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Diciembre, 1951.

—Feliz navidad, cariño.

Sukja se sentó a su lado sobre el césped frente al lago, extendiendo un pequeño regalo que Yoongi tomó sonriente, a pesar de lo triste que se sentía.

Quedaba menos de dos meses para la boda y su camino de desesperanza comenzaba a ser real. Tenía que acostumbrarse a él y no estaba listo para ello.

—No debías —murmuró, viendo la pequeña cajita entre sus manos.

—Todos los años dices lo mismo.

Y era cierto. Ella ahorraba gran parte del año para tener siempre puntual un presente para Yoongi.

—Porque es cierto —aseguró.

—Y siempre dices eso. —Se encogió de hombros justo cuando Yoongi posó sus ojos en ella—. Pero jamás voy a detenerme. Tendría que morir para eso.

Yoongi cedió y cambió su expresión, aceptando que era momento de desenvolver el paquete ante los expectantes ojos de su mejor amiga. Aquel año se encontró con una gargantilla delgada y una nota musical, era de plata simple y barata, pero era hermosa. Murmuró un «gracias» casi ahogado, tocando la pieza con cuidado y sintiendo sus ojos pinchar por las lágrimas.

—¿Qué sucede? —inquirió Sukja de inmediato, tomándolo por las mejillas—. Sé que esta navidad no ha sido como querías, pero pensé que...

—No es eso —interrumpió de inmediato, dejando que la chica limpiase secase sus lágrimas—. Sólo pienso en Hoseok..., y la verdad es que no sé qué hacer.

—¿Ha pasado algo entre ustedes?

—Creí que todo estaba bien con nosotros, pero esta noche no ha querido venir y... siento que huye de mí otra vez. No sé qué hice mal ahora.

—¿No dijo que tenía una invitación en otro lugar?

—Sí. —Desvió la mirada—. Pero ¿por qué querría ir allá y no estar aquí conmigo? Es navidad.

—Yoongi —alega Sukja con suavidad, sonriendo de manera maternal—. También necesita tener su espacio y su tiempo, ¿lo sabes? —Yoongi volvió sus ojos a ella—. Eso no significa que no te quiera. Además, esto es complicado para él también.

—Lo es para mí. Un segundo de mi día sin saber de él, me pone de los nervios. —Se hizo el silencio. Y ante ello, Yoongi añadió—: ¿Estás segura de que aún me quiere?

—Ah, Yoongi, de verdad. —Ambos rieron, pero él no lo dijo como una broma. Fue siempre uno de sus mayores miedos—. Estoy más que segura. Volvamos a casa, ¿sí? Hace mucho frío, creo que nevará esta noche.

Asintió. En su caminata de vuelta a casa Yoongi ideó la manera más plausible de salir de allí en medio de la madrugada, sin importar el clima. Comprendió su charla con Sukja, pero fue incapaz de asimilar el pasar la navidad sin besar a Hoseok bajo la nieve por primera vez.

Y lo hizo. A eso de la una de la madrugada del veintiséis de diciembre, aunque ya no era navidad, Yoongi salió de la mansión Min y caminó bajo la nieve en dirección a la Iglesia del pueblo. El frío era insoportable, pero temblaba más pensando en rendirse y no llegar donde lo tenía propuesto. Golpeó el portón de la parroquia un par de veces, encontrándose con un adormilado Hoseok que comenzaba también a temblar de frío.

—Yoon...

No alcanzó a terminar, pues Yoongi se lanzó contra su boca sin previo aviso y sin pronunciar palabra antes.

—Dios, ¿qué haces? —inquirió Hoseok algo molesto, alejándose casi de un golpe y jalándolo del antebrazo para cerrar el portón. Al menos la nieve ya no caía sobre ellos—. ¿Tienes idea de la hora que es?

La expresión de Yoongi decayó y automáticamente su sonrisa (que en ese momento era deslumbrante) se desvaneció al entender que su novicio no estaba feliz de verlo.

—Estás congelado —continuó Hoseok, acunando sus mejillas con las manos—. ¿Qué sucede? ¿Por qué has venido a esta hora?

—Te extrañaba —musitó, desviando la mirada, sintiéndose triste a pesar de tener el calor de las manos de Hoseok sobre su rostro—. No quisiste ir conmigo en navidad y pensé que ya... tú no... nosotros —suspiró—. En fin.

Apenas alcanzó a moverse y las manos de Hoseok tomaron sus muñecas de inmediato.

—Tenía un compromiso.

—Da igual, Hoseok.

—Yoongi...

—De verdad, mejor me voy.

—No —sentenció Hoseok, arrugando el entrecejo—. No puedes irte, hace demasiado frío. —Las muñecas de Yoongi fueron liberadas poco a poco, hasta que las mismas manos que las sostenían se deslizaron por sus hombros—. Y también te he extrañado, ¿bien? Lo siento, me he ocupado, porque me sentía diferente después de... ya sabes. Necesitaba ordenarme. De hecho, iba a verte por la mañana, pero te adelantaste un poco. Yoongi —llamó suavemente. Los ojos de Yoongi se posaron de inmediato en su novicio—. Quédate, ¿sí?

Luchó contra su berrinche por unos segundos, pero simplemente no pudo negarse, terminó sonriendo otra vez y contagiando a Hoseok en el proceso.

—Bésame —ordenó.

Hoseok asintió y unió sus labios de inmediato en un beso suave, cálido y lento, brindándole caricias abrigadoras a su cuerpo congelado. Un cuerpo congelado que se abrigó por completo cuando Hoseok lo jaló entre besos en dirección a su dormitorio dentro del patio sacerdotal, lugar al que llegaron haciéndose callar el uno al otro, entre risas y labios húmedos.

Era un placer saber que lo hacía sentir bien, y aunque Hoseok mordía sus labios para acallarse o lo obligaba a besarlo para hundir sus gemidos, Yoongi se sentía bendecido tocando los rincones de su cuerpo de los cuales era el único dueño.

Jung Hoseok fue suyo.

Sólo él podía besarlo.

Sólo él podía tocarlo de aquella manera y oírlo gemir, mientras mascullaba su nombre y arqueaba la espalda.

Sólo él.

Jung Hoseok fue suyo para siempre.

Jung Hoseok fue suyo para siempre

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora