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Septiembre, 1950.

Repasar sus memorias y, al mismo tiempo, reencontrarse con los Min lo mantuvo en alerta durante toda la semana. Debía evitar errores verbales a como diese lugar, un enorme desafío para una persona que siempre estaba dispuesta a arruinar el ambiente de cualquier sitio. Fuese consciente de ello o no.

Después de tomar el té con el padre Jongsu, Hoseok se dio un extenso baño. Observó durante un buen momento su imagen en el pequeño espejo de su dormitorio, extrañando al crío de diecisiete años que alguna vez fue. No le gustaba lo que veía.

—Sólo eres un simple novicio —aclaró a su reflejo—. Deja de preocuparte por tonterías.

Entonces decidió afeitarse para la ocasión.

El sacerdote llamó a su puerta unos minutos después.

—¿Estás listo? Debemos partir ahora. Sal de una vez.

Tan autoritario como un padre. El sacerdote siempre encontraba una forma de hacer que Hoseok se sintiese pequeño.

Optó por salir, resignado a su apariencia.

—Por un segundo vi al pequeño Hoseok —comentó el sacerdote, viéndolo perplejo.

—Sólo me afeité. No exagere.

—Te ves bien. Me alegro de que decidieras verte más... decente.

—¿Qué hay de malo con tener algo de barba? —Se tocó el mentón, arrugando el entrecejo.

—Te ves mayor.

—¿Desde cuándo eso es algo malo?

—¿Por qué estamos teniendo esta absurda discusión? —contra preguntó el sacerdote con diversión.

Hoseok debió tragarse sus palabras, pues el vehículo de los Min se acercaba con rapidez. El viaje se basó en silencio, conversaciones cortas e incómodas, miradas del chofer e indicaciones del padre Jongsu para que no se le ocurriese meter la pata durante la noche.

—Y no te entrometas donde no te corresponde —añadió—. ¿Todo claro?

Las advertencias sobre el cuidado que debía tener con Yoongi eran las que más remarcaba, acrecentando las miradas del chofer sobre él y el rubor en sus mejillas.

—¿Cuál es el drama con el muchacho? —preguntó a la defensiva en voz baja.

—Limítate a obedecer y callar.

—¿Es lo que hace un sacerdote?

—Es lo que hace Jung Hoseok, cuando su superior le indica lo que es mejor para él.

En respuesta sólo lanzó un bufido, desviando la mirada hacia la ventanilla del vehículo. Era de noche. El clima frío y las nubes cubrían el cielo estrellado. Todo lograba hacer que Hoseok se sintiese cada vez más encerrado.

Cruzaron la entrada a la mansión de los Min. Allí mismo los esperaba la familia: Min Seohyeon, Min Yejun y Min Yoongi, junto a una mujer de mediana edad de la que no tenía idea alguna, tampoco parecía pertenecer a la familia. Todos lucían elegantes, tanto así que provocaban que las prendas que cubrían a Hoseok se viesen más como unos viejos trapos, incluso si acababa de adquirirlas para la ocasión.

El matrimonio y la mujer desconocida les sonrieron con amplitud, saludándolos con la misma felicidad que transmitían sus sonrisas. En cambio, el chico lucía imperturbable, sólo permanecía allí, observando. Se sobresaltó cuando Yejun le golpeó por lo bajo y terminó extiendo su mano hacia el padre Jongsu. Luego hacia Hoseok. Percibir lo cálido y lo suave de la piel de Yoongi, al contrario de la suya que se había dejado envolver por el frío del exterior, le produjo un escalofrío que inició desde su brazo y terminó en sus pies. Desviaron la mirada al mismo tiempo.

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora