda—. Escúchame, ¿tu madre te ha contado que tal vez naciste fuera del matrimonio? Digo, que el señor Min puede no ser tu padre.

Yoongi lanzó un bufido y tras ello rio. Pero no sonaba divertido.

—¿Qué dices? —cuestionó con burla—. No es divertido, Hoseok.

—Quisiera que fuese una broma. —Cerró con fuerza los ojos, intentando echar atrás las lágrimas.

—Es imposible. —Se acomodó de otra manera sobre la cama—. ¿Quién sería mi supuesto padre entonces? —Aguardó un segundo, como si acabase de entenderlo todo—. ¿Quién te lo ha dicho? —inquirió suspicaz—. ¿El cura? —Hoseok desvió la mirada. Yoongi bufó—. Hoseok, por favor. Seohyeon puede ser de todo, pero nunca una puta. —Sus ojos volvieron a encontrarse, pero no fue capaz de soportarlo, inclinó la cabeza como si fuese a esconderla dentro de su cuello—. ¿Quién? ¿Quién es? ¿Por qué lo sabe él y yo no? ¿Por qué mierda te lo ha contado a ti? No le corresponde a ninguno de los dos hablar cosas acerca de mi familia.

Piedad. Nadie en este mundo tenía piedad hacia nadie. Todo era dolor contra más dolor. Venganza. Sufrimiento. Avaricia. Vergüenza.

—El mío —dijo Hoseok en voz baja.

—¿Qué?

—Jung Soojin, mi padre, es también el tuyo.

Alzó la mirada cuando se percató de que Yoongi la buscaba otra vez. Quería confirmarlo, pero ni siquiera él podía creerlo aún. Se preparó durante días para contar aquella noticia, y nada se comparaba a lo que creó su imaginación. Aquello fue mucho peor. Los ojos preciosos de Yoongi se llenaron de lágrimas que no tardaron en descender, mientras negaba con efusividad. Hoseok se abstuvo de acercarse para limpiarle las mejillas.

—Hoseok...

—Lo lamento tanto.

Agachó la cabeza otra vez. Aunque Yoongi, al parecer indispuesto a aceptarlo, se levantó de la cama y tomó sus manos entre las suyas.

—Si eres capaz de verme a los ojos y decirlo, voy a creerlo. —Acercó una mano a la mejilla de Hoseok, obligándolo a mirarlo—. Si estás inventando todo esto porque te has arrepentido, no voy a perdonarte, Jung Hoseok. No puedes hacerme esto. No ahora.

Yoongi se dedicó a brindarle a Hoseok suaves caricias en la mejilla y la comisura de los labios, limpiando sus lágrimas. Ambos en las mejillas condiciones. Un llanto silencioso que simplemente lo confirmó todo. Por la forma en que lo vio, Hoseok creyó que Yoongi ya lo había entendido. Debía entenderlo. Sus vidas habían cambiado para siempre desde ese día.

Y fue tal su resignación que terminó por caer de rodillas antes de que Hoseok alcanzase a tomarlo.

—No tienes el derecho de decirme esto —masculló.

—También me compete a mí —aclaró con voz suave—. Es mi familia también. —Arrodillándose frente a él, murmuró—: Lo lamento.

 —Arrodillándose frente a él, murmuró—: Lo lamento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora