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Agosto, 1951.

Confiarle sus problemas personales e historias de infancia no era una buena idea, Hoseok lo sabía. Sin embargo, allí se encontraba, caminando alrededor de la plaza central del pueblo, con un helado entre sus manos, hablando sin cesar sobre cada cuestión que Yoongi ejercía. Su curiosidad era implacable, aprendió eso sobre él en tan sólo el último mes.

En realidad, aprendió mucho sobre Yoongi. Por ejemplo, ya sabía que podía hablar muy rápido cuando se emocionaba, por lo que debía poner especial atención para no perderse de nada. Todo lo que hiciese sonreír a Yoongi, ponía a Hoseok feliz. También aprendió que Yoongi amaba escribir y transcribir partituras, o crear canciones que jamás veían la luz, aunque por ellas se encerraba casi todo el fin de semana en su sala de instrumentos.

—Prometo algún día tocar para ti.

—Lo espero con ansias.

Aquel día, por alguna razón su mano terminó sobre la de Yoongi, quien no emitió ningún sonido ni formó un gesto de disgusto. Permanecieron en ello el resto de la tarde.

—¿Tuviste novia alguna vez? —cuestionó Yoongi. Los pies de Hoseok se detuvieron y entornó la mirada—. Oh, vamos, Hoseok, no puedes negarme que alguna vez le gustaste a alguien.

—Tal vez. —Se llevó el helado a los labios un momento, pensando en una respuesta que no denotase sus nervios—. Tuve una —cedió—, a los quince.

—Lo sabía. —Se encogió de hombros. Volvieron a caminar—. Este mundo no podía contar sin un beso de Jung Hoseok. Vaya suerte.

Notó sus orejas abrigarse. Realmente se sentía avergonzado cuando Yoongi mencionaba algo sobre él, sobre lo atractivo que le parecía o algo similar.

—¿Qué es de ella?

—No lo sé.

—¿Y no quieres contactarla? ¿No te da curiosidad?

Lo analizó un momento. Ella partió del pueblo hacían varios años, por ende, no sabía más allá de eso.

—No, realmente —contestó con sinceridad.

—Ya veo. Ojalá a mí pudieran gustarme. —Luego bufó.

—No pienso en eso.

—Lo sé, Hoseok. Tú ya no te perteneces.

Algo dentro de sí se puso en alerta con aquellas palabras, nunca lo vio de esa forma antes. Abandonó todo sin mirar atrás, incluso sus propios instintos. ¿Era así? ¿Ya no pertenecía ni a sí mismo?

—¿Qué hora es?

—No lo sé. ¿Las seis? ¿Siete, tal vez?

—Oh. —Alzó la mirada hacia la Iglesia, a unos escasos pasos de donde se encontraban—. Tengo que preparar la misa.

—Oh —musitó Yoongi—. Ya veo. Pues son las cinco, entonces.

Hoseok caminó un par de pasos para quedar frente a Yoongi y mirarlo con algo de detenimiento. Siendo el chico un poco más bajo que él, terminó alzando la mirada con curiosidad, al igual que sus cejas.

—¿Qué? —inquirió Yoongi ante la sonrisa que involuntariamente se formó en sus labios.

—¿Quieres acompañarme? —recibió un par de pestañas aleteando en sorpresa—. No tienes que hacer nada. Sólo acompañarme.

—¿El cura no se enoja?

—No aparece hasta las ocho.

—Está bien. —Yoongi sonrió.

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora