CAPITULO IV. FRAGANCIA

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De nuevo en el hospital, sé que tal vez estés ya aburrido, querido lector, de éstas frecuentes visitas, pero ahora hay algo interesante, es verdad, lo juro.
Hatoyama lo sabe, está pensando que hacen en el hospital, caminando deprisa durante una mañana de domingo hacia la habitación de Ichiro. Kenta había tomado la iniciativa, lo había recordado por sí mismo, y se había saltado todo ese ritual de mal humor que siempre tenía. Pero no te confundas, no está aquí porque de pronto le ha tomado cariño a su padre, es por...
─Si, quizás un poco de fresa ─por Yota, claro está─. Pero ahora mismo solo será un poco, solo dos de ellas ─tan solo al caminar por el pasillo el director ha olido una esencia fresca y aromatizante en el aire, y para ser honesta, él adora la voz alegre de ese omega. Porque por supuesto que Kenta había notado, de inmediato, que se trataba de un omega, ya que los alfa extremos tenían un olfato extraordinario.
─Tres ─y luego está aquella voz arrogante que el joven amo odia por sobre todas las cosas. El rostro de Tanaka Kenta empezó a brillar, era definitivo, estaba interesado en ese joven ayudante de hospital. Tarō lo notó, Ichiro lo notó, pero al parecer, Shinseki no─. ¿Kenta? ─el primero en hablar fue el viejo enfermo─. ¿Pero qué...? ¿No habías venido ya el lunes?
─Tengo tiempo libre ─Hatoyama negó con la cabeza de manera suave con una sonrisa en el rostro, y entonces el viejo Ichiro lo supo con seguridad.
─¿Ah, sí?
─Buenos días ─saludó el ayudante de cocina con una leve reverencia, su sonrisa se ocultó y comenzó a cortar fresas para su paciente. Cuando quitaba las hojas de la fruta la partía por la mitad y la conducía hacia los labios del padre de Kenta.
<<Ichiro dijo que era como un... ¿Chef?>>, se dijo el director, <<¿Qué hace un chef alimentando a un viejo moribundo? Debería estar en la cocina, ¿No es así?>>. El viejo alfa notó el rostro serio de su hijo. Cualquier signo de alegría se había desvanecido, así que solo para molestar dejo que la fresa soltara un poco de jugo por su barbilla. Shinseki no tardó en limpiarlo.
─También quiero fruta ─todos en la habitación se quedaron aturdidos, mirando al joven amo que no parecía decirlo en chiste, después de un tiempo, Ichiro rió a carcajadas y Tarō ocultó su risa detrás de su mano. Kenta no quería fruta, mucho menos una fresa, lo que él quería era tener la atención de Yota.
─¡¿Ah?! ─pero eso había conseguido el efecto deseado─. Disculpe por no ofrecerle antes ─el omega salió corriendo. Seguramente para abastecerse de fruta en la cocina del hospital.
─¿De qué te ríes? ─preguntó el presidente a su padre, el viejo hombre había sentido como la alegría subía por su estómago hasta aterrizar en su corazón, hacía años que no reía de esa manera.
─De nada en lo absoluto ─respondió cuando pudo recobrar la compostura─. Dime, ¿Qué tal está yendo la empresa?
─Todo está bien, ¿Verdad? ─el secretario, quien se encontraba pensando de manera profunda sobre su jefe y su comportamiento extraño, dejó de hacerlo cuando fue llamado.
─Si, así es. BBS está en las mejores manos ─este joven muchacho podía decir que es lo que estaba pasando, pero al mismo tiempo le resultaba difícil de asimilar. Kenta nunca había demostrado tal interés por un omega, ni siquiera cuando entraron a la adolescencia. Es cierto que había sostenido algunas relaciones sentimentales, pero eran siempre porque esas personas gustaban de Tanaka, se confesaban y él solo las aceptaba. Además, podía satisfacer su ciclo de celo de vez en cuando, que por cierto, duraban muy poco tiempo─. La empresa ha tenido diferentes cambios, sería bueno, que en cuanto salga de aquí, vea con sus propios ojos el extraordinario trabajo que ha logrado Kenta.
─Eso haré ─justo a tiempo el ayudante de cocina regresaba con un recipiente con fruta, pero no lo ofreció al presidente en persona, sino que fue hacia Tarō y le tendió el refrigerio. Y es que el secretario siempre tendía a responder por su jefe, así que Shinseki solo había asumido que debería de ser de esa manera. Además, Yota tenía entendido que ellos eran una pareja destinada.
─Que lo disfrute ─el joven se apresuró a dar la última fresa a Ichiro, recogió los utensilios y salió de la habitación. Kenta apenas y recibía la fruta cuando notó que ese chico de ojos brillantes ya se había marchado.
─Idiota ─soltó de repente el viejo a punto de subirse las sabanas al pecho para poder dormir─. Se irá si no hablas con él ahora ─el joven presidente se sonrojo.
─Tiene razón. Solo ve ─le dijo el omega a su lado.
─Pero... ─Tarō le lanzó una mirada incrédula, le arrebató el recipiente con la fruta y poco después el alfa salió por la puerta.
El hombre no corrió pero si caminó deprisa, aún pudo ver la espalda de ese chico alejarse. Era muy probable que Shinseki supiera que estaba siendo perseguido, así que aceleró el paso.
El director no tuvo otra opción.
─¡Shinseki Yota! ─lo llamó. El omega se dió media vuelta y asintió. Tanaka caminó hacia él.
─¿Hay algo con lo que pueda ayudarle? ─el hombre dominante no tenía que decir. Era todo un experto para impresionar y crear relaciones sociales, pero la verdad era que en situaciones nuevas como ésta, todo eso quedaba en el ovido, pues podía tener el control total de una empresa, pero no una excusa para tratar de acercarse al hombre de su interés. <<¿Debería preguntar si está casado y luego invitarlo a salir?, ¿O invitarlo a salir sin preguntar nada más? No, no, no, eso es demasiado directo>>, pensaba. Entonces lo pensó de nuevo pero lo que salió de su boca fue un completo fracaso.
─Me preguntaba si sabe dónde compran las fresas ─el alfa tragó saliva esperando no reflejar su torpeza. Yota, un poco nervioso, contestó:
─El hospital las compra en el supermercado, a dos cuadras de este hospital.
─Entiendo. Se lo agradezco.
─Que tenga un excelente día ─y entonces aquel ayudante de cocina si se perdió esta vez.
<<Soy un idiota>>, se dijo Kenta.
De regreso a la habitación, las risas entre Tarō y ese viejo no podían faltar.
─¿Dónde compran las fresas? ─dijo el omega a forma de burla─. ¿Qué con eso? ─parece que mientras alguien se las arreglaba para no parecer nervioso, había otros que se tomaban el tiempo de echar un ojo y oído a la situación, e incluso no tenían ningún remordimiento para hacerle saber al joven amo que su excusa barata daba gracia.
─¿Eso dijo?
─Señor Tanaka, hubiera disfrutado ver el rostro de su hijo ─se burlaba Hatoyama, pero por dentro estaba sorprendido. Siempre había visto a ese alfa actuar tan seguro de sí mismo ante todas las personas, nunca había visto que sus ojos temblaran, tampoco su rostro ligeramente sonrojado y mucho menos haberle escuchado decir algo tan tonto.
Antes de que el viejo contestara, el empresario intervino.
─Tarō, vayamos de vuelta al trabajo. Debemos trabajar incluso en domingo ─si te lo preguntas, si, este alfa escuchó toda la plática animada─. Ojalá trabajarás como hablas con Ichiro.
─Mi rendimiento es excepcional ─Kenta no pudo decir nada más. Asi que, sin despedirse, dió los primero pasos para ir fuera del hospital─. Oye, alfa extremo ─empezó Tarō─. ¿Paramos en el supermercado? ─las risas volvieron a escucharse. Era una fortuna que la mayoría de las habitaciones consecutivas estuvieran desocupadas, (casi nadie podía permitirse pagar el alquiler de esas habitaciones de hospital) pues ya se habrían quejado de lo escandalosas que podían llegar a ser las visitas de Tanaka Ichiro.
Para conservar un poco de dignidad el joven amo respondió:
─Me gustaría eso.

