28

156 58 8
                                    

28

Junio, 1951.

Era un analfabeto del disimulo, Hoseok lo sabía. Acercarse a Min Yoongi le resultó más complejo de lo que todos esperaban, incluido él.

Por eso caminó a un paso detrás, hacia donde fuera que fuese, por el patio trasero bajo el sol; luego lento entre los árboles, siendo guiado por el riachuelo que conoció aquella vez, y entre los arbustos para encontrarse con el lago, reluciente en ese día. Parecía todo en paz. Silencio. El suave respirar de los árboles, donde las aves se desvivían y cantaban a su alrededor.

—¿Por qué está aquí? —preguntó Yoongi.

Se enfocó en él. Permanecía de pie a su lado, a pocos pasos, viéndolo con impasibilidad y las manos escondidas dentro de los bolsillos de sus pantalones.

—Su madre me ha llamado...

—No, señor Jung. —Al mismo tiempo, Yoongi negó con la cabeza—. ¿Qué es realmente lo que hace aquí? —Entonces se sintió intranquilo, aun si su expresión demostró lo contrario—. Sea sincero.

Parecía saberlo, Yoongi realmente parecía saberlo y sólo buscaba una forma de arrancarle las palabras para molestarse con ello. Hoseok sólo podía pensar como contestación a su pregunta: no lo sé. Se enfocó en el lago, nervioso, listo para recibir lo que llegase.

—Se lo han pedido —sentenció, ganándose nuevamente sus ojos en él—. No finja, ¿sí? Mi madre ya lo ha intentado una vez, debieron contárselo también. Su superior lo intento —aclaró—. Pero esto, juro por todo lo que existe, no funciona así. Ni siquiera yo mismo sé cómo funciona, sólo existe en mí, no puedo evitarlo. —Con la culpa clavándole el pecho, Hoseok se relamió los labios un segundo y dejó que continuase hablando, pero esta vez sin tener sus ojos encima—. Quise ser un buen hijo y permití que el padre se metiese en mi vida, pero aprendí que es imposible cambiarme, porque se lo permití, de verdad lo hice. Lo intentaron con todas las opciones, hasta con lo menos cristiano que pueda alcanzar a su imaginación. —Las mejillas de Hoseok se enfurecieron—. Incluso intentaron obligarme a entender que el hecho de que él se fuese de mi vida para siempre era un castigo de Dios, porque eso es lo que hace con las personas como yo: nos castiga.

Una pausa. Hoseok no dijo una palabra, sin embargo sintió que se estaba ahogando con su propia respiración, con mil ideas en mente, y mucha tristeza.

—«Si un hombre se acuesta con otro como si se acostase con una mujer, se le condenará a muerte a los dos, y serán responsables de su propia muerte; pues cometieron un acto infame» —repitió Yoongi de memoria. El corazón de Hoseok se aceleró—.  Lo irónico es que, cada vez que quiero hacerme cargo de mi propia muerte, me llevan al hospital. Me encierran y después todo vuelve a ser como antes. ¿Tiene idea de la tortura que significa? ¿Y de cuántas veces lo he intentado?

—Sí —musitó avergonzado.

—Claro que sí. Lo sabe todo.

—No todo. —Tomó su valentía y avanzó hacia Yoongi—. Pero quiero ayudarlo de verdad. Si usted me lo permite a mí, nadie más podrá decirme qué hacer.

—No puede.

—Sí puedo. Usted también puede, sólo...

—¿Sólo?

—Sólo inténtelo una vez más.

Aguardó.

Yoongi miró hacia el cielo y tomó un largo respiro.

—Será inútil. —Abrió la boca para replicar pero—: Pero está bien. ¿Quiere perder su tiempo? Estoy dispuesto a ayudarlo con ello.

—Gracias —susurró Hoseok, sonriendo pequeñito.

La fragilidad de un nudo ✄ yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora