CAPITULO LI. EL TEJÓN DE LA MIEL QUIERE ARRANCARTE LOS TESTÍCULOS

43 6 2
                                    

La hermosa dama, ya un poco vieja, sonrió con alegría, abrió sus brazos a ambos lados y gritó:
─¡BEBÉ! ─Joanne era la más antigua de las esposas oficiales de Christopher Atwood, y eso la hacía sentirse superior sobre las demás─, que sorpresa ─el médico pensó que la hermosa dama de cabello castaño tenía unos senos enormes.
─Mi madre es beta, y se operó el pecho ─susurró John con gracia.
─¿Por qué no me dijiste que vendrías? ─abrazó a su hijo y luego se quedó de pie a un costado, solo entonces se percató de la presencia del beta─, ¿Quién es él?
─Mi prometida, madre ─contestó la serpiente─. Pensé que tu esposo te lo había dicho ─suspiró y agregó─: También te envié un mensaje, pero supongo que no lo leíste.
─Ah, ¿Ah, sí? ─rápidamente se fijó en su celular─, ¡Ah sí, aquí está! ─de nuevo miró a Kutaragi─. Vaya fortuna, eres un omega hermoso ─asintió─. Da a luz a muchos niños ─le tocó el hombro─. Espero que hagas feliz a John, es el primogénito y su esposa debe estar a su altura ─lo amenazó.
─Eso haré ─contestó el médico nada temeroso─. Sin duda lo haré tan feliz que no habrá necesidad de que encuentre a otras doce compañeras ─ese fue un gran movimiento, el cual si le dolió a Joanne.
─¿Disculpa?
─Yo no dije nada ─rió.
─Largo de aquí, madre ─la echó John.
─Pero...
─Ya saludaste, así que, por qué no vas a ponerte algunas cuantas uñas lindas en los dedos.
─Las acabo de poner hace... ─el alfa le echó una mirada descuidada a las manos de la mujer.
─Creo que es el mismo diseño que tiene la madre de Abel. No, estoy seguro que es el mismo diseño ─mintió.
─Esa maldita perra ─susurró─, ¿Pero cómo se atreve a hacerse la misma manicura que yo? ─Joanne pronto se esfumó, las coincidencias absurdas la hacían enfadar de manera infantil.
─¿Tienen los mismos gustos? ─preguntó Reiko cuando se quedaron, de nuevo, solos.
─Ni siquiera he visto a las demás mujeres ─rió─, pero mamá no me agrada demasiado. Es caprichosa, fea y ni siquiera le importo yo... ni nada que no sea ella misma ─negó con la cabeza sonriendo─. Prefiero esperar contigo, es mucho mejor.
─Ah, sí, claro ─el beta sintió un temblor en el pecho, <<que raro>>.
─Me has gustado todas tus respuestas ─lo felicitó de repente─. Te dejaré elegir la cantidad que gustes ─asintió y empezó a reír en cuanto al doctor empezaron a brillarle los ojos─, ¿Quieres algo de beber? ─giró la cabeza y la agachó para mirar a su falsa prometida. Era igual a <<una inocente liebre>>, y es que el joven se mostraba inseguro sobre que bebida pedir─. Te daré lo que quieras.
─¿Sí?
─Sí.
─Estoy bien con agua ─se soltó del agarré de Atwood y empezó a caminar por los alrededores. Miró las flores marchitas en el jarrón de cristal costoso, los muebles sin una pizca de polvo, la soledad que albergaba de repente, y las fotografías familiares─, ¿Y tus hermanos? ─de un momento a otro estos habían desaparecido.
─Creo que, después de todo, pensaron que esta reunión era aburrida ─se encogió de hombros y siguió a Kutaragi, intrigado por su voz monótona─, ¿Deseas ver la casa?
─¿Y mi vaso de agua? ─rió y observó al demonio.
John se quedó quieto, la luz del sol de la tarde se reflejaba en el rostro de la liebre, iluminando el hermoso color de sus ojos, su pelo recién tenido, y sus labios delgados formaban una enorme y alegre sonrisa, y entonces, la serpiente quedó hipnotizada.

+.+

Mientras Reiko observaba los rosales del jardín, Judáh, quien era uno de los pocos que no parecía tener un interés sexual en el médico, aprovechó para felicitar a su hermano.
─Sé que es un beta ─o bueno, mejor dicho, para amenazarlo.
─¿Y? ─pero el dueño del club de Week conocía de memoria cada movimiento de sus hermanos menores.
─¿Y? ─repitió el treceavo hijo, mientras se metía las manos dentro de las bolsas del pantalón─, ¿Y no crees que es un problema?
─No necesariamente ─sonrió, admirando como la liebre dejaba de lado las rosas para ponerle atención a una mariposa─. Todo lo demás es verdad ─suspiró─. ¿Quién no ha mentido por amor?, Me voy a casar ─siguió diciendo, esta vez volteo a ver a su hermano y le paso el brazo por los hombros─. Estoy enamorado de él, y él de mí. No hay alguna otra cosa que descubrir ─sonrió─. Deja de actuar como un maldito detective porque harás molestar a tu hermano.
─Lo del anillo es cierto.
─¿También investigaste eso?
─Si no hubiera metido mis narices en su historial clínico pensaría que es omega, incluso tiene el aroma de uno.
─Eso no debe importarte... A ti ni a nadie.
─Papá no lo aceptará ─un largo silencio se hizo presente, aunque pareciera seguro de sí mismo, esa era la única preocupación de John.
─Es un maldito viejo, su opinión no cuenta ─sonrió con burla.
─Él acaba de llegar.
─Incluso cuando me dio una hora se aparece a la hora que desea. Nos dejó esperando por mucho tiempo ─se quejó─, incluso estaba a punto de irme.
─Te puedo asegurar a que ya lo vio y que hubo grandes problemas ─mencionó de repente.
─¿Qué tratas de decir?
─Nada, nada, es solo que... Me pareció ver a Joanne llorando porque su esposo le dejó el rostro morado.
─Está perfectamente, la vi hace un rato, no tenía nada.
─Sí, pero llevas un tiempo dándole un recorrido a tu prometida por aquí, ¿Sabes cuantas cosas pasan en el infierno cuando visitas el paraíso?, el mundo se mueve, John.
─No te creo ─por qué era un engañó, ¿Verdad?
─Ella dijo muchas cosas sobre tu prometida. Ya sabes cómo es, tu madre, ella es... molesta para todos aquí. A papá no le ofendió lo que dijo, mejor dicho, ni siquiera le prestó atención. Entenderás que cuando llegas cansado a casa del trabajo, es normal golpear lo primero que cause problemas en tu camino.
─Creo que deberías cuidar más de tí mismo ─sonrió John con malicia y señaló su cuello, haciendo ilusión a la enorme cicatriz que sobresalía de la camisa de su hermano─. ¿Qué te sucedió?, ¿Una perra loca? ─rió─, ¿Por qué no mejor controlas a tu puta en lugar de meterte dónde no te llaman? ─Judáh se quedó callado y solo entonces John caminó presuroso hacia la mansión, sí, odiaba a Joanne, pero todavía era su madre.
Pero aquella serpiente se olvidó de cargar con su libre, que era astuta, pero todavía vulnerable en el territorio de los depredadores.
─¡Kutaragi! ─Judáh saludó desde las lejanías─, ¡Mi padre quiere verte!, ¡John ya se adelantó!

NAVEGANTE DE LAS ESTRELLAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora