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Abril, 1952.

—Adelante.

Podía desear cualquier cosa, menos obedecer a aquella palabra. Ese día Hoseok lo que más quería era devolverse a Byeol para siempre. Y no dudaba en desligarse de la responsabilidad que significaba Seokjin para lograrlo. En realidad, no le importaba nada.

Se sentó donde siempre, siendo escudriñado por el sacerdote y cuestionado por su actitud ante todo durante la última semana. Abandonó sus actividades diarias. Ya no programaba nada para ningún día específico, porque lo único que quería era marcharse. Necesitaba que su primera semana de vuelta en Dwaen, también fuese la última para siempre. No lo soportaba más. Hoseok sentía que la fortaleza que alguna tuvo para sobrellevar la adversidad ya había pasado sus límites. No le quedaba nada.

Por eso, aquella tarde lo dijo.

—Quiero marcharme.

El padre Jongsu lo observó con asombro, pestañeando más de lo usual, intentando comprender qué estaba escuchando y analizando las razones de peso que su único sucesor tenía para dejar el puesto en manos de cualquier otra persona.

—Ya no aguanto más viviendo aquí —añadió frente al silencio que recibió como respuesta.

—Necesito razones de peso para permitirte algo como eso, hijo. Tienes una misión que cumplir y es tu deber quedarte al menos este año antes de iniciarte como presbítero. —El sacerdote se inclinó hacia adelante—. Y bien sabes que me debes al menos dos años más aquí para que Seokjin pueda tomar tu puesto. No me queda mucho para permanecer, sabes que ya no aguanto igual que antes.

—¿No es suficiente el hecho de que he roto mis promesas? —cuestionó con desgano. Ni siquiera tenía ánimo para discutir—. Sólo quiero salir de este pueblo infame.

—Más cuidado con como te diriges hacia tus raíces, Hoseok.

—No estoy de ánimo para discutir una estupidez como esa, padre.

—¿Qué mosco te ha picado? Llegaste de maravilla la semana pasada, ¿por qué estás así?

¿De maravilla? Pensó y quiso burlarse. Nunca quiso llegar, en primer lugar, porque no soportaba los recuerdos. Y ver que Yoongi ya lo había superado, cuando él apenas podía dormir con la culpa, lo hizo todo más insoportable.

—Usted sabe muy bien lo que me sucede, padre —aseguró, desviando la mirada, porque después de todo le daba vergüenza aceptar que continuaba enamorado de su hermano menor—. No finja lo contrario.

—Creí que ya habías superado ese tropiezo —masculló—. El chiquillo ese ya debería ser historia.

—Pero no lo es.

—Es tu...

—Sí —cortó—. Lo sé. Pero eso no arregla nada en mi vida. Es más, lo empeora todo.

Hoseok podía asegurar que aquella noticia, a diferencia de lo que cualquiera creería, le había arruinado la vida para siempre. Jamás se perdonaría haber causado tanto daño. A su madre, al sacerdote, a sí mismo y, sobre todo, a Min Yoongi.

—No sé qué quieres que haga por ti. El lazo de sangre no lo puedo deshacer. —Alzó la mirada para enfocarse en él, le comenzó a hervir la sangre de pronto—. Agradece que lo dije antes de que... —No terminó.

—¿Qué? —preguntó con enfado—. ¿De que fuese más fuerte el sentimiento? Porque lo amo como no se hace una idea, padre. ¿O de que los Min se enterasen? Porque estoy casi seguro de que al menos Yejun lo sabe. ¿O qué? ¿A qué le teme tanto? Porque todo lo que puede llegar a imaginarse, sucedió entre nosotros.

Notó al instante como la expresión del sacerdote cambiaba de manera abrupta pregunta tras respuesta. Hoseok acababa de cavar hondo, pero no sabía exactamente en qué. Sólo lo había logrado, el padre Jongsu estaba muerto de miedo.

—Voy a hacer mis propias llamadas —mencionó antes de marcharse—. Pero no espere más de mí. Ya no aguanto.

 Ya no aguanto

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora