CAPITULO XXVII. VIEJAS HISTORIAS: EL PEOR MOVIMIENTO EN UN JUEGO DE NAIPES

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El avión seguía disparando sus proyectiles en contra de su adversario, parecía que estaba cerca de la victoria, solo un poco más y ¡BUM!, el contrincante se hizo trizas en la pantalla.
─Vaya ─se impresionó un nuevo amigo a su lado─, cuánta experiencia ─habían pasado alrededor de tres horas y el niño seguía divirtiéndose sin ninguna preocupación, pasando de un juego tras otro, disfrutando de la derrota y de las victorias, porque, ¿Qué adolescente de catorce años imaginaria que sus padres fueron a abandonarlo en un paraíso?
Cargaba con la mochila todo el tiempo, cuidando de su caja blanca, y sonriendo mientras su estómago le reclamaba. Yota decidió que era suficiente por ahora, mañana podría pedir a sus padres acudir a ese mágico lugar de nuevo.
─Tengo que irme ─avisó a su compañero, quien asintió y siguió jugando.
Caminó por el lugar dirigiéndose hacia la salida, todos los allí presentes estaban pasando un tiempo en familia. Seguía siendo un pueblo pero podía sentirse que había un poco más de libertad.
Al salir, solo estaba el pequeño estacionamiento, no había señal de personas, excepto por un tipo que fumaba recargado en un poste, pero el chiquillo no se alarmó, buscó con paciencia el auto de sus padres, cuando no lo encontró, suspiró y pensó que quizás fueron por comida, así que lo más razonable era quedarse sentado a esperar.

Ya era de noche. Las luces del pueblo, que el niño no conocía en absoluto, estaban llenas de alguna extraña mala vibra. Se llenó de temor, miraba a todas partes con la esperanza de ver la camioneta vieja de sus padres, aunque por otro lado, quería buscar comida por su cuenta, su estómago estaba haciendo gruñidos raros y su cabeza estaba gritándole que fuera al local de enfrente para solucionar ese problema.
"Casa del ramen", decía el enorme anuncio con letras blancas. De alguna forma el omega llegó hasta allí arrastrando todo el cansancio que sentía en la espalda (la mochila era un poco pesada). Tenía hambre y estaba, según él, perdido.
Cuando por fin dió un paso adentro, el olor del ramen recién hecho le llegó a la nariz, el deseo puso más desesperado a su estómago, y entonces se acercó a un hombre ebrio que yacía sobre una mesa. El adolescente sabía que para comer hay que pagar, pero ya había gastado todo el dinero que su madre le había dado en juegos.
─Señor ─el hombre volteó en su dirección─, disculpe yo... tengo hambre ─después de pedir, el borracho sonrió.
─¿Qué? ─soltó escupiendo ramen de la boca─, ¿Acaso estas pidiendo de mi comida pequeño bastardo?
─Yo... no... Es que no encuentro a mis padres. Podría pagarle cuando ellos vengan por mí ─el tipo despreocupado no pareció muy interesado.
─¿Y eso debe de importarme? ─dijo con un toque burlón.
─Quizás si me ayuda a encontrarlos... ─se detuvo en cuanto el ebrio negó con la cabeza y siguió con lo que hacía─. Mis padres, ellos... son de Takasu, vivimos juntos en un casa pequeña. Voy a la escuela y siempre he tenido buenas notas. Vinimos aquí por navidad, y tenemos una camioneta de carga blanca. Mi madre tiene el cabello negro oscuro, y mi padre es un granjero alto...
─¡Oye, cocinero, un huérfano está molestándome! ─gritó cansado de la situación.
Un mesero apareció para ayudar.
─¿Cuál es el problema?
─¿Cuál es el problema, dices? ─repitió con un tono molesto─, este crío, hombre. Esta balbuceando cosas sin sentido, ¡No me deja comer!, quien sabe que es lo que tanto dice. Si no deja de molestarme me iré sin pagar ─se rascó la oreja de manera despreocupada y espero a que ese empleado resolviera el problema.
─Vamos, chico ─le pidió el mesero agarrando la mano de Yota para llevarlo hacia la salida.
─¿Usted puede ayudarme a encontrar a mis padres? ─preguntó en el camino.
─¿Qué?
─Es que yo no encuentro a mis padres.
─¿Sí? Vaya lastima.
─Somos de un pueblo, de Takasu, vivimos juntos en un casa pequeña. Voy a la escuela, y siempre he tenido buenas notas...
─¿Takasu? Eso está a una hora en coche de aquí.
─¿Usted puede ayudarme?
─Tengo que volver al trabajo, ¿Sabes? Tengo mis propios problemas así que no puedo hacer algo como eso, pero puedes encontrar a tus padres si sigues el camino hacia la izquierda ─mintió─. Por ahí puedes regresar a Takasu en media hora. Así encuentras a tus padres ─lo único que quería ese empleado incompetente era deshacerse de los intrusos.
─Pero ¿Dónde debo de parar?
─Hasta que el camino se acabe.
─¿Es así?
─Por supuesto ─ese alegre e hipócrita mesero se despidió dando saltos y moviendo las manos de un lado hacia el otro─, ¡Suerte!
Shinseki se vió obligado, y esperanzado, a seguir el camino. Los pasillos a veces le indicaban seguir a la derecha, otras veces hacia la izquierda, pero tampoco caminó demasiado porque pronto le dio sueño.
Cuando vió a un gato esconderse en un callejón, abandonó el camino, siguiendo al animal descubrió pronto que descansar entre un montón de cajas, con un felino negro a un costado, resultaba mucho más acogedor que hacerlo en su antigua casa en Takasu.

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