CAPITULO VIII. VEINTICINCO DOMINGOS Y UNA CITA

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Era otro domingo más sin la visita del atractivo alfa que acostumbraba a visitar a su padre cada domingo, ¿Cuántos habían sido ya?
─Veinticinco domingos ─Yota se inclinó sobre la mesa─. Veinticinco domingos ─repitió. No se lo decía a nadie, porque no había ser humano a los alrededores, más bien, se lo decía a sí mismo─. Y ningún mensaje ─descansó todo su rostro sobre la mesa, derrotado.
Desde hace tiempo que observaba el teléfono celular desde la lejanía, suspiró, se levantó y con gran determinación se dirigió hacia el refrigerador.
─Ya hace un tiempo desde la última vez que hice Tamagoyaki ─sonreía mientras sacaba el huevo y los típicos tomates cherry que caracterizaban muy bien a la gastronomía nipona─. ¿Será bueno incluir cebollín?
El seguía hablando de comida, pero sus ojos no prestaban tanta atención, pues tenía la vista sobre el pequeño objeto que había estado observando desde hace ya un buen rato. El omega parecía un conductor de cocina frente a las cámaras narrando el proceso de su platillo, tal como lo haría un chef en un programa dedicado a las jefas de familia, todo esto solo para tratar de perder el interés en su teléfono celular. Pero tampoco le es de gran ayuda─. Mientras se mezcla el huevo, entonces agregas azúcar y sal, es solo una pizca de cada una. Pero evita batir porque no queremos un huevo esponjoso ─ahí estaba, hablando consigo mismo.

+.+

─Veinticinco domingos ─el presidente por fin había podido tomar un buen descanso después de lo ocurrido con su proyecto, sin embrago, en lugar de lucir animado y festejar, este hombre estaba acabado, aún es guapo, pero ahora, está agotado─. Veinticinco domingos ─repitió con la misma voz gélida.
─¿Deberíamos pedir pizza? ─preguntó el secretario tocándose la barbilla con la mano─. ¿Comida china?
─Veinticinco do... ─empezó de nuevo pero...
─Pretendía no escuchar, pero te estás volviendo molesto ─lo interrumpió─. ¿Qué es lo que pasa? ─en cuanto el alfa sonrió complacido, Hatoyama se arrepintió─. No. En realidad no me interesa para nada. Pediré la comida, ¿Si?, te dejaré...
─Veinticinco domingos sin ninguna noticia sobre Yota, ¿Quizás no he llamado su interés en absoluto?
─Ajá ─era una batalla perdida, lo único que quedaba era portarse como un buen amigo y escuchar.
─Estuve ocupado por el trabajo así que pensé que preguntaría sobre los avances o... sobre mí ─algo inquietaba el corazón del alfa. Era un vacío. No estaba enfadado, estaba decaído─. ¿Quizás no soy de gusto?
─¿Quizás?, Eres bastante parecido pero puede que le resulte exagerado.
─¿Sí?
─Cuando una persona tiene interés se nota, y cuando no tiene interés se nota aún más. Al menos eso es lo que dicen. En resumen: si tú eres el que lo busca pero él no a ti, entonces es bastante evidente el pronóstico amoroso ─<<Ahora que lo pienso, ¿Quién se fija en ese tipo de cosas?, Ni siquiera debería de estar dando consejos. No tengo ninguna experiencia>>, pensó otro soldado que jamás había experimentado el amor.
─Tampoco he tratado de contactarlo.
─Pues intenta mandar un mensaje tú primero ─el chico se levantó y fue hacia el teléfono de la oficina. <<Es tan fácil>>, se dijo Tarō.
─No lo haré, si tiene interés... Esperaré a que él lo haga primero ─al otro lado de la enorme oficina el secretario suspiró mientras marcaba en el teléfono el número de la pizzería de la esquina.
─Eso es tan malditamente ridículo. Solo piénsalo, ¿Qué pasa si ese chico está esperando lo mismo? a que seas tú el que decida contactarlo, ¿Qué pasa entonces?
─tenía el móvil entre la oreja y el hombro cuando escuchó:
─Solo hay que tener paciencia.
<<Vaya, idiota orgulloso>>, pensó el chico hambriento.

"Buenas noches. Pizzería italiana, ¿En qué puedo servirle?"

+.+

Paso el tan inquietante lunes, el sencillo martes, el brillante miércoles, el tan esperado jueves y finalmente el bendito viernes.
Los viernes siempre son esperados por todos, es obvio, pues da comienzo al maravilloso fin de semana. Pero lo que más alivia a las personas es que al día siguiente puedes levantarte a la hora que desees. Excepto por Shinseki, quien estaba, de nuevo, en la cocina. Está preparando una saludable ensalada con rapidez, agregando todo tipo de verduras y colocando un poco de aceite de oliva. Es sábado, pero varios trabajan.
─Sí, ahora dáselo a la mesera ─por fortuna el hospital ha tenido solicitudes de personas en busca de empleo, así que ahora mismo las vacantes están llenas. Pero tampoco es tan bueno, Yota, como ayudante de chef, esta vez solo hace lo que le corresponde y no puede subir a saludar a los pacientes, (aunque debería de ser bueno, ¿Cierto?). Ya habían sido varios días en los cuales no había podido ver a Ichiro y eso estaba preocupándole, es decir, son amigos, pero más que eso no puede asegurarse de las visitas de su entrañable alfa, aunque a decir verdad, si un alfa como Kenta llegara al hospital se sabría rápidamente, porque era definitivo que las enfermeras correrían para contarle a todos, pero aun así no podía confiarse, y tampoco habría un intercambio de palabras, después de todo, el omega debía de estar en la cocina, lejos de la habitación privada del viejo padre del joven amo Tanaka.
─¡Apresúrate, Shinseki, hay tres pedidos más! ─Yota, quien había estado soñando con las dificultades de encontrarse con el hijo de su amigo, dio un pequeño brinco y volvió a la plancha. <<De todas maneras, nadie me garantiza que está interesado. Nunca lo ha dicho>>, pensó.
Aún a pesar de ese sentimiento inseguro no podía evitar sentirse ansioso, el instinto le pedía sumergir el rostro en el pecho de ese hombre, y deseaba que alguna parte de su insignificante persona también encendiera el deseo de aquel alfa, y entonces quizás, y solo quizás, podría intentar desprender algunas prendas descuidadamente, para que el miembro del otro le diera placer a su mojada abertura. Después...
<<¡Oh, por Dios!, ¿En qué estoy pensando?>>, el omega se dio un golpe correctivo en el rostro, pero ya era muy tarde, una clara erección se exponía entre su entrepierna. Miró a sus alrededores, nadie parecía prestarle atención, cada uno de los allí presentes estaba bastante ocupado en lo suyo. Uso parte de su uniforme para esconder su "incidente" y salió a pasos cortos de la cocina hacia el baño.
Una vez allí, suspiró de alivio cuando por fin cerró la puerta, pero se sorprendió cuanto tiró del resorte de sus pantalones. No solo su pene estaba erecto, si no que todo su trasero estaba completamente empapado en sus fluidos, la zona comenzó a mojarse tanto que le resultaba incómodo. No se trataba de una simple erección, era su ciclo de calor.
─¿Celo? ─era una desgracia, se había adelantado, además ¿Cómo saldría del baño sin que nadie lo notara? Y es que, no podía llamar a alguien, el teléfono se había quedado en la cocina, en su casillero. Aterrado, el chico decidió hacer lo primero que se le ocurrió.
─Bien... pues... ─metió la mano derecha dentro de sus pantalones. Sujetando su miembro con suavidad, comenzó a mover la mano hacia arriba y hacia abajo de manera rítmica, mientras dulces gemidos salían de su boca. Aceleraba el movimiento de vez en cuando para terminar pronto.
Todo esto le recordaba a sus épocas de adolescencia, hacía mucho que no se veía en la necesidad de masturbarse, desde el momento en que había dado a luz a su hijo simplemente tenia periodos de celo regulares y puntuales. Aunque tampoco era que, en esos tiempos, tuviera tiempo para satisfacerse. Se aseguraba de tomar inhibidores para evitar cualquier anomalía, esto era muy extraño, además de que...
─No puedo ─eyacular nunca le había resultado tan difícil─. Mmm... ─soltó a forma de disgusto─. Demonios ─esta vez se bajó los pantalones hasta las rodillas, alzo la parte superior de su uniforme de cocina hasta el pecho y con vergüenza estiró la mano hasta su trasero. Tanteó y vaciló por unos minutos, pero después ingresó un dedo en su abertura, intentando que llegara algo profundo, masajeó por un tiempo y luego ingresó un segundo dedo, entonces su mente se llenó de una voz varonil.
"¿Al menos puedo tener tu número telefónico?", recordó. Aquella vez Kenta le había pedido su número de celular en el estacionamiento del supermercado.
"Yota", ahora pensaba en las veces en las que le había escuchado pronunciar su nombre. Deseaba escuchar su nombre en los labios de ese joven amo.
─Ah ─gimió─. Ah, jo-joven... ─se mordió los labios intentando callarse la palabra que su boca deseaba mencionar.
"Yota", y una vez más.
La imagen de ese presidente estaba en su mente. Tanaka es un hombre caballeroso, amable, y atractivo. Los trajes que suele vestir dejan al descubierto su cuerpo perfecto, se preocupaba por todos, quizás tenía una actitud tosca con su padre, pero, en el fondo, le tenía cariño, eso podía saberlo Shinseki en los ojos del alfa.
─Kenta ─mencionó, y de inmediato cayó al suelo. Su cuerpo aún se sentía caliente y quería ser llenado con los fluidos reales del verdadero Tanaka Kenta, era una necesidad que le llevó a perder por completo la conciencia.
Su vista se volvió borrosa, intento calmar la calentura que envolvía su cuerpo dirigiendo la mano de nuevo a su lindo y redondo trasero pero, esta vez, ya no lo logró, pues había un sueño al cual resultaba imposible resistirse.

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