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Marzo, 1951.

Sumido en los recuerdos que al parecer su mente no quería asumir que eran parte del ayer, Yoongi observaba a Kim fingiendo que pensaba en una respuesta para su usual pregunta «¿qué tal estás hoy?». Para comenzar, sus padres continuaban tratándolo como a un enfermo de cuidado. Judith sólo estorbaba como cada día. Sukja le preguntaba sobre su comportamiento a diario. Taehyung sólo existía a su lado.

Y bueno, Hoseok. Sí, Hoseok siempre estaba, pero no precisamente a su lado, más bien dando la vuelta por su cabeza cada segundo del día. Siempre fue un nuevo pasajero que parecía no tener destino, así que jamás descendía del tren.

De igual manera, todos provocaban en él el más puro rechazo. De hecho, desde que Hoseok se instaló como pasajero permanente en el tren de sus augurios, él exigía no perder su asiento.

—Todo está bien —contestó finalmente.

—Cuéntame algo, Yoongi. No seas egoísta. ¿Cómo van tus días? ¿Hay novedades?

Evitó la mirada de Kim para no tener que tragarse su sonrisa. ¿Contarle algo? Había una infinidad de reiteraciones, sobre todo para él que las escuchaba desde siempre. Nada era nuevo. Si ya lo sabía todo, ¿qué más quería? ¿Por qué simplemente no le daba el alta si no era capaz de solucionar sus problemas? Era simple.

—Lo extraño —confesó, mirando hacia el bosque que se extendía del otro lado de la Avenida 22—. Quiero irme con él, ¿sabes? No tengo nada por lo cual mantenerme aquí, ¿de verdad es necesario que te lo repita?

El bolígrafo acarició la libreta con avidez. Kim estaba muy enfocado en lo suyo y haciéndole perder el tiempo, como cada semana.

—Si él estuviese aquí, ¿qué harías? —indagó. Un poco descolocado por la pregunta y por la irreverencia de la misma, Yoongi volvió a mirarlo y arrugó el entrecejo—. No me dirás que no harías nada, ¿o sí? —Alzó las cejas.

Cómo te atreves, gritó en su mente.

—Lo tomaría y nos iríamos a la mierda, como debió ser —respondió.

—Cuida tu lenguaje.

—Si no te agrada, eres libre de dejarme en paz. —La ira ya estaba envolviéndolo, sentía sus mejillas calientes—. No me interesa estar aquí y lo sabes muy bien.

—Bien.

Kim devolvió la atención a su libreta. Escribió tanto que le provocó a Yoongi esa necesidad incontrolable por enterarse de lo que decía, algo que el hombre llamaba ansiedad.

—¿Qué tanto escribes? —cuestionó.

El hombre no se detuvo, hasta parecía haberlo ignorado. No, lo estaba ignorando, y Yoongi odiaba que las personas lo ignorasen. Se mordió el labio inferior con fuerza, dejándolo blanco, con intención de romperlo. Fue así por un lapso de minutos que contó viendo el reloj al mismo tiempo en que esperaba a que su labio sangrase.

—Sólo veo tu evolución —dijo Kim.

Sus ojos se encontraron al instante y Yoongi ahogó una risotada.

—¿Evolución? —Alzó una ceja—. ¿Tengo evolución?

Lo único que sentía que evolucionaba en él eran las ganas de comerle la boca a Hoseok que terminaban por evolucionar sus ganas de quitarse la vida. Todo en ascenso positivo, aunque fuese algo negativo de oír.

—Más de lo que creerías —contestó Kim, dejando la libreta a un lado con el bolígrafo dentro.

—¿Cómo cuál?

—Ahora me hablas directamente, por ejemplo, eres capaz de mantener una conversación conmigo, por más mínima que sea. —Sonrió—. También sueles perderte menos en tu cabeza. Ahora luces hasta interesado por tu estado. Hace un año ni siquiera eras capaz de mirarme.

Habían pasado más de doce meses desde el inicio de la terapia. Ya se habían cumplido más de dos años desde que él lo dejó. Desde entonces en su vida no existían los colores, sólo negro y gris, el blanco resultaba demasiado luminoso para sus pupilas. Hasta que apareció Hoseok. En aquel ahora, Yoongi estaba un tanto más pendiente del azul y el blanco que de otras cosas. Aunque siempre volvía atrás cuando recordaba la razón por la cual estaba allí sentado frente a Kim. Era un vaivén.

—¿Algún día dejaré de sentirme así? —preguntó.

Por primera vez quería una respuesta acerca del futuro al que tanto temía. Que Kim transformase su expresión a una mueca entristecida le dijo que no era buena idea haberlo cuestionado.

—Te daré una explicación sincera y concisa, creo que ya eres lo suficientemente mayor para entenderlo. —Yoongi sólo esperó—. Mira, Yoongi, tu padecimiento es crónico, lo que quiere decir que no existe cura alguna. Esto que sientes... La ira, tu comportamiento impulsivo y los cambios de humor, esa forma de ver la vida que te genera episodios de melancolía tan profundos que no sientes nada y conlleva a lo que ya has pasado en varias ocasiones. Todo. Será parte de tu vida para siempre. Lo que no dice que seas incapaz de llevar una vida normal. Si tomas tu medicación y sigues con mi ayuda constante, te resultará más fácil. Siempre debes continuar conmigo. —Curvó sus labios—. Y, sobre todo, tú eres quién decide si dejará que eso afecte negativamente en tu vida.

La verdad es que Yoongi estaba sorprendido. Todo el tiempo nadie quiso ser sincero con él. Nunca le dejaron enterarse de lo que sucedía, ni de por qué sentía lo que sentía, ni cómo sobrellevarlo. Eso explicaba su actitud infantil y muda con todos los especialistas que llevaban a casa. Esos hombres que sólo le hablaban de un problema, pero como él no se sentía un problema, sólo era capaz de ver el problema en los demás. Convivía con las ganas de ya no vivir y luego salía al mundo como si nada estuviese sucediendo. Creía que sólo era una persona de emociones intensas. Hasta ese día. En un cuento corto, era una monstruo sin remedio. Ser presa de un trastorno más cambiaba mucho su percepción de las cosas.

Que bien. Tenía un nuevo tormento.

—Oye —llamó Kim—, tienes que entenderlo bien. Tienes mucho por delante, Yoongi, estás aprendiendo a llevarlo de la mejor forma posible, vas lento, pero vas bien. Si lo aceptas y me obedeces sobre tomar tu medicación, será sencillo.

—¿Las personas podrán aceptarme más así?

Kim asintió.

Esa misma noche, Yoongi tomó su primera pastilla, en un silencio esperanzado.

Esa misma noche, Yoongi tomó su primera pastilla, en un silencio esperanzado

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora