CAPITULO XXVI. VIEJAS HISTORIAS: FELÍZ NAVIDAD

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Eran los últimos días de otoño de hace dieciséis años.
Las nubes negras pasaban por el cielo de forma rápida por la fuerza del viento. No iba a llover, solo estaba nublado. El brillante cielo azul había sido reemplazado por un gris oscuro, y afuera, no había nadie, seguramente para refugiarse en la calidez de sus hogares, tomando leche tibia con miel o tomando un merecido descanso dentro de un caliente futon.
Dentro de un hogar tradicional japonés, un joven omega reprimía las ganas de llorar, y estaba esperando, pacientemente, a que el padre de la criatura llegara a la puerta de su casa.
A decir verdad era una situación muy desafortunada. Shinseki Yota solo tenía trece años, era un embarazo complicado, y desgraciadamente, no planeado. Sin mencionar que el alfa, Yamamoto Jirō, era alguien que a penas y conocía.
Había sucedido en la escuela, después de clases correspondía hacer la limpieza, Yota aún no conocía su segundo género así que fue toda una sorpresa que el celo de un omega llegara, de golpe, a su cuerpo (sucede que las especies dominantes descubren desde siempre que género son, cuando los recesivos pueden saberlo desde los quince). Contrario a sentir vergüenza, Jirō se enorgullecía de ser un alfa, así que había aprovechado la oportunidad cuando pasaba por casualidad, (los recesivos no solían decirle no a las tentaciones). Luego de sufrir el ataque, el nuevo omega despertó en la soledad de un aula escolar, con la parte inferior del cuerpo hecha un desastre.
De cualquier manera la cosa ya estaba hecha, desde hacía varios días que Shinseki tenía dolores recurrentes en el vientre así que, sin más remedio, había acudido al médico escolar.
"¡¿Qué demonios?!, ¿Has tenido relaciones sexuales?", dijo el hombre de bata blanca.
"Yo... no lo recuerdo", contesto el omega, contándole las pequeñas cosas que recordaba. Ese doctor fue la primera persona en descubrir su secreto, porque ¿A quién le enorgullecía decir cosas como esas? Cuando la vergüenza llega a su punto más alto, cierras la boca.
"Es una pena, porque estas embarazado."
Con eso en mente el pequeño Yota había acudido a contarle a su agresor la situación, y es que, no quería enfrentarlo solo. Tenía miedo.
Fue la primera vez que habló con Yamamoto, aquel tipo era tres años mayor, y es que, era realmente desobligado, lo que lo había llevado a re-cursar el tercer grado. Había sido un encuentro incómodo, a decir verdad no había esperado mucho, pero parecía que ese alfa si recordaba vivamente ese día, pues lo único que hizo fue encogerse de hombros mientras decía: "Te ayudaré", así pues se había arreglado un día de encuentro para dar solución a su inesperado problema.
─¡Yota, tu amigo está aquí! ─gritó su madre.
Shinseki no se atrevió a bajar para recibir a su "amigo", en su lugar, se limitó a esperar sentado en el suelo.
Cuando escuchó que alguien subía las escaleras se mantuvo firme, casi dejando de respirar. Luego alguien tocó la puerta, como no se levantó para ir a abrirla, esta lo hizo por si sola.
Un no tan apuesto chico sonriente apareció sosteniendo una bandeja con una jarra de limonada y dos vasos.
─De verdad que eres descortés ─dijo sin perder más tiempo. Entró mirando todo a su alrededor─. Tu cuarto es grande... Huele a omega ─inhaló y exhaló un par de veces hasta que fue a tomar asiento junto al niño. Colocó la limonada en la mesa y─: ¿Cómo has estado?, ¿Te sientes bien? ─¿Qué pretendía ese tipo?, ¿Por qué actuaba tan despreocupado?─, ¿No me vas a contestar? ─Yota se quedó en silencio─. Bueno... pues yo estoy de maravilla ─asintió y comenzó a servirse limonada─. Hoy en día muchos se quejan del clima, ¿A ti te gusta?, supongo que muchas cosas cambian con la llegada del invierno, a mi particularmente no me agrada, solo cosas malas pasan al final del año. Incluso los nacidos en diciembre tienen mala suerte en esa época. El aire es frío y molesto, por supuesto que no es bonito.
─Ya... veo ─contestó el chico.
─Tu celo vino en esta época del año, ¿Será eso algo malo?, ¿Desde cuándo lo tienes? ─no recibió respuesta, o bueno, ya ni esperaba una, lo que lo llevó a pensar más profundo─. Sera que tú... ¿Lo hiciste a propósito mientras pasaba?
─¡No es así! ─se alarmó el joven omega─, ese fue mi primer celo... Ni siquiera pensé que fuera... así.
─¿Sí? ─tomó un trago de agua y continúo─, lo cierto es que fue muy inesperado. Jamás me percaté de tú existencia hasta ese día, ¿No sueles destacar, verdad? ─el niño guardó silencio─, ¿Tienes amigos?
─No, no tengo.
─Entonces eres todo un solitario... ¡Eso lo hace aún más interesante! No eres especialmente bonito pero creo que eres bueno en el sexo. No me malentiendas, no quiero decir que tú cuerpo no es sexy, pero creo que todo se debe a tu aroma. Eso sí que llama la atención, incluso en ese momento perdí el control. Mis instintos definitivamente salieron a la superficie. Fue muy divertido ─luego se calló de golpe y sugirió algo horroroso─, ¿Por qué no comenzamos a divertirnos juntos de ahora en adelante?, De verdad que fue bueno ─Shinseki quería llorar, ¿Qué era todo eso?─, los fines de semana deberían de estar bien.
─Estoy... embarazado ─entonces lágrimas de miedo se deslizaron con lentitud por sus mejillas, las cuales llegaron hasta su barbilla.
─Ah, vaya... ─suspiró el alfa─. Los omegas sí que son dramáticos ─puso los ojos en blanco y tomo la pequeña bolsita de papel que había traído con él─. Está solucionado, no llores. Compré esto en la farmacia ─Yota dejó de llorar para prestar especial atención─. Es la rosa de castilla ─sonreía mientras sacaba el producto y explicaba con ánimo─. Hay algunas omegas en mi grado y no suelen perder el tiempo, una de ellas me dijo que puedes matar al bebé con estas pastillas. La mujer de la farmacia me dijo que podías sangrar en los próximos días, probablemente te asustaras, pero no tengas miedo, todo estará bien ─<<Aunque no se recomienda en pacientes menores de quince>>, pensó─. Tú tomala, el niño se irá ─le entregó la caja con una sonrisa alegre y el niño la recibió.
Matar... Matar... Eso solo llevaba a Yota a pensar en una sola cosa:
Los fines de semana el padre de Shinseki tomaba su rifle favorito y llevaba a su único hijo a tomar a los mejores y más bonitos patos del pueblo. Cazar patos era una actividad desagradable, el omega no disfrutaba en absoluto de ese pasatiempo. Su padre se reía, pero para el niño era solamente triste. Ver como las aves se desplomaban cuando estaban en pleno vuelo solo le generaba nostalgia. Lo más ignorante era que ni siquiera necesitaban la carne.
─¿Matar al bebé? ─matar era una palabra peligrosa.
─Si ─matar patos, matar un bebé, las dos siguen siendo igual de crueles─. Eso es lo que sucede, no hay otra forma de deshacerse del problema.
─Entiendo... La tomaré más tarde. Acabo de comer, estoy lleno.
─Si, haz eso ─dos minutos pasaron y─: ¿Y ahora qué?, ¿Nos divertimos un rato?
─Debo estudiar.
─Ya veo ─el chiquillo asintió pero el alfa malévolo no se rindió tan rápido. Se levantó y se acercó al omega─. Eres muy lindo Shinseki ─dijo─, es una lástima perder el tiempo con la escuela, ¿De verdad no quieres divertirte?, En serio que no he podido olvidar lo de aquella vez.
─¿Divertirse?
─Si, hablo de sexo ─la puerta, la cual había estado entreabierta, se abrió de golpe, mostrando el rostro disgustado de una mujer que, al mismo tiempo, estaba horrorizada.
─¿Qué...? ¿Qué fue lo que dijiste? ─la madre del omega había pasado en el momento más justo de la plática. Había subido para ir por algo a su propia habitación, pero eso, ya no era importante─, ¡Taiki! ─gritó la mujer a su esposo.
En cuando Yamamoto fue descubierto había saltado del susto, corrió en dirección a la mujer y la empujó para hacerse paso, bajando las escaleras se topó con el padre de Yota, pero aún así logró escapar. Jirō huyó sin mirar el camino después de eso.
Dentro de la casa, una madre amorosa envolvía a su hijo en un gran abrazo mientras contaba a su marido las cosas que había escuchado. Preocupados de que aquel alfa hubiera puesto las manos sobre su hijo de manera violenta, acudieron al médico. Donde no se prepararon para recibir semejante noticia.
─Su hijo es un omega.
─¿Qué? ─preguntó el padre con una sonrisa que decía que esperaba ser engañado.
─Según los análisis de sangre es un omega embarazado, tiene pocas semanas de gestación.
Los Shinseki son betas que siempre habían llevado una vida "normal". Un matrimonio normal con amistades normales debería de haber tenido un hijo normal, del cual se esperarían cosas... normales, ¿No es así?

Esas expectativas normales se derrumbaron.

Se reusaron a creer lo que era evidentemente cierto. Habían acudido a innumerables hospitales para confirmar aquello que no querían aceptar, pero todos y cada uno de esos hombres con bata blanca les decían exactamente lo mismo: embarazo.
No hicieron frente a Yamamoto, no querían extraños rumores corriendo en el pueblo. Ya era lo suficientemente vergonzoso tener a un hijo omega, que estuviera embarazado solo alimentaba esa desdicha. El silencio era la mejor forma de llevar el asunto, pero, no por mucho tiempo.
Era una suerte que los estudiantes estuvieran en vacaciones de invierno, al menos, si el estómago del niño crecía estaría encerrado en su habitación, evitando que las burlas llegaran a sus padres, evitando que fuera visto como un niño promiscuo, y eliminando cualquier rumor que pudiera manchar el honor de los Shinseki.
Aunque sí que los padres habían pensado en evitar el desarrollo del bebé en el vientre de su hijo, pero, ¿Y después?, ¿Después que? no podían quitarle a Yota su segundo género. Ese era el problema que más atormentaba al matrimonio, y para eso, se les ocurrió una brillante solución.
Era la mañana de un veinticinco de diciembre, Yota cumplía los catorce años y también era navidad.
Como era costumbre, los padres del omega solían preparar una gran y divertida celebración.
El chiquillo bajo de las escaleras, ya deseaba ver el árbol de navidad brillando, con los regalos resaltando en alegres colores. Imaginó el olor del chocolate caliente que su madre preparaba ese día, quería tener, por fin, un día felíz. Pero había un gran problema, no había nada como eso.
Se frenó en el penúltimo escalón esperando una explicación de su progenitora.
─¿No hay obsequios este año? ─preguntó el niño. Y es que solía tener uno por navidad y otro por su cumpleaños.
Su madre, quien había estado ocupada fregando el piso, le contesto de mala manera:
─No. Vuelve a tu cuarto, ¿Qué haces aquí?
─Quería saber si podíamos abrir los regalos juntos ─Yota caminó en dirección a la mujer, y le sonría mientras preguntaba─: ¿Por qué no habrá regalos este año?, ¿Acaso no hay dinero?... Tengo dinero en mi... ─a la señora de la casa le molestaba ese sonido, así que lo calló dándole un fuerte golpe en la mejilla. El problema era que esa voz era chillona, aguda, frágil, su problema se debía a que se trataba de la voz de un omega.
─Silencio ─ordenó─, ya cierra esa boca de omega sucia. Eres un estorbo. Vete. Vete de aquí.
─Madre... ─al chiquillo sí que le dolió, pero aguanto las ganas de llorar.
─Ino ─en ese mismo momento el padre llegó y asintió en dirección a su mujer. Traía puesto un abrigo grueso ya que estaba nevando afuera.
─Claro ─murmuró la beta, luego sonrió débilmente y─: Haremos un viaje por navidad ─apresurada subió las escaleras para preparar las cosas que necesitarían en el camino.
El hombre suspiro con cansancio y miró al omega:
─Cambia tu pijama, niño. Hay un lugar que este viejo te quiere enseñar ─Yota tenía una sensación extraña, pero no se lo pensó mucho después de que vio a su padre tomar una botella de sake de arriba de la repisa.
Luego de eso el adolescente corrió escaleras arriba para ponerse un conjunto deportivo y unos tenis blancos.
Todos estaban apresurados preparando las cosas, así que fue rápido tomar el auto y salir rumbo a la carretera.
El paisaje era hermoso pero no lo suficiente para mantenerse despierto, es por eso que de vez en cuando el matrimonio se encargaba de mantener despierto a su hijo cantando o contándole historias divertidas.
Cuando por fin llegaron a su destino el chiquillo estaba maravillado. Era un lugar donde los jóvenes solían jugar videojuegos.
Estaba emocionado, pero también confundido, pues había cosas desconocidas, y es que el pueblo natal de Yota era todavía muy rural, lleno de gente reservada que apenas y conocía una computadora.
─¿Puedo ir a jugar? ─luego de recibir una respuesta afirmativa, su madre le entrego una bolsa que había preparado para él.
─Es tu mochila de la suerte ─le informó con una mirada apagada─. Se un buen niño y no la pierdas de vista, ¿De acuerdo? ─el chico asintió─, ahora ─y luego le tendió una caja pequeña blanca─, este es tu regalo de cumpleaños. Debes abrirla con nosotros así que cuando termines de divertirte podrás ver que hay dentro ─la mujer le acarició la mejilla suavemente y le ofreció un poco de dinero─: Gasta todo en las máquinas. Ve a jugar. Puedes demorar el tiempo que quieras. Estaremos esperándote ─después de que Yota recibiera la caja, la beta se limpió las manos con un pañuelo que guardaba en su chamarra─. Ve a jugar ─en cuanto el omega se echó a correr, la madre no pudo evitar sonreír con maldad, sus ojos estaban muertos pero se sintió liberada.
No sintió ni un poco de remordimiento cuando camino de regreso al coche, donde su esposo ya la esperaba, para poder regresar a casa.

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