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Agosto, 1952.

Apenas el sol despuntó anunciando un nuevo amanecer, abandonó la cama en su dormitorio dentro del patio sacerdotal y caminó en dirección al campanario. El único lugar vacío donde nadie podría encontrarlo a menos que tuviese el valor de superar el vértigo que significaba llegar hasta allá.

Se deslizó de espaldas por la misma pared en la que permanecieron tomados de la mano en más de una ocasión y se aferró a sus rodillas una vez tocó el suelo. Escondió el rostro entre sus brazos.

Cuestionó en un millar de ocasiones si sus decisiones estaban siendo las correctas, y no comprendía cómo es que todos al final se lo confirmaron. Sus decisiones jamás fueron las correctas, porque ni siquiera fueron tomadas en cuenta. Todos tenían una vida planeada para él y la manejaron a su antojo y conveniencia.

Era un hombre perdido que no podía ser feliz por cuenta propia.

Al final sólo era eso: un ciervo de cualquier persona que lo quisiese utilizar.

Al final sólo era eso: un ciervo de cualquier persona que lo quisiese utilizar

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora