CAPITULO LIV. SORTIJAS DISPAREJAS

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─¿No le has pedido matrimonio?─preguntó amargada la vieja mujer con yukata.
─No, abuela ─Raiden se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa, pero la mujer mayor le dio un golpe fuerte en la cabeza─. ¡Ay!
─Eres un sinvergüenza para la familia ─lo regañó observando como Tarō miraba las flores recién plantadas en el patio, cargando a un niño hermoso en brazos─, ¿Qué harás si decide irse con otro tipo?
─No lo hará ─rió.
─¿Aja?, ¡solo míralo!, es un bello omega dominante, y tu... Eres decente ─asintió mientras analizaba a su nieto de pies a cabeza─. Eres apuesto, pero no lo suficiente. ¡Es un milagro que alguien como él haya caído por un alfa como tú! ─Raiden sonrió incomodo─, ¿De qué te estas riendo, muchacho?, ¿Te burlas de la abuela? ─chasqueo la lengua y volvió a observar al omega─. Incluso tuvo un hijo tuyo... Aunque eso sí que fue astuto ─asintió satisfecha─, atraparlo con un niño es de las mejores de las estrategias.
─Pero yo no lo planeé.
─¡Como haya sido!, el resultado es bueno... um... pero sin el matrimonio... um... Hoy en día, en las noticias, dijeron que es más común ver a madres solteras. Dos de cada diez omega viven sin un esposo, eso dijeron
─¡Abuela! ─le protesto con recelo, era como si estuviera diciendo que Hatoyama lo abandonaría eventualmente.
─¿Qué?, se basan en estadísticas, muchacho, yo no lo inventé ─y sonrió con encanto cuando el secretario se giró en su dirección─. ¡¿Hace mucho sol, bombón?! ─gritó agitando la mano.
─¡Un poco! ─respondió el otro.
La familia de Shiraishi es numerosa, y en cuanto conocieron a Tarō inmediatamente lo adoraron. Eso había sido lo esperado, era algo a lo que el omega ya estaba acostumbrado, le gustaba a la gente sin que buscara agradarles, pero fue la primera vez que se sintió agradecido de ser hermoso, la presión de no ser aceptado por los jefes de la familia había sido asfixiante. Al final lo único que hizo fue comportarse como siempre.
─Yo sé lo que te digo ─susurró la mujer a su nieto─. Atrápalo antes de que se dé cuenta de que es capaz de arreglárselas solo ─le arrebató la sombrilla a su nieto, y sonrió mientras se dirigía hacia el dominante─. ¡La abuela irá contigo, cariño, espera un momento!
Mientras sentía los rayos del sol penetrando su piel, Shiraishi se cautivó una vez más por la madre de su hijo, cabello rubio, ojos azules, piel lisa, fresca y clara, unos labios delgados ligeramente rosas y un cuerpo atlético. <<Hermoso>>. Pero sobre todo tenía una fuerza de voluntad inquebrantable, tal vez ese omega no huiría con otro hombre, no, era seguro que no buscaría a alguien más, y eso era porque podía sobrevivir por sí mismo sin la ayuda de nadie. Lo comprendió, ese era el miedo de la abuela, sin querer, Raiden había escogido a alguien que era autosuficiente en todos los sentidos. Tarō era del tipo de omega que elegiría a un esposo solo por amor, no por necesidad.
Se puso las manos detrás de la espalda y se quedó pensando si sería él el único devastado si se vieran en la necesidad de separarse.

+.+

Luego de pasar una tarde animada comiendo y bebiendo con los Shiraishi, el secretario disfrutaba de su fin de semana, de nuevo, en el patio de la abuela.
No sabía porque, pero el viento soplando las hojas de los árboles, que eran enormes, con troncos gruesos y fuertes, le hacían sentir en tranquilidad, era como un lugar mágico en medio de la vida ajetreada de la ciudad.
Siendo un poco irónico, la enorme vivienda tradicional de los Shiraishi estaba ubicada a un costado del templo donde Raiden trabajaba. El terreno era amplio, y la estructura se conformaba por puertas corredizas, pisos de tatami, y terrazas de madera repartidas por toda la casa. En el interior, los pocos muebles eran de estatura baja, y la decoración no era demasiada, predominaban los colores neutrales y las plantas siempre tenían lugar en cada rincón. La casona se separaba del templo por una barda repleta de vegetación, y la mayoría de los familiares vivían ahí con alegría y libertad.
─Ojalá Aoi pudiera crecer en un lugar como este ─dijo en cuanto escuchó los pasos de Raiden sobre las rocas y hojas secas─. El viento es fresco, las flores lindas, y la familia muy agradable ─rió, recordando que la familia tenía que unir varias mesas pequeñas para armar un gran comedor donde todos pudieran formar parte de la merienda─. Todos son entusiastas.
─Uno de mis antepasados ayudó a fundar el templo. Luego de terminar su construcción, pensó que ubicar su casa a lado no era mala idea. Además, la tienda de kimonos también fue su idea ─eso era otra cosa más, los kimonos de chiso se fabricaban en la enorme tienda detrás del templo, había pocas ventas porque el trabajo a mano era costoso, pero aún así se podían permitir seguir con el trabajo porque no requería de grandes gastos, se limitaban a fabricar pocos al mes. Era un negocio familiar, así que solo los Shiraishi continuaban con la costumbre─. Es herencia de nuestros antepasados, así que la tierra le ha pertenecido a la familia durante años.
─¿Por qué vivas en el templo entonces? ─Tarō no lo entendía. Raiden podía simplemente abrir el pequeño y oxidado portón que le permitía el acceso al templo, y por la tarde, después del trabajo, volver a casa.
─Nací y crecí en esta casa toda mi vida ─el omega rió, así que solo se había mudado por puro capricho─. Cuando era un adolescente, imaginaba que al conseguir un empleo saldría de aquí pero... al final lo único que pude hacer fue convertirme en el encargado del templo a lado de mi casa ─se encogió de hombros─. Quería cambiar el panorama.
─Eso es muy maduro de tu parte ─Tarō jamás habría imaginado que la familia del padre de su hijo siempre hubiera estado tan cerca. Él había imaginado viajar lejos de Tokio para conocerlos, a un pueblo aburrido y desolado, pero al final habían llegado al mismo templo ostentoso que ya conocía.
─¿Y qué me dices de tu familia? ─preguntó el lobo tomando en sus brazos a su amante.
─¿Qué?, ¿Por qué? ─trató de soltarse del agarre pero fue inútil.
─Bueno tu casa también es hermosa.
─Oh, por favor, olvida eso ─era vergonzoso, aquella vez Shiraishi había sido secuestrado.
─Tus padres ellos... No conocen a Aoi.
─Ah, aún sigo enojado. Lo que hicieron fue inaceptable ─soltó enojado─. Humillante. Jamás acercaré a mi hijo a esas personas.
─Tienes que hacerlo. Son tus padres.
─¿Qué?
─Son importantes para la celebración ─cuando por fin lo soltaron, y antes de que Hatoyama pudiera preguntar a qué se refería, se dio media vuelta solo para toparse con un hombre arrodillado en el suelo─. ¿Quieres...? ─las palabras se detuvieron en su garganta─, ¿Podrías considerar...? ─todas querían salir de su boca al mismo tiempo─, ¿Qué tal si...? ─tragó saliva─, ¿Podrías casarte conmigo? ─tímido, bajo la vista al suelo, pero su sonrojo se esfumó en cuanto recordó que no tenía nada en sus manos. Quizás era porque estaba seguro que todo el mundo estaba mirando detrás de las ventanas que... No, no era eso, estaba tan nervioso que había olvidado el asunto del anillo de compromiso. Ansioso, se tocó los lentes y tanteo sus bolsillos. Nada.
Luego del aturdimiento, y que Tarō calmara su corazón latente, y pudiera, por fin, hablar, dijo:
─¿Estoy en medio de una propuesta de matrimonio? ─estaba alegre, sonriente, avergonzado. Esperaba con ansias el objeto que adornara su dedo─. Siento que hemos hecho las cosas al revés ─bromeo─. ¿No suele la gente embarazarse después del matrimonio? ─se limpió el traje─, ¿No puedo llevarte a casa sin tener que hacer esto? ─siguió divirtiéndose─. Estoy seguro de que aún sin casarnos nos quedaríamos juntos ─el encargado del templo levantó la mirada, horrorizado. ¿Acaso ese omega iba a decir que...?
─¿No? ─el rechazo golpeó su corazón, lo aplastó, pero:
─¿Recuerdas aquel té de hierbas que me ofreciste la primera vez que vine aquí? ─Shiraishi ladeo la cabeza, ¿Por qué de repente?─, "una bebida milagrosa que se bebe caliente pero que refresca el alma" ─ citó las palabras como las recordaba─. Raiden es para mí como aquel té de hierbas ─sonrió─. Y yo amo el té ─el rostro del omega era hipnotizaste. Ver a un hombre hermoso sonriendo tan alegremente era peligroso, sus cabellos rubios se agitaba por el viento y su bochorno estaba en armonía con la naturaleza.
Fue entonces que se decidió, las joyas hermosas y costosas no iban con Tarō, esas piedras insignificantes no le hacían justicia. Tomo la rama de una árbol de cerezo que había caído al suelo por la brisa, se levantó y con ternura la enrolló en el dedo de la mano izquierda del secretario. La rama de un árbol era algo que se tardaba años en crecer, requería de la humedad y fertilidad del suelo, y de los abrazadores rayos del sol para germinar. Tras las flores venían los dulces frutos. La belleza de tal ejemplar requería de la atención de quien lo cultivara, era extraordinario, que algo como un árbol solo proporcionara alimento y vida. Y eso era algo que se ajustaba mucho mejor al omega.
─Gracias ─la curiosidad del omega era evidente, la rama caída de un árbol no era una sortija, así que se quedó observando el objeto en su mano por varios minutos, y luego una sonrisa de oreja a oreja fue expuesta a todo espectador sin restricción. Un trozo de un árbol no era un anillo de compromiso, pero si era una prueba de amor.

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