+.+

─¡Oye, ¿Y mis lechugas?!
─¡En la mesa!
─¡No hay nada ahí!
─¡Busca en la bodega!
─¡Ah!, ¡¿Quién se las acabo?, si se las acaban, vayan y saquen más! ─la cocina de un hospital podía no ser muy distinta a la de un restaurante.
─¡Oye, Kimi, ¿La nutrióloga pidió filete?! ─todo mundo se movía y gritaba.
Shinseki Yota, nuestro omega recesivo, acababa de llegar, se dirige directo hacia la plancha, el paciente de alguna habitación había solicitado huevo frito, ensalada de frutas y tocino. Aún cuando estaba cortando, sazonando, volteando y emplatando, Yota no dejaba de pensar en el hijo de su amigo Ichiro, había este extraño sentimiento que surgió desde la primera vez que lo vió.
Tal vez le sucedía a todos, no podía asegurarlo.
Había oído que era apuesto, pero no se imaginaba que tanto. Igual a su apariencia, su feromona era única, su olor de alfa extremo era tranquilizante, sexy y hasta cierto punto, excitante, tal y como habían dicho los programas matutinos inútiles de la televisión. Quizás estaba más interesado de lo que realmente pensaba, y, eso no era bueno. Este ayudante de cocina era muy consciente de que aquel alfa ya tenía una pareja, que además era imposible de superar, y que para acabar, era su destinado.
Además, había otra cosa que le había sorprendido. <<¿Cómo ha sabido mi nombre?, ¿Se lo habrá dicho el señor Ichiro?>>, pensaba, no podía evitar sentirse emocionado.
La primera vez que escuchó hablar de él fue de la boca de Ichiro, y de inmediato había sentido admiración. Ese viejo enfermo, que además era su amigo, se había encargado de contarle todo sobre ese hombre extraordinario y elegante. Sabía que era una rareza de entre la especie. De inmediato surgía una urgencia por acercarse a Kenta, de hecho en ese pasillo de hospital había querido preguntarle sobre su día, ¿Por qué seria?
─Shinseki, tendrás que ir de nuevo a estregar el platillo de la vieja cascarrabias de la mil ciento diez.
─¿Aún no hay meseros? ─y es que el trabajo de Yota solo consistía en ser ayudante del chef. Solo en la cocina.
─Al parecer nadie se ha presentado. Eso es muy raro. El hospital ya lleva buscando empleados durante dos semanas... Bueno, tengo que supervisar el filete, no se vaya a pasar de su punto. Te lo encargo ─así era el empleo, no debía de salir de la cocina, pero a falta de personal no había otra opción. A Yota no le correspondía, y mucho menos recibía una compensación económica por eso.

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