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Noviembre, 1951.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Hoseok con sorpresa.

Era pasada la medianoche. Yoongi llevaba varios minutos golpeando el portón del patio sacerdotal con desesperación, situación que Hoseok tuvo que detener por órdenes de un molesto padre Jongsu, quien permanecía aún en su habitación aguardando por la noticia que evidentemente no iba a gustarle. Sin embargo allí estaba él, con Yoongi entre sus brazos sollozando, y temblando de pies a cabeza.

—Ven —murmuró.

Caminó un poco para dejarlo entrar y cerrar el portón detrás de ambos. El frío de aquella noche fue más intenso que nunca, por lo que Yoongi no sólo tembló de impotencia.

—¿Qué sucede? —Sus manos tomaron el rostro del chico y le acarició las mejillas intentando limpiar lágrimas que no dejaban de descender—. ¿Sucedió algo a tu familia? —Yoongi negó, pero no respondió. Simplemente lo miraba a los ojos y lagrimeaba en silencio—. Está bien —intentó no insistir, casi mordiéndose la lengua de manera literal—, estoy aquí.

Cedió, sentándose en uno de los escalones de la entrada a la parroquia junto a Yoongi para continuar estrechándolo entre sus brazos. Le era complejo seguir sus emociones y acciones a veces, pues cuando decía que las vivía al máximo, era cierto. Yoongi tenía aquel modo de vida que todos describen como «ahogarse en un vaso de agua».

Estuvieron así durante un buen rato. La presencia del padre Jongsu se sintió cerca y Hoseok estaba listo para enfrentarlo, pero simplemente nunca apareció. Supuso que lo escuchó todo. La situación entre ambos iba en picada.

—No me dieron el lugar —murmuró Yoongi en un momento, sonó agotado—. En la empresa.

—Lo siento.

—No lo sientas. Estoy agradecido. —Acomodó la cabeza en su hombro—. Sólo no cambia nada.

—¿A qué te refieres?

—A que tendré un lugar un poco inferior, pero bien remunerado. A pesar de que me quedaré aquí, tendré que meter mis manos en un sitio que detesto e igualmente voy a casarme.

El estómago de Hoseok se retorció tanto que fue doloroso, su mandíbula se tensó y reconoció ese sentimiento que todos describen como «celos». Lo supo, porque por primera vez deseó ser alguien más y de alguna forma lo decepcionó ser un hombre que jamás tendría la oportunidad de ser bien visto junto a la persona que quería, y que por ello la persona que quería debía irse con otra.

—Y te juro que puedo soportar manejar un lugar de trabajo si así podré tener comida en la mesa todos los días, pero el hecho de que no serás tú quien me espere al llegar a casa me hace mucho daño.

Y a mí, aceptó Hoseok. Notó la presión en su pecho, la cual soportó tanto como pudo para no afligir mucho más a Yoongi.

—Hoseok, no sé cómo continuar con la vida que prepararon mis padres para mí. Después del matrimonio estará en mis manos mantenerlo, y yo no estoy dispuesto a hacer algo como eso.

—¿Es un acuerdo de negocios o tus padres están jugando a la casita de muñecas? —masculló Hoseok.

—Debo mantener la imagen para la empresa. Si cometo un error, mi vida se va a pique, la vida de Hana se va a pique y la vida de nuestros padres también.

La empresa de los Min fue exitosa (manejaban casi el veinte por ciento del petróleo de exportación), Hoseok lo comprendía. Pero no el hecho de que le diesen a un chico de veintiún años una responsabilidad como esa, sobre todo tratándose de Yoongi.

Todos conocían a Yoongi. Entonces ¿por qué insistieron siempre en obligarle a hacer y vivir cosas que no le hacían bien?

—Dilo —pidió Yoongi, alzando la cabeza para mirarlo a los ojos. Los de Hoseok mostraron interrogación—. Dime que no me case y no me caso.

Hoseok tomó el rostro de Yoongi entre sus manos para evitar que se alejase de aquella distancia escasa que mantenían.

—No puedo hacer eso —murmuró con la culpa fundiendo su corazón—. Tu vida está en juego. Y si tu vida peligra, jamás me perdonaré si algo le sucede.

—Por favor —susurró Yoongi, las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos—. Por favor, dilo.

Pero él negó suavemente con su cabeza y acercó sus labios a los de Yoongi para besarlo unos segundos.

—No quiero que te cases —dijo contra sus labios—. Odio que debas hacer lo que tus padres te obligan a hacer. Pero sin importar lo que decidas, yo siempre voy a estar aquí para acompañarte. Con Hana Yi o sin ella, voy a quererte, eso no va a cambiar nunca.

—Hoseok —suplicó.

—Piensa en ti, Yoongi, necesito que pienses en ti. Con claridad, de manera fría. Sólo piensa en ti.

Sus labios volvieron a unirse, esta vez impulsado por Yoongi, con más premura, aferrándose el uno al otro como si sus vidas estuviesen al borde de acabar. El estómago de Hoseok continuó molestando, pero su corazón se aceleró al sentir las manos de Yoongi presionando su cintura con fuerza en un intento por acercarlo a él en aquella posición tan incómoda.

—No puedo pensar en mí, si no es contigo —dijo Yoongi, escondiéndose en su hombro. Hoseok le acarició la espalda.

—Estarás conmigo —aseguró.

—¿Prometes recordármelo siempre? Jamás quiero perder el rumbo y si tú estás, siempre tendré donde resguardarme.

—Lo prometo.

Lo decía de corazón. Nada dentro de su historia estaba prescrito, pero a él le gustaba sentir que Yoongi se relajaba bajo sus manos.

 Nada dentro de su historia estaba prescrito, pero a él le gustaba sentir que Yoongi se relajaba bajo sus manos

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora