34
Agosto, 1951.
El calor subió hasta sus mejillas, consciente de que fue atrapado en la mayor fechoría de su vida y no era precisamente el hecho de que Yoongi estuviese allí.
—Lo siento, Hoseok. —La mano del chico fue a parar hasta su cabello húmedo para despeinarlo un poco—. Ese es el efecto de tenerme cerca: sólo problemas. Puedes llamar a mis padres.
—¿Estás seguro?
—No. La verdad es que no quiero irme, pero si el cura quiere, entonces hazlo.
—Vendré en un segundo.
—Claro. —Se encogió de hombros—. Estaré justo aquí.
—Voy a solucionarlo. No te preocupes.
En realidad, no sabía cómo saldría, pero pretendía dar a Yoongi una sensación de tranquilidad por más mínima que fuese para que evitase centrarse en los problemas. Le rogó a todo lo divino que le iluminase para no hablar de más y saber justificarse con lo exacto, sin que se notase su nerviosismo frente al tema. Rogó comprensión para Yoongi, por más que ni él la tuviese del todo.
Tomando un profundo respiro, llamó a la puerta de la parroquia y tras escuchar un profundo «adelante», entró. El silencio fue brutalmente incómodo, el sacerdote lo observó con atención, los codos apoyados sobre su escritorio y las manos cubriendo la mitad de su rostro.
—¿Y bien? —cuestionó, ya que Hoseok no pronunció palabra.
—Todo tiene una explicación —contestó, sintiéndose un idiota.
«Hoseok, quiero besarte».
«Entonces hazlo».
—¿En qué piensas, hombre? —exclamó, lo suficientemente molesto para hacerlo sentir diminuto y culpable—. ¿Qué se supone que está haciendo aquí? Encima, en tu dormitorio. Solos. ¿Qué pretendes que piense yo?
—No entiendo a qué se refiere —aclaró—, pero le prometo que era una situación necesaria.
Le comentó el asunto de la llamada, cuyo sonido del teléfono el sacerdote claramente escuchó, y de como terminó empapado justo allí, antes de ser atrapado con la boca de Yoongi sobre la suya. Por voluntad propia, para variar.
Aunque claro, ese detalle se lo guardó.
El sacerdote pareció bajar la guardia.
—Mira, hijo —apaciguó la voz—, hiciste bien. Eres demasiado bueno e ingenuo, lo entiendo, pero tenemos otros lugares donde pudiste llevarlo. Es innecesario que esté justo en tu dormitorio, porque sabes bien que puede malinterpretar tus acciones.
—No pensé con claridad, lo siento.
—Como sea. —El sacerdote movió la mano para restar importancia y eliminar la tensión entre ambos—. Prepárale algo caliente y llama a sus padres. Yo iré a dormir.
—Pero. —Los pies del sacerdote se detuvieron—. No quiere marcharse —casi murmura.
—No me importa.
—¿No cree que es una mala idea presionarlo? —Recibió una ceja alzada—. Sabemos que no se encuentra del todo bien, y que puede alterarse con cualquier cosa. Podríamos causar más daño.
—Está bien —exhaló el padre Jongsu, abriendo uno de los cajones de su escritorio—. Ten. —Extendió una llave hacia él—. Que duerma en la seis.
Hoseok la tomó sin dudarlo. No pudo evitar sonreír de alivio.
—Gracias.
—Primera y última vez que te atrapo en este tipo de cosas. Comenzaré a sospechar, Hoseok.
A él no le importó. Observó al sacerdote marcharse, llamó a casa de los Min para asegurar el bienestar de Yoongi, y luego caminó hasta su dormitorio con una taza de té entre las manos. Encontró al chico sentado en la orilla de su cama, con la ropa seca que le ofreció y el cabello acomodado, aún húmedo. Se lo notaba distraído, así que entró con lentitud y cerró la puerta detrás de él con suavidad.
—¿Tienes frío? —preguntó con la voz suave, acercándose. No obtuvo más que una negación con la cabeza—. Te traje un té. No sé si lo bebes con azúcar, pero le puse sólo un poco.
Yoongi recibió la taza entre sus manos y la colocó sobre su regazo, viéndola durante un momento hasta alzar la mirada y fijarse en él.
—Gracias —murmuró y llevó la taza a sus labios. Labios que Hoseok vio con atención acariciar el borde de porcelana—. ¿A qué hora llegarán mis padres?
—He llamado sólo para avisar que estás bien. Vendrán por la mañana.
—¿Y dónde voy a dormir? —Alzó las cejas con curiosidad, pero de una manera extrañamente sugerente que le acaloró las mejillas a Hoseok.
—Puedes dormir aquí. Yo estaré en la habitación contigua.
—¿Cuál?
—La seis —susurró. Los labios de Yoongi se curvaron a medias y volvieron a posarse en la taza—. Que descanses.
—¿Podrías quedarte un poco más? —La taza fue dejada sobre la silla a un lado de su cama—. Sólo hasta que me duerma. Me cuesta un poco lograrlo en lugares ajenos.
Analizó la situación, como lo hacía últimamente, buscando un lado negativo que le ayudase a encontrar una excusa para huir de sus anhelos, pero no la encontró. No había nada perverso en los ojos oscuros de Yoongi, sólo cansancio. Y tristeza. Lo vio acomodarse bajo sus sábanas y moverse hacia un costado para dejarle espacio.
—Aquí.
Bajo su cabello blanco, Hoseok ocultó sus agravios. Con las mejillas ardiendo. Se recostó donde le pidió, sin mucho espacio para mantener la distancia, pues la cama era pequeña. Ya se había delatado a sí mismo antes, ¿qué más podía hacer?
Aquella noche se permitió pensar sin temor, intentando ordenar lo que consideraba revuelto, al mismo tiempo en que observaba a Min Yoongi caer dormido.
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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.
Fanfiction✄ : ❝ Cuando una cinta se corta puedes hacerle un nudo. Min Yoongi no conocía mandamientos más allá que los de su propia historia. Jung Hoseok se sabía los diez de memoria. Se pisaban los talones desde el punto de inicio. Con remiendos en el pecho...