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Octubre, 1951.

Contó los días. Todos y cada uno de ellos. Viviendo el suplicio de permanecer lejos de Hoseok durante tanto tiempo. Diez días exactos. El novicio decidió no acercarse y él optó por hacer lo mismo, enloqueciendo por dentro en la búsqueda de un autocontrol que no tuvo el beneficio de poseer.

Como te odio, se dijo, mirando la carta que acababa de escribir intentando desahogar lo que significaba tener a Hoseok lejos. Como te odio, repitió, rompiendo la hoja en pedazos para después tirar los trozos por su ventana, viéndolos volar como su paciencia.

Tomó sus cosas y anunció a Judith que saldría de casa. Las caminatas por el pueblo eran sus favoritas, le gustaba cambiar del suelo pavimentado al suelo de tierra. Por ende, cambiar de ambiente, cambiar de vecindario, de gente y de aire. Aquel lugar podía tener casas minúsculas, dilemas para mantener una familia y un suelo que no dejaba tener los zapatos limpios, pero a sus ojos aquellas personas se veían felices, cuando se suponía que quien lo tenía todo era él. Desde crío siempre lo tuvo todo.

Menos a sus padres.

O una familia feliz.

Fingiendo una tranquilidad que no tenía, se desvió hasta la plaza del pueblo para luego sentarse en los escalones que daban entrada al territorio de la Iglesia. En días anteriores se hubiese avergonzado y decepcionado de sus propias acciones, pero en ese momento lo único que sintió fue la desesperación por ver a Jung Hoseok. Por tenerlo cerca aunque fuesen un par de segundos, aunque algo saliese mal y lo odiase el resto de sus vidas.

Yoongi sabía que Hoseok estaba cerca, viéndole desde algún sitio que no alcanzó a distinguir. Cuando ya no lo sintió, optó por entrar a la Iglesia, donde sabía exactamente que lo encontraría y no tendría escapatoria de sus manos. Se sentó en uno de los bancos del final y volvió a esperar. Hoseok no demoró en aparecer por una puerta misteriosa que sólo notabas cuando era abierta. Su mirada azul se posó en él y se quedó congelado. Por su expresión, Yoongi sabía que iba a escapar, pero no lo permitiría.

Se puso de pie y caminó con paso lento y despreocupado hacia donde se mantenía el novicio, como si fuese algo usual de él acercarse a un futuro sacerdote para saludar. Había más personas en la Iglesia, pero le importó bastante poco incluso llegar a hacer un escándalo. Jamás lo detuvo. Yoongi no conocía la vergüenza y tampoco sabía detenerse por más que pusiese cada pizca de su esfuerzo.

—Señor Jung —dijo con suavidad. Hoseok reaccionó de mala manera, echando la mano hacia atrás para tomar el pomo de la puerta. Hirió su orgullo—. ¿Por qué huyes?

Su tono de voz sonó más dolido de lo esperado. Le seguía quemando ser tan fácil de olvidar.

Se sintió tan reemplazable e idiota.

Al ver que Hoseok no ejerció ademán alguno de contestar, dio un paso hacia adelante, quedando tan cerca de él, que este debió echar pie atrás.

—Es en serio, Hoseok.

—¿Podemos hablar en otro momento?

Vio la mano sobre el pomo de la puerta girar, así que no tuvo más remedio que tomarlo por el antebrazo para evitar cualquier movimiento de su parte.

—No, no podemos. —Giró la cabeza un momento para encontrar a varias personas atentas a lo que pasaba—. Por favor, las personas están mirando —mencionó por obviedad, volviendo a verlo, y dejando en libertad su brazo.

Hoseok suspiró con resignación, formó una pésima sonrisa falsa y terminó por asentir. Estaba seguro de que no levantaban sospecha de lo que realmente sucedía, pero sí era extraño ver al hijo único de la familia Min discutiendo con el novicio.

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora