EXTRA XXI. VIEJAS HISTORIAS: NOMBRAR A LA INEXPERIENCIA

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Eustace no le prestó atención especial a su madre.
─Bueno... ¡Ya me voy! ─por alguna extraña razón las paredes oscuras del departamento de la vieja Leonor le resultaban cautivantes al pequeño junior. <<Es mejor que no le den un lápiz>>, pensó el omega. Las paredes del departamento de Mori, el cual había sido dejado en el pasado, siempre tenían rayones nuevos cada día del año, a veces eran jeroglíficos impactantes y confusos, otra veces se trataban de flores, letras, números, o gatos, la pared siempre era decorada con distintos colores. Al menos con Reiko las cosas eran diferentes, el beta se enfadaba si había siquiera un punto negro en sus paredes intactas, hacía un escándalo así que Eustace siempre acababa llorando.
─¡Ya, ya, vete ya! ─lo echaba la antigua prostituta.
El conejo comenzaba su sexto día de trabajo, y suspiró cansado a pesar de estar iniciando su caminata. Le preocupaba dejar a su pequeño a cargo de una mujer un poco: <<libertina>>, por no decir: <<despreocupada>>, pero no tenía opción, al terminar la semana le pagaría lo correspondiente a la niñera, quien no era exigente con los pagos y era considerada con los precios. Sin mencionar que las clases iniciarían ese año para el pequeño Eustace, debía educar, alimentar y asear a su hijo, esas cosas no vendrían solas, esas cosas se ganaban con esfuerzo.

+.+

─¡Shinseki, la treinta y siete! ─el cansancio descansaba en sus hombros, la ansiedad en su cabeza, y el estrés rondaba su mente, sin embargo siempre se aseguraba de repetirse: <<No pasa nada, una más>>.
Su trabajo era leer el alimento escrito en el papel, leer la receta y seguir las instrucciones al pie de la letra.
─Esta mal ─le decía un compañero omega─. El señor Fukuda tiene cáncer de boca, lo que quiere decir que se le dificulta tragar. Tritura todo ─Yota arrugó la nariz─. Sí, tritura la carne ─Shion era rudo con la enseñanza, pero se aseguraba de recompensarte─. Correcto, bien, corta el pescado en los trozos más pequeños que puedas hacer. Cuida también que tu sopa no quede liquida, es una crema no un caldo ─asintió con una ligera sonrisa al ver que el conejo trataba de seguir cada una de sus instrucciones─. Muy bien ─lo felicitó cuando Shinseki empezó a pasar el filo del cuchillo por todos lados de la carne, quedando una especie de papilla.
─Ese es el problema con los nuevos ─se quejaba un chef uniéndose a la conversación─. Hay que enseñarles, y pues hay que aguantarlo, a enseñarles ─estaba irritado y su avanzada edad lo delataba como un tipo que repudiaba a los más jovenes─. Ustedes son como dos niños pequeños, soy muy torpes ─para el chef la palabra: "juventud" era sinónimo de: "incapacidad", y si poníamos las cosas en perspectiva, eso era totalmente verdad. Todos somos incapaces en algún momento de nuestras vidas. Un bebé no nace caminando, ni mucho menos hablando, las aves no salen del cascaron con plumas grandes y hermosas en sus alas, una oruga no vuela hasta que se hace mariposa, así como un novato tampoco en experto en algo que apenas va a aprender. Pero para convertirse en expertos primero hay que tener inhabilidad y ser torpes. El ser humano necesita tener ejemplos que seguir, pasar por un proceso lento y continúo de enseñanza, necesita arruinar una y otra vez para aprender.
─Ya terminé ─dijo Yota, esperando nuevas instrucciones.
Pero muchas veces los expertos ya no tenían la suficiente paciencia como para convertirse en ejemplos.
─Muy bien, calienta la crema a fuego bajo. La boca del señor Fukuda es sensible. No muy caliente ni muy fría ─lo orientaba Shion.
─¿Ya terminaste? ─preguntó una compañera beta casi riendo─, ¿De verdad?, eso sí que es novedad ─se notaban sus oscuras intenciones, también se trataba de una mujer incapaz, sin embargo─: ¡Chef, que el niño ya terminó! ─a pesar de estar en el mismo lugar, quería que los demás también pasaran por las mismas malas cosas que ella había experimentado. Rió un poco y volvió a sus tareas.
─¡En esta cocina nunca se acaba el trabajo. Siempre hay algo que hacer! ─la experiencia a veces también arrastraba consigo un poco de amargura y arrogancia, y hacia olvidar a los expertos que alguna vez también habían sido jóvenes. El chef dirigió a Shinseki una de sus miradas intensas y pesadas, de esas que decían que estaba observando a un incompetente disfrazado de idiota, negó con la cabeza y volvió a la plancha. Volvió a hablar, evitando ver al omega a la cara, como si no valiera la pena considerarlo humano─. Cuando hayas terminado con el platillo, a ver si lo llevas a la habitación correspondiente ─Shion negó con la cabeza en silencio mientras miraba su caldo de verduras hervir─. Hay poco personal así que no hay meseros ─<<tal vez porque la paga es una basura>>, pensó Yota─. Quizás sirvas mejor para eso ─el niño agachó la cabeza y asintió con poco entusiasmo. <<Pero... ese no es mi trabajo>>.

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