CAPITULO LIX. MUERTO EL PERRO SE ACABA LA RABIA

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El médico llegó puntualmente, sonrió como todo un profesional frente al dueño de la casa y:
─Mi nombre es Watana...
─¡Está adentro! ─gritó el hombre ebrio.
─Por supuesto ─volvió a sonreír y entró con incomodidad.
El departamento de Yamamoto estaba hecho una porquería, era basura de productos chatarra, o cajas y envolturas de comida rápida, y luego estaba─: ¿Qué es esto? ─preguntó murmurando para sí mismo.
─Vomito ─respondió riendo y con una pizca de vergüenza. Jirō se pasó el antebrazo por la boca, dejando claro que era culpa suya.
─¿Dónde... está el niño? ─el horror y el asco lo inundó, ojalá que ese hombre borracho conociera el paradero de su propio hijo, aunque no sería una sorpresa que no lo supiera.
─¡Habitación! ─sonrió señalando hacia la izquierda del apartamento─. Puerta blanca... Hay una caricatura ─se golpeó la cabeza con ambos puños y cerró los ojos, para recordar─... de un animal... no sé lo que sea... en la puerta ─después se echó de nuevo en el sofá, observando con detenimiento una película vieja.
El pediatra esquivó todo tipo de objetos para poder ir a la dirección que le habían indicado, muchos eran juguetes de niño, cuadrados de madera coloridos que sin duda estaban destinados a aprender algunos caracteres japoneses, pues se topó con unos cuantos que formaban una palabra no muy grata. Cuando llegó a una puerta blanca la abrió, era el baño, abrió la siguiente, mal, era el cuarto de lavado, sin más remedió, volteo hacia todas partes. Al otro lado de la casa, en dirección contraria a la que le habían indicado, había una puerta azul cobalto con una figura de un animal que sostenía un pequeño cartel que decía: "ISHII". Watanabe tragó saliva y caminó hacia la puerta azul, no quería llamar la atención de Jirō, seria todo un problema que comenzara una discusión, por suerte, atravesó la sala de estar sin llamar la atención del alfa, pues este ya estaba medio dormido. Tocó la puerta con temor, esperaba ver algo desagradable, si el padre vivía de esa forma, ¿Qué se podía esperar del hijo?
─¿Hola? ─intentó girar la manija pero no se abrió. Bloqueado. Bajó la cabeza, ¿y ahora qué?─, ¿Una llave? ─un objeto brilloso capto su atención, se puso de cuclillas y la tomo en sus dedos, la limpió un poco, estaba sucia por la tierra de una maseta que estaba rota a un lado. ¿Podría ser qué...? Si tenía suerte, quizás... La puerta se abrió. Pero ¿Qué clase de persona guarda la llave en el suelo?, En el interior de la habitación tan solo había un niño que estaba rodeado de lámparas amarillas, por aluna razón estaba sacudiendo tres almohadas sobre su cama, luego se aseguraba de acomodarlas en posiciones predeterminadas. En cuanto notó la presencia del hombre, Ishi escondió el rostro y se puso rígido sobre el colchón─. Hola ─saludó el médico. Entró en la habitación y cerró la puerta. El niño bajó de la cama y fue directo a su mesa de juegos, siguió actuando como si el hombre no estuviera presente─. ¿Yamamoto Ishii? ─llamó su nombre─. Hola, Ishii, ¿Está bien que te llame así?, ¿Puedo?, soy médico, me han enviado aquí para poder jugar un poco contigo, ¿Podemos jugar juntos? ─de nuevo, el pequeño Yamamoto se ocupó ordenando sus crayones. Decía:
─Amarillo, azul, rojo, verde, naranja, morado, negro ─una vez se aseguraba del orden, asentía con satisfacción. Watanabe frunció el ceño, estaba confundido, el crayón negro no era un crayón era... era... <<¿Es carbón?>>, aún así no se atrevió a interferir en el conteo de hojas del niño.
─Muy bien ─se quitó el estetoscopio del cuello y puso un extremo en la espalda de Ishii─. Vamos a jugar a que eres mi paciente, ¿Está bien?, ahora estoy escuchando tus pulmones, ¿Podría el paciente inhalar hondo? ─el niño obedeció sin resistirse─. ¡Muy bien! ─lo apremió con una gran sonrisa─. Excelente, lo has hecho muy bien. Bien hecho. Ahora vuelve a inhalar, y exhala con lentitud ─en toda la consulta el niño cedió sin quejarse, pero también sin decir ni una sola palabra─. Vaya que has sido un niño muy bueno ─lo felicitó mientras sacaba un pequeño caramelo de uno de sus bolsillos de la bata. Ishii lo recibió, lo examinó y luego quería comerlo, pero no podía abrirlo─. ¿Te ayudo? ─el chiquillo evitó la interacción, parece que quería resolverlo el mismo─. ¿No me necesitas? ─intentó tomar el dulce de vuelta pero el bebé se giró, no quería ayuda a pesar de que deseaba el caramelo─. Está bien, bien, bien ─sonrió─. Ya entendí ─quería saber por qué el niño no hablaba, ¿Quizás tendría algún problema con su lengua?, ¿Su padre podría haberlo agredido?, no lo sabía, así que miró a su alrededor, pronto se le ocurrió un tema que seguro atraería la atención del menor─. ¿Te gustan los dragones? ─y sacó una hoja de papel del interior de su portafolio─. Un paciente lo hizo para mí, ¿no es bonito?, ¿Qué sueles dibujar tú?, ha puesto a que... ─se detuvo, Ishii seguía inmerso en el dulce, no estaba ni siquiera escuchándolo─. De acuerdo, ya me voy ─sonrió, guardó todas sus pertenecías y empezó a despedirse luego de que el niño rechazara una caricia en la nuca─. Buenas noches, Ishii. Me estoy yendo a casa ─pero antes de cerrar la puerta se dio cuenta de que el chico retiró por fin su interés del caramelo y alisó la sábana en la cama, en la cual el médico se había sentado por breves minutos.
Volvió a encontrarse con Jirō, pero este estaba tan ebrio que solo roncaba mientras murmuraba cosas inentendibles. Evitó al tipo completamente, pero apagó el televisor, y al abandonar la morada se aseguró de dejar la puerta muy bien cerrada.

NAVEGANTE DE LAS ESTRELLAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora