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Septiembre, 1951.

No podía vivir una historia de amor, es decir, ¿por qué Dios le otorgaría ese beneficio en una situación tan compleja?

A veces, es complicado saber quién será veneno en la vida y quién será el antídoto para sobrevivir. Hoseok pasó toda su vida coexistiendo con el veneno a su lado, y a pocos pasos de caer envenenado, apareció Min Yoongi para entregarle el antídoto.

Aquella mañana despertó con una sonrisa enorme, a pesar de lo avergonzado que se sentía por la noche anterior. Llegó más tarde de lo esperado, acompañado por el mismo Yoongi.

De por sí el padre Jongsu se encontró molesto por la situación, pero en ese momento no sabía qué estaba sucediendo. Hoseok permanecía tembloroso, con las mejillas ardiendo, una más que la otra, con el sacerdote frente a él. ¿Cuántas veces su madre osó ponerle una mano encima? Ninguna. De niño ella siempre le explicaba que a un niño no se le enseña con golpes, por más que su padre pensase lo contrario. Con su madre era un niño feliz que podía cometer errores y aprender de ellos, mientras que con su difunto padre debía ser un hombre que no lloraba. Ese día era ambos. Pedía perdón a Dios con el pómulo ardiendo y no lloraba por más impotencia que tuviese en su interior.

Si el padre Jongsu no obtuviese represalias por asesinarlo, quizá lo hubiese hecho, sus ojos lo decían todo. Él sólo permaneció quieto, con las peores ideas en mente. Con las ansias de decirlo todo, y a la vez sin querer decir una palabra. Sentía miedo.

—¿Estás asustado? —inquirió el sacerdote. Hoseok notó como la voz por poco le raspaba la garganta debido a la ira—. ¿En qué piensas? Mírame cuando te hablo, Jung Hoseok. —Cual niño pequeño, y poco dispuesto a obedecer, buscó esa pizca de valentía que a veces llegaba y alzó la mirada—. Me parece hilarante que finjas no tener idea de lo que sucede. —Ambos endurecieron la mandíbula al mismo tiempo, algo que pareció hacer enfadar mucho más al sacerdote—. Sabes lo que hiciste —acusó.

Hoseok dio un leve asentimiento.

—Sí, lo sé.

—Te lo advertí. Te pedí que tuvieses cuidado, que no le dieses confianza, que es peligroso, pero jamás me obedeces... —Rio con amargura—. Y caíste, ¿no? Caíste con él en su inmundicia. ¿Es sencillo volverse maricón? ¿O te está pagando para esto? Porque si necesitas dinero, puedes pedírmelo. No tienes que hacer estas cosas.

Sobrepasó la valentía para unirse al pánico. Aquello ya no recaía en las sospechas, estaba siendo completamente claro y específico. Comenzaron a sudarle las manos, no por el miedo creciente, sino por las ansias que sintió por defender a Yoongi de sus palabras. No fue así de sencillo. Para Hoseok todavía era una situación que lo mantenía en vaivén cuando no tenía al chico cerca, pues sobrepensaba demasiado la situación. Aún dudaba, aún tenía miedo de lo que podía pasar si alguien más se enteraba.

Jamás lo dijo, pero sí lo pensó cada día de su vida.

—¿No vas a defenderte?

—¿Qué quiere que le diga? Además de que está equivocado.

—¿O sea que lo que oí anoche me lo imaginé o cómo?

Desvió la mirada, no aguantaba más sostenerla, y mucho menos con la mentira ridícula que estaba por decir.

—No sé de qué me habla.

—Ni siquiera puedo repetirlo sin vomitar —murmuró el sacerdote. Tras un momento de silencio, golpeó con fuerza el escritorio, logrando que Hoseok se sobresaltase—. Ya sabes lo que oí. Además de que este pueblo tiene ojos por todos sitios. No sé qué esperas. ¿Cómo te atreves a ir con él a su casa solos y en medio de una multitud?

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora