Epílogo
Septiembre, 1960.
—¿Qué piensas hacer con eso? —cuestionó con burla.
—Ya verás. Ten paciencia.
Observó a Hoseok acomodar una sábana extraña en la pared. La verdad es que no lo pensó muy bien hasta que la vio caer al suelo y revelar lo que realmente escondía.
—¿Cuándo hiciese esto? —cuestionó con sorpresa.
Su corazón se aceleró por la felicidad. No llevaban demasiado tiempo viviendo allí. De alguna forma salieron adelante con rapidez después de que el dueño de su última casa los echase por «degenerados».
—Ya era tiempo de que la casa tuviese algo nuestro —contestó Hoseok con una sonrisa y expresión orgullosa—. Nos acompañará a todas partes.
Se acercó hasta él para rodearlo por la cintura, apoyando la sien contra su hombro, sin quitar la mirada del retrato de ambos, justo en medio de la pequeña sala en su pequeño hogar.
Se veían tan cómodos y felices como lo eran, porque eran una familia.
—Contigo es suficiente para mí —murmuró Yoongi.
—¿No te gusta?
—Oh, claro que sí. Me encanta.
—Eso quería escuchar. No debes preocuparte por nada.
—¿Cuánto?
Entornó la mirada.
—Es un regalo —alega Hoseok. Él ríe bajito—. No puedes preguntarme precios, Min Yoongi.
Chasqueó la lengua.
—Bien, bien. Sí me encanta, gracias.
Hoseok se movió para tomarlo por los hombros y mirarlo a los ojos. Supo perfectamente de qué se trataba. Siempre lo hacía para cuestionarle si había tomado su medicación a tiempo.
—Lo hice —aseguró.
—¿Seguro?
—Sí, cariño.
—Bien. —Hoseok sonrió—. Sé que es difícil. Estoy orgulloso de ti.
—Todavía me duele un poco el estómago cuando lo hago.
Tuvo suerte, la verdad. Cuando Hoseok apareció aquella tarde en el hospital, él acababa de tomar las pastillas que escondió dentro de sus zapatos para acabar con su vida de una vez por todas.
No supo cómo lo logró, pero lo hizo. Cuando despertó una semana después, Hoseok estaba a su lado leyendo un libro y lo primero que le dedicó fue una sonrisa. No se marchó en un ningún momento. La enfermera se encargó de repetirlo de manera constante durante su recuperación. Además de mencionarle lo afortunado que era de tenerlo en su vida, porque le murmuraba palabras de amor cada que tenía la oportunidad.
No volvió a alejarse de él desde entonces. Hoseok fue a buscarlo para cumplir la promesa que le había hecho tiempo atrás.
—Estarás bien —le mencionó volviendo a sonreír para darle ánimo como cada día del reinicio de su vida—. Estoy aquí contigo.
—Lo sé. Estoy contigo y estoy vivo.
—¿A qué hora vas a ver a tu terapeuta?
—Mañana por la tarde, después del trabajo.
—¿Quieres que te acompañe?
—Siempre quiero.
—Bien. —Lo besó unos segundos—. Ahora, tú y yo disfrutaremos este domingo como debe ser.
Cada tarde de cada domingo de sus vidas desde que Yoongi recuperó la conciencia y abandonó la sala de aquel hospital para no regresar jamás, Hoseok y él salían a pasear como buenos amigos. Visitaban el restaurante que Sukja manejaba junto a su nueva familia y luego volvían a casa para acabar entre las sábanas amando la piel del otro. Era una rutina.
Yoongi odió siempre las rutinas, porque lo agotaban, pero también amó que Hoseok las armase para ellos. Fue considerablemente saludable convivir así. Aunque en ocasiones se las saltaban y cambiaban, porque las ansias de amarse eran más fuertes que salir de la cama a tiempo.
Con el pasar de los años, Kim Taehyung también volvió a su vida. Yoongi sólo no pudo negárselo. La razón por la cual dejó de visitarlo en el hospital fue su silencio. En aquella época sólo hablaba con su enfermera encargada.
Aquella tarde de otoño Taehyung caminaba a su lado por las calles de Dwaen, con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo. Alto, fornido y guapo. Yoongi sonrió con amplitud por la incomodidad que parecía sentir.
—Puedes hablar conmigo igual que antes, Tae.
—¿Puedo? —Asintió—. Ha pasado mucho tiempo, la verdad. No sé cómo tratarte, estás... diferente.
—Espero que eso sea bueno.
—Lo es.
—Trátame como tú quieras. No voy a quejarme.
Se miraron. Taehyung se mostró apenado.
—¿Por qué nunca me lo contaste, Yoongi? Lo hubiese entendido.
—Lo sé, pero no tenía mucho remedio en ese entonces. Que lo supieses no cambiaría nada.
—Hubiese cambiado tu vida. —Taehyung desvió la mirada—. Tal vez hubiésemos huido juntos, antes de que ellas te encerrasen, o incluso después, quizá pude hacer algo por ti.
—No me hubiese ido contigo. Tampoco quería hablarlo. Estaba ciego.
—Y estúpido.
Rieron al unísono.
—Evidentemente —aseveró.
—Dios, Yoongi... de verdad, lo siento. No sé cómo pude ignorar tantas cosas, creyendo que pasarían de la nada.
—Tienes tu propia vida y tus propios problemas. —Se encogió de hombros—. No soy el centro del universo.
—¿Crees que podamos ser amigos otra vez?
—Si estás dispuesto, sí.
—Las relaciones se construyen de a dos —aclaró.
—Por eso. —Rio—. Yo también lo estoy.
—Bien.
—Bien.
—Entonces —vaciló Taehyung—. Quiero conocer a tu pareja.
—Ya lo conoces.
Todos lo conocían. Yoongi y Hoseok no vivían en Dwaen desde hacía muchos años, pero se podía asegurar que cada ser vivo de aquel pueblo conocía su relación. Todos y cada uno de ellos. Comprendían sus miradas cuando iban de visita. Comprendían su ignorancia. Sólo que ellos vivían felices a un par de muchos kilómetros de allí.
—Sólo preséntamelo —insistió Taehyung.
Lo aceptó.
Aquella tarde de otoño en medio de octubre de mil novecientos sesenta, Min Yoongi camino hacia Jung Hoseok para tomarlo de la mano. Lo acercó hacia su mejor amigo, y los tres sonrieron.
Hizo lo mismo con su padre un año después.
Hoseok con su madre al poco tiempo.
Cuando una cinta se corta puedes hacerle un nudo. No importa cuántos nudos armes, la cinta no resistirá y se cortará de todas formas.
Porque es necesario.
La cinta necesita cortarse para siempre.
Es la única manera de tomar el extremo de otra.
Fin.
✁ L a f r a g i l i d a d d e u n n u d o →
Y o o n s e o k
14/09/2022
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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.
Fanfiction✄ : ❝ Cuando una cinta se corta puedes hacerle un nudo. Min Yoongi no conocía mandamientos más allá que los de su propia historia. Jung Hoseok se sabía los diez de memoria. Se pisaban los talones desde el punto de inicio. Con remiendos en el pecho...