EXTRA XXIV. CÓMO VIVIR MENOS, TENER MIEDO, Y CONSERVAR LA TRISTEZA

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Kaneko sentía la mirada de dos de esas tormentas en la espalda, no giraba la cabeza para comprobar, la vieja estaría segura de que ahí estarían: observándola

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Kaneko sentía la mirada de dos de esas tormentas en la espalda, no giraba la cabeza para comprobar, la vieja estaría segura de que ahí estarían: observándola. <<Como los buitres con la carroña>>.
Pero ese no era el único problema, tenía a una descarada que la observaba sin miedo, mejor dicho, a tres pasos de la silla de Kaneko, en el patio, estaba la pequeña Miyu, su carita expresa seriedad y respeto, admiraba a la abuela sin decir demasiado.
─Y tú... ¿no tienes escuela? ─preguntó la mujer mientras le regalaba una mirada dura a su nieta.
─Son las tres de la tarde ─dijo la niña sin apartar los ojos ni cambiar de expresión.
─Que la hora no sea un impedimento para seguir estudiando ─refunfuño la dama─. ¿Sabes que Tarō estudiaba hasta que el sol se ocultaba?
─Tengo cinco años.
─Yo misma tenía los ojos en los libros cuando la luna estaba en el cielo.
─Mamá dice que está bien descansar ─se encogió de hombros y avanzó dos pasos, se sentó en el césped y comenzó a jugar con el─. Mamá dice que la abuela se exige demasiado ─<<¿Qué ha dicho ese...?>>─. No, mamá no me lo dijo, pero sé que lo pensó ─la abuela frunció el ceño, a veces esa niña decía cosas tan extrañas, no era propio de una niña de su edad─. Lo dice todo con el rostro. Como todos ─Kaneko negó con la cabeza y mantuvo la vista en la chiquilla. Miyu tenía puesta una adorable blusa de franjas blancas y azules marino que tenía olanes en las mangas cortas y en la cintura, parecía un vestido, pero no lo era porque llevaba unos pantaloncillos negros de licra, y unos zapatos que reflejaban el brillo del sol. Su largo cabello rubio castaño estaba adornado con una diadema blanca, y sus ojitos se veían especialmente azules, cualquiera podría ver que era nieta de Kaneko, eran casi idénticas... Bueno, mejor dicho, había otras dos fotocopiadoras en la parte de atrás.
Después de un mes entero de oír, a través de las paredes, las innumerables veces en las que Tarō y su yerno llevaban a cabo encuentros sexuales, el Dios del templo había cedido a sus peticiones. Debieron llevar a cabo el acto con mucho amor porque habían sido bendecidos con tres hermosas niñas rubias y de ojos azules. Kaneko aun recordaba como su hijo caía de golpe al suelo luego de escuchar el diagnóstico del médico, nunca había planeado, ni imaginado, quedar embarazado de tres niñas a la vez. Tarō había ido a gritarle al Dios de la Lujuria en su propio templo, le había recriminado la acción de mandarle a tres bebés cuando él solo había pedido uno. También había visto que su hijo utilizaba su anillo de bodas con menos frecuencia, pero quien se llevó la peor parte fue Raiden, el lobo no dejó de recibir gritos de furia, acusaciones de que era su responsabilidad y que debía de trabajar cada vez más.
La abuela de Shiraishi había muerto en felicidad luego de saber las alegres noticias, había sido como si hubiera esperado el informe para poder marcharse sin preocupaciones. No lo decía, pero Kaneko tenía un enorme resentimiento contra esa vieja, ahora ella tenía que hacer el trabajo de cuidar a las mocosas mientras sus padres y hermano trabajaban, que no era una carga complicada porque ellas se mantenían siempre obedientes antes de desatar la furia de la abuela, pero aun así era molesto. Kaneko ni siquiera cuido ni crió a Tarō cuando era joven, había tenido sirvientes que hicieron todo el trabajo por ella.
─¿Por qué habría que hacerlo ahora? ─murmuró para sí misma.
De todas maneras la madre de las niñas vendría a buscarlas pronto para la hora de la comida, pues Ta-chan siempre cerraba su tienda de postres y galletas para pasar tiempo con sus hijas, así que ambas se mantuvieron en silencio hasta que a Miyu se le ocurrió otro tema de conversación.
─Hermano vendrá a cenar hoy.
─¿Dónde lo has escuchado?
─Mamá ─arrancó un diente de león y lo sostuvo entre el dedo pulgar y el índice antes de ofrecerlo a la abuela─. Ven a cenar con nosotros ─la mujer recibió la flor mostrando una expresión de disgusto─. Siempre comes sola en tu habitación.
─Eso es porque todos ustedes me desagradan.
─Si insistes tanto en quedarte sola, realmente te quedaras sola, abuela ─la niña se mostró preocupada de repente─. Siento la soledad de la abuela y hace que mi pecho se sienta incomodo ─tragó saliva, como si le fuera difícil continuar─. La personalidad de la abuela alguna vez estuvo llena de colores, pero ahora no es nada más que una combinación de grises y blancos. Aun sigue siendo hermoso de ese modo, pero... duele ─aguantó las ganas de llorar y volvió a tragar saliva.
─Si quieres llorar, llora ─le respondió la vieja un poco extrañada.
─Tu también abuela ─y como Kaneko no comprendió, la niña explicó─: Tu corazón quiere llorar pero tu cabeza no lo permite, eso es lo que te duele. Si quieres llorar, llora ─la chiquilla se levantó, tocó la mano de la abuela y se echó a correr para encontrarse con sus hermanas, ellas la tomaron de las manos y la envolvieron en un fuerte abrazo, comprendían que la abuela era aterradora.
Kaneko las escuchó susurrar:
─¿Qué dijo?
─¿Si va a venir a cenar?
─Aoi dijo que fuéramos amables.
─¿Por qué lloras, Miyu?, ¿La abuela te gritó?
─¿Ella se enojó?
Se escuchó la puerta principal abrirse en un sonido seco, era Tarō trayendo a casa cajas llenas de postres sobrantes de la tienda para las niñas.
─¡Mamá está aquí! ─gritó Miki alzando los brazos y corriendo hacia el portón principal. Su vestido morado con detalles en blanco se voló con el viento hasta que su ropita interior quedó a la vista.
─¡Mamá está aquí! ─le siguió Miho.
Ese día, la única que lloró fue Miyu.

NAVEGANTE DE LAS ESTRELLAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora