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Junio, 1952.

—Hoseok está aquí —murmuró Sukja pasando por su costado con una bandeja entre las manos.

Se paralizó apenas escuchó la pronunciación de su nombre. No esperaba verlo allí. El padre Jongsu dijo que estaba enfermo. Sabía que no quería verlo específicamente a él. Se suponía que no debía estar allí. Era una ceremonia tranquila. Sólo iba a enfocarse en los invitados antes de marcharse con Namjoon al nuevo sitio que había logrado ganar para ambos dentro de su nueva casa.

Iba a estar todo bien.

Él iba a estar bien.

—¿Qué dices? —cuestionó nervioso.

Comenzó a caminar a un lado de Sukja con paso calmado, moviendo la mano como si le estuviese dando una orden.

—Acabo de verlo salir con Hana hacia el patio trasero. —La chica asintió hacia un invitado, mientras le ofrecía una copa—. Deberías estar atento.

¿Más atento? Ya vivía en un constante estado de alerta, porque su sistema pensaba que siempre había una amenaza cerca y que todo lo malo podría sucederle apenas se descuidase. Jamás estaba despistado. Los latidos de su corazón se lo explicaban de manera frecuente.

—Saldré a buscarla —dijo.

—No —sentenció Sukja—. Será sospechoso.

—Me importa una mierda lo que sea sospechoso o no. Mi mujer está con él afuera, quizá contándole todos mis secretos. No soporto que divulgue mi maldita vida con cada cura que se le cruza por delante.

Alcanzó a notar la expresión preocupada de Sukja cuando giró para alejarse dando zancadas. No había vuelta atrás. La voz de su madre lo alertó cuando pasó por su lado, mas continuó. Nadie lo detuvo hasta que llegó a la puerta que daba hacia el patio trasero de la casa.

—Espero que pueda ayudarme, señor Jung —escuchó. Se detuvo en seco y colocó la oreja contra la puerta—. Es eso o detenerlo de otra manera. Espero no tener que tomar medidas extremas para solucionarlo.

—¿A qué se refiere? —La voz suave de Hoseok le causó escalofríos.

—Usted sabe bien dónde van a parar las personas como él.

Hoseok no respondió. Momento exacto en que él abrió la puerta para anunciar su presencia. Hana se levantó de golpe apenas lo vio. El diácono agachó la cabeza. Qué bien lo conocía, sabía que había escuchado.

—Adentro —ordenó hacia su mujer—. Aquí está fresco.

Hana asintió y le dio una última mirada a Hoseok antes de pasar por su costado en silencio.

—Deberías hacer lo mismo —añadió para Hoseok, quien ni siquiera lo miró—. Hace frío aquí afuera.

—Estoy bien.

—No tenías que venir si no querías.

—Sí quería.

—¿Y por qué quieres quedarte afuera?

—Entraré en un rato. No te preocupes.

—Hoseok...

—¿Sí?

—¿Por qué insistes en hacer las cosas tan...?

Se detuvo. El corazón se le paralizó. La voz de Kim Namjoon resonó contra sus oídos con más fuerza de la aparente.

—¿Mi amor?

Claro que le diría «mi amor», ¿por qué no lo haría? Estaban acostumbrados a tener ese tipo trato el uno con el otro.

Pero Hoseok no tenía que escuchar.

—Ven adentro. —Namjoon tomó su cabeza y le besó la sien—. Tu amigo acaba de llegar. —La sonrisa de Namjoon desapareció cuando vio a Hoseok sentado a pocos pasos de ambos—. Oh.

—Cuidado con las palabras —murmuró Hoseok con la mirada puesta en la oscuridad del jardín—. Nunca sabes quién puede escucharte.

—¿Disculpa?

—Namjoon... —suplicó Yoongi—. Adentro, por favor.

—Hana me dijo que estabas solo.

—Nunca le creas una palabra a esa mujer, Namjoon.

¿Por qué Hoseok no dijo una palabra? ¿Por qué no se movió siquiera? Parecía una estatua. Con la mirada fija en el vacío y la penumbra del jardín que se extendía frente a él, los labios cerrados y una expresión impasible. No le importaba en lo absoluto, era evidente.

Haz algo, rogó Yoongi en su interior.

Dile que te pertenezco.

No permitas que me lleve lejos de ti.

—Vamos —murmuró con una media sonrisa—. El señor Jung quiere estar solo.

Tomó el antebrazo de Namjoon antes de que debatiese. Necesitaba sacarlo de allí, alejarlo de Hoseok.

—¿Es el novicio del que me contaste?

—Calla.

—Pero, Yoongi, no pasa nada si sólo estaban hablando. Porque sólo hablaban, ¿verdad?

Por desgracia.

—Salí a buscar a Hana.

—Pero te quedaste con él. Está bien si quieres hablar con él. No me incomoda que mantengan relación, después de todo son...

—Cállate —lo cortó—. No quiero que menciones una palabra sobre eso nunca más, ¿me entendiste? Que te lo haya confiado no te da derecho a hablar como si fuese nada.

Todavía dolía.

Dolería siempre.

—Bien. Lo siento. —Namjoon se liberó de su mano—. Iba a pedirte que nos fuésemos a nuestro sitio, pero supongo que no estás de humor para eso.

—No. Vete a casa, por favor.

—Como sea, Yoongi.

Odiaba que terminase las discusiones de esa manera. Namjoon no entendió que nunca más correría detrás de él.

 Namjoon no entendió que nunca más correría detrás de él

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora