CAPITULO I. BATALLA DE BUENA SUERTE

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Ayer había sido un día maravilloso, pero hoy las cosas no pintaban muy bien.
─¿Puedes apagar eso? ─pidió Kenta mientras se frotaba la frente con fuerza. El chofer del vehículo se movió de inmediato para apagar la radio que hace solo unos momentos acababa de encender, pero antes de que pudiera tocar cualquier botón, el secretario lo detuvo.
─¡No lo hagas!, sube el volumen ─Tarō notó la reacción indecisa del chofer así que volteó a mirar a su jefe, este no tardó mucho en pensarlo.
─Está bien.
Al alfa aún le resultaba molesto, Hatoyama lo sabía, y la única solución que se le ocurrió fue cantar cuando una canción que conocía vagamente empezó a sonar en la radio. La voz desafinada del secretario hizo que Kenta sonriera, escuchaba como algunas veces su empleado se equivocaba de línea y trataba de disimular su falta tarareando. Cuando menos se dió cuenta, ya se encontraba siguiendo el ritmo de la melodía con los dedos de su mano derecha, golpeando su pierna de manera suave.
Los lunes eran los días de visita al hospital. El padre de Kenta se encontraba postrado sobre un colchón en un hospital privado. De hecho la vida de aquel hombre había sido buena, nació y creció sobre una cuna de oro, nunca en su vida había experimentado el rechazo o la derrota, no hasta que un día lo diagnosticaron con una rara enfermedad.
De cualquier manera, Kenta no tenía libre el comienzo de semana, como era de esperarse tenía que atender otros asuntos ahora que era el presidente de una empresa, así que había decidido hacer la visita antes... Bueno, en realidad no, fue el secretario quien nunca lo olvidó, si fuera por el alfa, ese hombre en el hospital podía morirse hoy mismo.
Entonces como habrás adivinado las visitas al hospital eran molestas y estresantes, pero ya estaban en el auto, y ya estaban frente al hospital, ¿Qué más podía hacer?
─Aún podemos dar vuelta atrás ─dijo Kenta. Nunca perdía la oportunidad de hacer saber sus últimas soluciones a algo que no quería hacer.
─Solo sube y saluda ─entonces el omega respondía lo habitual mientras salía del coche. Un tiempo después (lo necesario para que el joven empresario se preparara mentalmente), Hatoyama abría la puerta por su empleador, ponía una sonrisa de negocios y esperaba pacientemente hasta que Kenta diera un paso afuera del coche, solo entonces se cerraba la puerta, el vehículo se iba y entraban al hospital.
Las lindas enfermeras ya estaban acostumbradas... O mejor dicho, preparadas para las cotidianas visitas del apuesto hombre, procuraban estar maquilladas y peinadas todos los lunes, pero hoy se vieron sorprendidas cuando el sexy alfa cruzó la entrada y ellas no estaban listas, susurraron entre ellas sus torpes descuidos y el joven alfa evitó mostrar una sonrisa divertida.
Cuando llegaron al mostrador principal fue Tarō el que habló.
─La visita del joven amo, Tanaka Kenta, ha sido removida al día de hoy. Llamé esta mañana para confirmar que podíamos hacer la visita esta tarde, fue debido al trabajo ─el hombre de recepción les dió la bienvenida y confirmó la visita, ya que por el momento no había más mujeres por los alrededores, al parecer todas necesitaban ir al sanitario al mismo tiempo.
─Por cierto... joven amo ─dijo el enfermero─, su padre se ha mostrado más alegre estos días, quizás... Bueno, no quiero hecerlo ilusionar pero su corazón podría empezar a sanar ─el joven muchacho tragó saliva─. De hecho se ha cambiado su merienda liquida a una un poco más sólida ─el enfermero bajó la vista hacia la computadora que descansaba sobre el mostrador, y con una alegre sonrisa dijo─: Los nutriólogos dan un pronóstico optimista ─luego el tipo asintió levemente esperando ser felicitado por el buen trabajo.
─Ya-ya veo ─alcanzó a mencionar el alfa después de un momento de aturdimiento─. Buen trabajo ─devolvió la misma sonrisa alegre pero cuando se dió la vuelta y mientras se dirigía al ascensor su rostro se endureció por completo, su ceño fruncido demostraba una clara molestia. Murmuró para sí mismo─: Esta bien incluso si no lo hace ¿Verdad?, ¿Acaso no puede morirse?
─No digas eso ─respondió el omega que lo seguía a pocos pasos.
─¿Y si alguien lo mata? ─Tarō abrió de par en par los ojos, estaba totalmente horrorizado.
─No digas eso ─repitió esperando que aquel amigo suyo dijera que se trataba de una simple broma, pero en su lugar se escuchó:
─Sigo pensándolo de todas formas.
Después de eso no se habló de nada en especial, estos atractivos hombres solo esperaban a que el ascensor los llevará de la manera más rápida posible hacia el piso de la habitacion del padre de Kenta, hacer la visita en breve y marcharse.
El ascensor terminó en el penúltimo piso, incluso para ser un hospital lucia muy solitario, excepto por una voz, que con su risa hacia que un poco de presencia humana se diera lugar, después otra risa se escuchó, pero esta sonaba especialmente malévola ante los oídos del joven amo, conocía muy bien esa voz.
La puerta de la habitación del padre del alfa estaba totalmente abierta.
─... un beta ─era la voz de alguien joven.
─Me recuerda a él.
─¿Sí?
─Pero es distinto, tu beta suena interesante, el mío solía ser... muy molesto ─recordó el viejo entre sonrisas, pero no pudo evitar que su voz sonara llena de resentimiento─. De cualquier forma, ha pasado igual ─festejó─. ¿El alfa de aquella escuela...?
─Perdió ─contestó adivinando su pregunta.
Ambos comenzaron a reír y una fuerte tos le siguió después, era del viejo. Entonces, Kenta, quien se había mantenido escuchando entró en la habitación.
─No se esfuerce demasiado ─dijo el joven que ayudaba al viejo a sentarse.
─¡AH! ─el viejo reconoció la presencia de su heredero con rapidez─. ¡Kenta!
─Ichiro ─saludó.
─Ta-chan ─casi gritó cuando vió al secretario parado junto a la entrada.

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