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Septiembre, 1951.

—¿Qué tienes en la mejilla? —cuestionó su madre con preocupación, acercando una de sus manos a su rostro.

Tenía la mejilla enrojecida, tirando a un magullón, tras las reiteradas bofetadas que terminó recibiendo por parte del sacerdote ante su irreverencia por negarse a tratar su asunto con Yoongi con un profesional en el campo de la reconversión de personas desviadas. Apenas era notorio, pero ante el ojo experto de una madre, no cabía duda de lo que era y a qué se debía. Hoseok sabía que ella preguntaba sólo por evitar una discusión que se daría de todos modos.

—No es nada —murmuró Hoseok, alejándose de su tacto para evitar que escociese demasiado por el roce que el pulgar de su madre ejerció contra su mejilla—. ¿Has hablado con mis hermanos? No han llamado desde...

—Hoseok —interrumpió—, ¿quién te ha pegado?

Tragó con fuerza.

—Nadie, madre, tal vez me pasé a llevar mientras dormía o algo así.

—¿Fue Jongsu? —Su madre arrugó el entrecejo, endureciendo la mandíbula de manera automática—. No me mientas, soy tu madre. Dime, ¿te pegó?

—Sólo me ha corregido —aclaró con una pequeña sonrisa que pasó a ser más una mueca entristecida.

Corregido

—repitió ella—. ¿Qué has hecho de mal para que merezcas esa clase de correcciones? Porque no recuerdo haberte criado mal, ni a golpes, Hoseok.

No tiene idea, se dijo, no tiene idea de a quién ha criado. Hoseok sólo pudo pensar en el mal que estaba haciendo. Al el padre Jongsu, con su posición en la Iglesia. A Yoongi... con su alma. Se estaba condenando por algo que apenas podía controlar. Comenzaba a odiarse como nunca antes y no sabía qué hacer con eso. ¿Realmente lo era? ¿Podía curarse si ponía de su parte?

—Sólo he llegado tarde cuando me ha pedido lo contrario. No es nada, madre.

—¿Por qué has llegado tarde? ¿Continúas con el asunto del chico de los Min? ¿Cómo es que se llama?

—Yoongi —murmuró, sintiendo calor en el pecho—. Y... no, en realidad, el asunto del matrimonio está listo. Mi trabajo allí está hecho.

—Ah, me alegro. —Sonrió. Hoseok intentó devolverle la sonrisa—. Ya es hora de que tomes tu distancia de ellos. No traen nada bueno, como te darás cuenta.

—¿A qué se refiere?

—A que Jongsu ha de haberse molestado porque saliste hasta tarde con él, ¿no? —Madre o adivina, la suya lo fue. Fue ambas. O cualquier cosa, menos idiota—. Sabes lo que le enfada que el chico ese sea desviado, como si causase algún daño, y todo eso. Quizá tiene miedo de que te conviertas —comentó lo último con burla.

Hoseok hizo una mueca disgustada sin querer y desvió la mirada, esperando que su madre adivina no siguiese tocando el tema de Yoongi y su considerable desviación que ya había pasado a él sin siquiera esforzarse en ello.

En ocasiones pensó con calma y se cayó en cuenta de que Yoongi jamás hizo algo para que él comenzase a sentirse de aquella manera. Tampoco se le insinuó de manera directa hasta hacía poco menos de un mes en ese entonces. Tenía claro que, si él jamás hubiese otorgado su consentimiento para ser besado, Yoongi jamás lo hubiese hecho.

Ese era el verdadero problema. Todos echaron y echarían la culpa a Min Yoongi por algo que Hoseok hizo solo.

Antes de partir a casa, su madre lo detuvo.

—Hoseok.

—¿Sí, madre?

—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿verdad? —Hoseok asintió e intentó sonreír para ella—. Dile a Jongsu que no se pase de listo, porque se las va a ver conmigo.

 Dile a Jongsu que no se pase de listo, porque se las va a ver conmigo

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La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora