CAPITULO XXXII. EL ENCARGADO DE UN TEMPLO

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La cita se arregló en una cafetería. Lo cual era bastante irónico, pero, por fortuna, también servían té.
─¿Necesita alguna cosa más? ─preguntó el mesero con un ligero sonrojo, probablemente por la belleza de Tarō .
─Estoy bien, gracias ─sonrió y el tipo se marchó. El dominante miró el interior de la taza, su bebida lucia deliciosa─. Tomaré una foto ─tomó su teléfono celular y sacó una fotografía. Luego centró la atención en la taza de nuevo─. Mmm... ─y dejó salir un sonido de placer en cuanto el líquido se deslizó por su garganta.
Después de un par de minutos, y cuando el té estaba acabándose, miró su reloj plateado que siempre brillaba en su muñeca. Había pasado toda una hora desde que la hora de la cita fue arreglada, pero no le preocupó en absoluto, mejor dicho, ni siquiera le importó, porque aún si su cita no llegaba, Hatoyama podía tener una cita con el té de canela de su taza bonita.
Veía a la gente pasar, ¿Desde hace cuánto tiempo no tenía esa tranquilidad?
Desde que este secretario recordaba, siempre había tenido cosas que hacer, una madre complacida era el premio. Cuando el omega tenía cinco años ya tenía el deber de aprender de memoria los carácteres japoneses. Cuando tenía ocho ya le habían presentado a su prometido y su misión fue aprender las cualidades de una esposa perfecta, a la edad de doce años acudió a cursos de actuación, a los dieciséis abandonó a su futuro esposo. A los veinticinco fue expulsado de casa y excluido de la herencia familiar, hasta cuando cumplió veintiséis donde se convirtió en el fiel discípulo de su amigo del alma, y salvador, Tanaka Kenta.
Hatoyama Tarō es un joven amo de la familia Hatoyama, la cual es una familia bastante adinerada y poderosa, pero a diferencia de Kenta, Tarō jamás tuvo padres amorosos. Es una hermosa ave que fue encerrada en una jaula de oro.
Después de ser dejado en la miseria sobrevivió con algunos ahorros, pero cuando se le acabó, el presidente de BBS lo hizo su mano derecha. El omega dominante actualmente vive en un condominio de lujo, dentro de un departamento hermoso y espacioso, donde la soledad es su única compañera, y eso es perfecto para él.
A la tercera taza de té, porque por supuesto que no estaba cansado del sabor, aún disfrutaba de la sensación de saborear y tragar de esa deliciosa esencia de canela.
Miró de nuevo su muñeca, <<Una hora y cincuenta y cinco minutos>>, sonrió, pero cuando miró de nuevo al frente:
─¿Hatoyama? ─un apuesto hombre estaba sonriéndole, incluso sus ojos estaban cerrados, su cabello era realmente largo y estaba atado en una coleta alta.
─Ah... ─el secretario estaba dudando en contestar, era muy alto, y estaba usando... <<¿Es el traje de un templo?>>, se preguntó el dominante parpadeando deprisa.
─Mi nombre es Shiraishi Raiden. Un amigo mío me ha arreglado una cita, me dieron características de la persona y usted coincide con el aspecto, ¿Acaso es usted? ─tenía grandes aretes de oro colgando de sus orejas, lentes que seguramente utilizaría la gente mayor, y extrañas marcas rojas debajo de los ojos─, ¿Puedo sentarme? ─no espero respuesta, tomó una silla y se hizo paso en la mesa. Ante eso, el secretario pensó: <<Pésimos modales>>─. Bueno, ¿Por dónde empezamos? ─sonrió. Parecía como si quisiera ocultar sus ojos cerrándolos constantemente, o con su flequillo, pero Tarō lo olvidó en un segundo.
─¿Quería realmente venir aquí? ─eligió ser igual de grosero que Raiden.
─¿Qué? ─pero no estaba ni siquiera un poco intimidado. Tomó la carta de la cafetería y empezó a leer la lista de bebidas con falsa atención.
─Se ha demorado dos horas. Si no quería venir hubiera dicho que no ─lo dijo sonriente pero con un toque sínico, entonces el tipo por fin levantó la mirada. <<Ah, se enojó>>, Hatoyama lo supo porque ese extraño sujeto frunció el ceño.
─He venido a la hora indicada ─corrigió.
─No, no lo ha hecho. La reunión era a las nueve. Aunque supongo que cualquiera puede confundir un nueve con un once ─atacó.
─Solo un idiota confundiría un nueve con un once ─contraataco con voz molesta. Sin más remedio, buscó en su móvil, donde la conversación con Akuma era reciente─. Yumi escribió: "El encuentro con Hatoyama es por la mañana. Por favor no debes olvidarlo, recuerda que es a las..." ─la voz se apagó de repente.
─Eso pensé ─se burló─. Solo un idiota ¿No es así?
─Lo lamento.
─Ya está hecho así que está bien. De todas maneras ya estaba por irme, creí que ya no vendría así que me puse cómodo.
A los ojos de Raiden, Tarō era tan correcto que le resultaba enfermo.
A los ojos de Hatoyama, Shiraishi era tan grosero y sin modales que no valía la pena.
─Entonces me hubiera quedado en casa en lugar de perder mí tiempo.
─Hubiera sido lo mejor, ¿Acaso es un sacerdote?
─Si lo fuera no tendría cabello ─bromeo y rió, pero al secretario no le produjo ni un poco de gracia─. Un amigo mío es el sacerdote del templo que esta como a cinco cuadras de aquí. Actualmente estoy ayudándole en algunas tareas porque está fuera de la cuidad. Es un pasatiempo en lo que encuentro un trabajo estable.
─Entonces está desempleado ─negó con la cabeza de forma grosera.
─Yo no lo diría así ─negó con severidad─. Después de todo me ocupo del templo, tampoco es como si estuviera en mi casa sin hacer nada.
─Acaso ¿Le pagan por eso?
─No realmente pero...
─Entonces es un desempleado ─afirmó.
─¿Y en qué trabaja usted? ─Raiden quería atacar igual o peor.
─Soy un secretario ─respondió con seguridad.
─Ah, ¿Sí? ─el encargado del templo vio su oportunidad─, ¿Un hombre secretario?, ¿No es eso vergonzoso? ─<<Y siendo un alfa, resulta patético>>, se dijo.
─En absoluto. Tengo un trabajo estable y soy muy bueno en ello. Gano bien así que no tengo la necesidad de ayudar en templos ─pero a Tarō no le afectó ninguna de esas palabras. Toda su vida había estado cubierto de personas basura, por lo que le resultaba fácil contestar a ese tipo de comentarios, donde la naturalidad era más que sencilla. Se mantenía en la conversación con un tono de voz desinteresado─. Aunque debe de ser divertido ya que no le preocupa no ganar dinero por ayudar gratis. Eso es admirable.
Pero a Raiden si le afectaba, y mucho.
<<¿En que estaba pensando Yumi cuando arreglo este encuentro de mierda con este alfa irritante? No encajaría jamás con un tipo así de superficial>>, eso pensaba.
─¿Eso cree?
─Por supuesto.
─Para un hombre de su clase debe ser así porque nunca se ha visto en la necesidad de trabajar con el corazón.
─¿Mi clase?
─La clase alta, claro está ─<<Es obvio por la forma en la que habla y en la que se comporta. Cada sorbo que le da a esa taza de té es tan refinada>>.
Gracias al cielo el mesero llegó.
─¿Desean algo más? ─el empleado miró con atención al omega.
─¿Puedo tener la cuenta?
─Sí, ¿Solo del té, verdad? ─en cuanto el dominante asintió, el tipo dijo─: Hay un descuento especial este día ─mintió─, así que el costo será mucho menor.
─Gracias ─la sonrisa de negocios derritió al mesero mientras recibía la tarjeta y la pasaba en el datáfono─. Debo irme ─se despidió en cuanto su tarjeta le fue devuelta─ , tal vez no me crea, pero fue un placer conocerlo, Shiraishi ─el que no le agradara el sujeto no quería decir que sus modales fueran malos. Extendió la mano, quería dejar la cita en buenos términos. Raiden le estrechó la mano tarde─. Que pase un excelente día.
Tarō salió de la cafetería, dejando atrás a un hombre que no deseaba volver a ver nunca más.
Caminaba tranquilamente por la calle, era un día extraño donde la paz predominaba. Llevaba un paraguas como bastón, en las noticias habían dicho que se aproximaba una fuerte tormenta, pero el cielo estaba despejado.
─Quizás se equivocaron ─pensó en voz alta.
─¡Oye, ¿Crees que estoy bromeando, hijo de puta?!
─No, no, señor ─por supuesto que los días de paz no existen.
─Entonces vamos, hijo. La mujer ya recibió el dinero. Vamos.
En la lejanía había un grupo de hombres rodeando a un adolescente, su rostro joven estaba asustado.
─¡A la camioneta! ─seguía gritando uno.
El secretario no estaba interesado, se había decidido, a que cuando pasara por ese lado, solo evitaría la situación. <<Incluso todos ellos deciden mirar>>, pensó en cuanto notó que en los alrededores había como quince personas mirando desde las ventanas y rincones.
Empezó a dar pasos apresurados en cuando llegó al lugar del alboroto, y hubiera pasado de largo si no fuera por una dulce fragancia que le llegó a la punta de la nariz.
─¿El chico es omega? ─le preguntó a los tres tipos malos con calma.
─¿Te importa? ─le respondió uno con una voz feroz. El aspecto del tipo hizo reír al dominante, el tipo era gordo, bajo y con ojos pequeños, pensó que era como un perro de raza american bully.
─Sí, me importa. Quiero ayudarlo.
─¿Qué? ─el segundo era como una copia barata de Charlie Monttana. Tarō evitó reír.
─Soy un trabajador de la empresa de BBS ─dijo ignorando a los hombres y mirando al adolescente, quien estaba horrorizado─. Hatoyama Tarō, ese es mi nombre. La compañía de mi empleador tiene una fundación para la protección del genero omega ─buscó su tarjeta de presentación en el interior del bolsillo de su saco, agarró la tarjeta con el dedo índice y el medio, con gracia la tomó por la esquina superior izquierda y la entregó al omega en apuros. Sonreía mientras decía─: Si tienes problemas acude a uno de nuestros centros, dí que vas de mi parte, muéstrales la tarjeta, y ellos se encargaran de...

─¡Cierra la boca! ─la tarjeta le fue arrebatada al adolescente, y luego el american bully la rompió en pedazos, los cuales fueron tirados y pisoteados al suelo─, ¡¿Quién eres tú?!, ¡Solo eres un niño bonito! ─se acercó a Tarō de manera amenazante,...

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─¡Cierra la boca! ─la tarjeta le fue arrebatada al adolescente, y luego el american bully la rompió en pedazos, los cuales fueron tirados y pisoteados al suelo─, ¡¿Quién eres tú?!, ¡Solo eres un niño bonito! ─se acercó a Tarō de manera amenazante, el omega inhaló con calma, no había fragancia, <<Un beta>>, se dijo.
─Alto ahí ─el tercer hombre, y último, era atractivo pero no tanto como para dejar de ser un idiota, y estaba fumando un cigarrillo barato. Estaba sonriendo de manera burlona, no había dicho nada hasta ahora, pero de pronto, tenía mucho interés─. ¿Qué haces por aquí? ─se puso de pie, ya que había estado sentado en la silla del auto del conductor de la camioneta que seguramente les pertenecía─, ¿Estás buscando problemas? ─el omega dominante no contestó─, escucha, no quiero golpear ese hermoso rostro de ángel que tienes ─se puso de frente a Hatoyama, solo unos cuantos centímetros los separaban─. Largo de aquí.
─No ─ambos se observaron por unos cuantos segundos, sin decir nada pero tratando de averiguar las acciones ocultas en sus ojos. De repente el humo del cigarro le fue soplado en el rostro, Tarō cerró los ojos y en un instante los abrió, un puño se dirigía con prisa hacia su mejilla.
Nuestro valioso secretario había tomado clases de karate a los catorce, así que esquivo el puño y devolvió el favor sin fallar.
─Eso fue muy descortés ─continúo negando con la cabeza, <<Vaya intento de alfa>>, se burló. Al parecer el delincuente "guapo" se desmayó porque ya no se levantó del suelo─. Caballeros ─llamó a los hombres poco atractivos─, levanten a su amigo y llévenlo a un hospital. Si los médicos preguntan... Se calló del auto ─los otros dos sujetos obedecieron con miedo. Si el jefe estaba en el suelo, era señal de rendición para sus discípulos. Y mientras esos malhechores se desvanecían─: Ah, sí, entonces, por favor ─el secretario sacó otra tarjeta y la ofreció nuevamente al joven omega─. Ven cuando lo necesites ─rió.
Así pues, procedió a continuar su camino como si nada hubiera pasado. Las personas lo seguían con la mirada pero él no pudo sentirlas.
─¡Hatoyama! ─alguien llamó su nombre, entonces se detuvo y dió media vuelta, y para su sorpresa volvió a toparse con el indignante hombre de su cita─. Dejaste caer tu celular cuando te agáchaste para golpear a ese tipo ─el omega tanteo su bolsillo del pantalón, no había nada ahí. Miró el objeto en la mano de Raiden y:
─Ya veo ─suspiró y le entregaron su móvil─. Te lo agradezco.
─Ví lo de hace un momento, fue muy valiente. Pensé que esos tipos iban a... Bueno, fuiste como un gran héroe. Aunque creo que debí de haberlo adivinado, ¿No?
─¿Adivinar qué?
─Que debía de esperarse de un alfa ─<<¿Un alfa?>>, se confundió el secretario.
─¿Pasa regularmente?
─Es toda una vergüenza pero, lastimosamente, sí. Los omegas les han dejado de interesar en esta parte de Tokio al gobierno, y gran parte de los pobladores tienen miedo de interferir, porque los que se atreven, solo terminan humillados ─el dominante se anotó una notita mental en la cabeza <<Definitivamente debo informar al presidente>>.
─Omega.
─¿Eh?
─No soy un alfa, soy un omega.

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