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Abril, 1951.

—¿Ya le han contado a Yoongi sobre nuestra decisión? —preguntó la madre de Hana Yi con desmesurado interés.

Tenía a Hana Yi a su derecha, estática. A los padres de la chica frente a él. Al padre Jongsu a un costado de ellos. Y a Hoseok justo a su izquierda. Sus padres permanecían en cada una de las cabeceras de la mesa, como siempre en sus cenas especiales.

Aquel día nadie le explicó nada, sólo le pidieron vestirse como corresponde, y parecía que todo iría regular, hasta que el sacerdote y el novicio aparecieron. Entonces supo que algo iba torcido, sin embargo, jamás creyó que escucharía lo que estaba escuchando.

—Sabemos que Yoongi es el más probable heredero, así que comenzamos el papeleo para unir a nuestras familias —respondió su madre hacia todos los presentes.

—¿Unir qué? —inquirió Yoongi entonces.

—A nuestras familias —aclaró su madre, y frente a su ceja alzada, añadió—: Ya sabes cómo, hijo.

Se le revolvió el estómago, los ojos de todos cayeron sobre él y Hana Yi. A su izquierda, Hoseok permanecía con una pequeña sonrisa, cuya se desvaneció al encontrarse con su expresión molesta.

—¿Qué dices? —cuestionó Yoongi.

—Yoongi —advirtió su padre—. Por favor. Tendremos una conversación más extensa en un momento.

—Podemos tenerla ahora —insistió—. Así comprendo a qué se refieren.

—Después de la comida, hijo.

—No —sentenció—. Me lo dices ahora, padre.

En medio de aquel silencio incómodo, Yoongi rememoró una conversación que tuvo hacían apenas dos días atrás con su padre específicamente.

—¿Qué piensas de Hana Yi?

—Nada especial —contestó él, sabiendo hacia donde iba—. ¿Por?

—¿No te gusta? —Negó—. ¿Un poco siquiera? —Me gustan los chicos, quiso decir, pero sabía que aquello terminaría con una de sus mejillas ardiendo bajo la vergüenza de la mano de su madre presente—. Qué lástima.

Cualquier tema de conversación era mejor que la certeza de una boda. No le sorprendía que la idea pasase por la cabeza de sus padres en algún momento, pues vivían con la ilusión de que llevase una novia a casa y también lo obligaban siempre a ver a Hana Yi, sin embargo, parecía irreal que fuese real. ¿Min Yoongi a cargo de una familia? ¿El defectuoso mental? ¿Quien ha tenido que ser internado más de una vez en su vida después de intentar acabar con ella? Ni siquiera era cuestionable de un modo positivo, Yoongi no era capaz de hacerle algo así a Hana Yi, de aceptar en silencio y arruinarle la vida. Era condenarla a la miseria de un matrimonio falso, sin amor, sin deseo.

Se levantó de su silla sin siquiera mirar atrás, murmurando un poco educado «permiso» y con el grito de su padre a los cuatro vientos y los pies de Judith detrás de él al instante en que abandonó el comedor.

—Yoongi —suplicó.

—Déjame en paz.

Sentado a orillas del lago el dolor era determinante y demandaba sentirse. Le ardían las mejillas por la impotencia. Por tanto odio guardado dentro de su cuerpo que no podía expresar más que con lágrimas. Quería gritar hasta desgarrarse la garganta. ¿Era necesario? Podían intentar cualquier cosa, incluso dejarlo ser libre y obligarlo a dirigir la empresa familiar en caso de que lo lograse, pero ¿aquello? No tenía sentido.

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora