29
Junio, 1951.
Días posteriores a iniciar sus encuentros con Yoongi, Hoseok volvió a retomar su vida en algo relativamente anormal. Entre las sesiones y su trabajo diario en la Iglesia, se mantenía ocupado a tiempo completo y apenas aquel domingo logró respirar algo de descanso. Aunque desde la mañana se sentía preocupado, quizá por el estrés acumulado. Se duchó y observó al espejo con atención, considerando cortar un poco más su cabello para ver si así dejaba de sentirse tan extraño consigo mismo.
Era temprano, se dirigió al campanario para anunciar un nuevo día, permitiendo al padre Jongsu un par de horas de sueño más. Era un domingo extraño, pues no habría misa matinal. Aprovechó el tiempo para ordenar la sacristía y revisar papeleo en la parroquia.
Así era como transcurrían los días para él, sin noticias de su madre o sus hermanos, extrañando a su padre con dolor en el pecho, visitando a Yoongi al menos cuatro veces por semana. A mediados de junio, fue visitado por sus hermanos, y con permiso del sacerdote, los tres almorzaron juntos y pasaron buenas horas de la tarde dando vueltas por el marcado. Hissuk y Omai compraron regalos para sus familias, quienes para su sorpresa, se encontraban en el pueblo en casa de su madre.
—Quería verlos —explicó Hissuk—. Sabes que mamá adora a las chicas.
—Sólo a las pequeñas —añade Omai con burla.
Los hermanos mayores de Hoseok se pelearon con una mezcla de broma y realidad acerca de cuál de sus mujeres su madre quería más. La respuesta era: a ninguna. Lo que ninguno de ellos sabía era que la mujer aguantó sólo a una novia de sus hijos en la vida, y esa fue la única novia que Hoseok tuvo en la adolescencia antes de ingresar al seminario. Vivió, por muchos años, con la ilusión de que contrajeran matrimonio.
—¿Quieres verla? —preguntó Hissuk.
Estaban sentados en la plaza, con un helado entre las manos, donde muchas personas transitaban como cada día. Esa plaza era uno de sus lugares favoritos, pues no era así de linda cuando él partió, no tenía árboles ni asientos donde pasar el tiempo, mucho menos empedrado para caminar con tranquilidad sin llenarse los pies de tierra. Algunas personas iban ajetreadas por el trabajo, otras por los estudios, y luego estaba él, quien básicamente no hacía nada interesante más allá de visitar a los Min u ordenar la sacristía.
—Sí —respondió sin mirarlos.
Sus hermanos lucían serios y agotados, y sus nervios aumentaban con el pasar de los minutos silenciosos. Quería saber qué ocurría, pero, al mismo tiempo, tenía miedo. No sabía qué podrían contarle y qué tan difícil sería para él enterarse de lo que fuese.
—¿Por qué están tan callados? —inquirió entonces.
—Queremos que vayas a visitar a mamá —respondió Omai— para que hagan las pases.
—No suena a buen plan. —Rascó detrás de su oreja—. La última vez me dejó clara su postura, y no fue precisamente agradable.
—Estarás junto a nosotros, te defenderemos de cualquier cosa que diga. Es momento de que acepte tus decisiones. Esta es la vida que escogiste y es tan válida como la de cualquiera, Hoseok.
—Fuiste el único capaz de cumplir con sus verdaderos sueños. —Hissuk le acarició la nunca—. Aprendimos a admirarte por ello y queremos que seas feliz.
Aceptó, sin chistar, sin más que decir. Hoseok y sus hermanos iniciaron su camino hacia la casa de su madre. Temía por su estabilidad y sentía cierta vergüenza anticipada debido a la presencia de sus sobrinas y cuñadas en casa, quienes podrían escuchar la conversación si así deseaban. Sin embargo, Omai le explicó que las mujeres se llevarían a las niñas, mientras ellos solucionaban sus problemas familiares.
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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.
Fanfiction✄ : ❝ Cuando una cinta se corta puedes hacerle un nudo. Min Yoongi no conocía mandamientos más allá que los de su propia historia. Jung Hoseok se sabía los diez de memoria. Se pisaban los talones desde el punto de inicio. Con remiendos en el pecho...