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Enero, 1952.

Las últimas tres semanas de su vida pasaron estallando. En ansiedad, en tristeza y en recuerdos.

Cuando Yoongi se encontraba solo, la vida transcurría lento y eso le disgustaba. Leía. Tocaba. Y dormía. Y otra vez. Leía. Tocaba. Y dormía. Llevaba un par de días así.

Por eso cuando escuchó golpes contra la puerta de la mansión creyó que se estaba volviendo loco, así que aguardó.

Volvieron a golpear.

Y otra vez.

Se levantó. Bajó las escaleras junto a los terceros golpes y abrió con lentitud por temor a que fuese una mentira de su cabeza. También podía ser una gran mentira que el hombre de pie al otro lado de la puerta fuese Jung Hoseok. Por más que quiso evitarlo, sus comisuras se elevaron y sonrió con amplitud por unos segundos. Hasta que su cerebro hizo conexión y se dio cuenta de que habían pasado tres semanas sin que el novicio hiciese un simple acto de presencia.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó con dureza.

Hoseok bajó la mirada y se enfocó en sus manos inquietas. Yoongi quiso tomarlas entre las suyas, pero no lo hizo.

—Hoseok —insistió—. Dime ¿qué haces aquí?

—He venido a verte —murmuró.

—¿Después de tres semanas exactas? ¿Tienes algún tipo de obsesión con los números exactos o algo así? —Dejó la puerta abierta y dio media vuelta. Esperó que Hoseok entendiese que podía pasar—. ¿Dónde estabas? —continuó ante el silencio, pero sabiendo que el novicio le seguía los pasos—. No quise molestarte, porque siempre parece que huyes y verme como un acosador es lo último que quiero.

—Necesitaba pensar.

Vio como Hoseok se quedó de pie en la entrada de la sala, viendo a los alrededores.

—No hay nadie —le aclaró—. Mis padres están de vacaciones en Byeol. Cuando ellos se van, yo envío a todos a casa hasta que regresan. Tal vez en una semana o dos.

—Ya veo.

—Puedes hablar con tranquilidad. —Se dejó caer sobre el sofá y golpeó a su lado para pedirle que se acercase. Hoseok lo hizo a paso lento y temeroso—. Prosigue.

—Lamento haber desaparecido otra vez. —Los azules ojos de su novicio se encontraron con los suyos, pero vueltos océano. El pecho de Yoongi se retorció—. Tenía que tomar una decisión importante y para ello necesitaba tiempo y espacio. Yoongi, yo...

Lo calló.

No quería saberlo.

No cuando tenía la certeza de que la decisión de Hoseok iba en contra de todos sus anhelos.

Lo calló con sus labios, porque era la única manera que tenía de detenerlo sin llorar debido a sus lágrimas. Aunque terminaron mezclándose entre sus bocas de todos modos.

—No quiero saberlo —susurró, tomando el rostro de Hoseok entre sus manos—. No me lo digas.

—Yoongi...

—Por favor. Sólo quédate hoy, ¿sí? —Encontró otra vez su mirada y limpió sus mejillas. Hoseok no paraba de temblar y llorar, pero tampoco decía demasiado—. Puedes decir lo que quieras, pero no hoy. Olvídalo todo. Estamos solos. Somos tú y yo.

No importaba cuánto transcurriese, Yoongi sentía que jamás podría agotarse de la presencia de Hoseok en su vida. Podría estar a miles de kilómetros durante miles de años y él siempre lo recibiría con los brazos abiertos. Era lo único que necesitaba. Yoongi simplemente no podía ni quería respirar sin él.

—¿Lo harás? —Quiso saber.

Hoseok tardó un momento, pero asintió. Y sonrió. Yoongi pudo volver a corresponder su sonrisa y le pidió que lo besase. Amaba corresponderle. Lo amaba demasiado. Yoongi quería pertenecerle por el resto de su vida. Quería que Hoseok fuese suyo para siempre.

Se lanzó de espaldas contra el sofá al mismo tiempo en que instaba a Hoseok a subir a su regazo. Tardó un poco en reaccionar, pero sus muslos terminaron aprisionándolo como deseaba. Rara vez obtenía aquel tipo de acciones de su parte, pero siempre las aprovechaba al máximo.

Aferró las manos a los muslos de Hoseok para atraerlo hacia él todo lo que fue posible. Sus bocas continuaron unidas, sin tomar un descanso ideal, con el pecho enloquecido y el calor subiendo. El calor que terminó aprisionando en sus pantalones. Los pantalones de su novicio comenzaron a ejercer presión a su vez. Sus manos le presionaron los hombros.

—Hoseok —jadeó, aferrándose con más fuerza a sus piernas, puesto que este no dejaba de besarlo con premura—. Hoseok —insistió, terminando por tomarlo por las mejillas—. Mírame. —Tenía las mejillas enrojecidas. Yoongi notó como intentaba ocultarlo—. ¿Es lo que quieres? —Hoseok asintió—. Dímelo.

—Hazme el amor, Yoongi.

Las palabras le hicieron tragar. Esperaba una insinuación, pero no aquello. La simple mención de Hoseok a su merced por completo, terminó de abrigarle el cuerpo. La inocencia de su novicio era apremiante. No importaba si Hoseok le pasaba más de cinco años, siempre fue más dulce e ingenuo. Y le fascinaba.

Lo llevó hasta su dormitorio con la esperanza de que no se arrepintiese en el camino. No supo que sus esperanzas eran cumplidas hasta que cerró la puerta detrás de él y Hoseok le permitió desvestirlo. Fue la pieza más perfecta que tocó nunca.

A diferencia de otras ocasiones en que apenas podía tocarlo sin que se fuese en menos de un par de minutos (situación que no le era importante y tampoco novedosa), Yoongi aprovechó cada segundo. Hoseok besaba sus labios y también se encargaba de besarle el cuello como le gustaba, pero le temblaban las manos cada vez que intentaba tocar una de sus prendas para deshacerse de ella.

—Tócame —pidió Yoongi—. Por favor.

Se sentía sensible, pero no sabía qué tanto hasta que las manos de Hoseok desabotonaron sus pantalones y le acariciaron debajo, arrancándole un gemido del cual él mismo se sorprendió.

—¿Así? —inquirió Hoseok con suavidad, buscando sus ojos.

Yoongi se sintió un tanto avergonzado por estar tan extasiado ante una caricia. Pero sabía que era nuevo para ambos. Y le volvía loco.

—Así —jadeó, y atrapó su boca.

Mientras se desarmaba bajo las caricias de Hoseok, Yoongi aprovechó para quitarse cada prenda que le entorpecía. Antes de que las caricias acabasen con él así y no como lo pretendía, tomó un poco de distancia y llevó a su novicio a la cama. Fue un sentimiento nuevo, porque fue la primera en que Yoongi tuvo el poder sobre una persona de aquella forma. Mientras besaba el interior de los muslos de Hoseok y lo sentía temblar. El como presionó las piernas de golpe cuando él le pidió que las abriese un poco más, para luego relajarse y permitirse hacerlo. O el desgarre de sus dedos contra la piel de su espalda cuando estuvo dentro de él, susurrando que estaba bien a pesar de Yoongi sabía que dolía como el demonio.

Se ocupó de acariciar a Hoseok para que acabase primero. Luego se lo permitió a sí mismo, mientras los muslos de su novicio le presionaban la cintura y le susurraba una y otra vez que estaba bien, que podía hacerlo dentro.

Bajo respiraciones agitadas, abandonó su cuerpo y se acomodó a su lado. Se aferró a su torso y besó la piel expuesta que tenía a su alcance. La sonrisa en su rostro era impecable.

—Te amo, Hoseok —murmuró. Los brazos de su novicio lo aferraron a su cuerpo—. Te amo tanto.

 Te amo tanto

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora