CAPITULO XI. EDAD Y AUTORIDAD

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Habían pasado tres días desde entonces, así que, de nuevo, es viernes, y Eustace había tomado sus cosas para poder marcharse a casa después de acudir al club de natación que tomaba después de la escuela. No es que ame la natación, pero tampoco la odia. El entrenador lo había convencido de inscribirse después de que en clase de deportes el beta nadara a una gran velocidad, había insistido tanto que, bueno, eventualmente, el chico aceptó, además tenía tiempo libre.
─Buen trabajo ─se decían unos a otros.
─Buen trabajo, Shinseki─sus compañeros de clase también eran amables con él.
─Buen trabajo ─y él devolvía esa amabilidad.
─Nos vemos el lunes. Ten un buen fin de semana ─ellos se iban sin intentar entablar amistad con el chico, y eso al beta le gustaba.
En su antigua escuela las personas, con tan solo una primera impresión, se acercaban a Eustace para intentar ser grandes amigos del gran alfa que aparentaba ser pero, en cuanto el joven admitía no ser un alfa, esos "amigos" lo llamaban mentiroso y lo apartaban del resto. Él no tenía dinero y mucho menos era un alfa, así que esa clase de estudiantes encontraban diversión en discriminar a los que parecían vulnerables, es por eso que el adolescente prefería ser ignorado a llamar la atención en aquellas escuelas de prestigio, que por cierto, muy pocas veces era de esa manera, ya que cuando llegaban aquellos comentarios hirientes Eustace se limitaba a alzar la cabeza, borraba cualquier brillo en sus ojos, y miraba al que parecía ser el cabecilla del grupo, sin fulminar, solo permanecía con una expresión que decían que no le importaba en absoluto lo que dijeran, porque después de todo aquellos comentarios lo tenían sin cuidado, miraba y no decía nada, tal vez se sentían intimidados, quien sabe, pero se rendían al instante, al día siguiente volvían a intentarlo, y al siguiente después de eso, ya era algo repetitivo, así que se había convertido en toda una costumbre.
Pero por otra parte, ese rostro nunca tuvo que mostrarlo en su nueva escuela. El primer día de clases un chico se acercó.
─Mi nombre es Tomoya.
─No ─el muchacho negó en ese instante y nadie más volvió a acercarse. Pero no se lo tomaron a mal, entendieron que ya tenía un grupo─. Me gusta estar solo.
─Entiendo ─y eso había sido todo.
Éste beta le había dicho a su madre que no pasara por él después de la escuela, había mentido diciéndole que saldría con sus amigos después del club, pero lo que planeaba en verdad era conseguir un empleo de medio tiempo. Sentía que tenía que ayudar a Yota con los gastos de la casa aún cuando no se lo pedían.
─¿Debería ir a ese restaurante de ramen? ─pues él pasaba por un restaurante de camino a la escuela. Esta mañana había visto un: "se solicita empleado de medio tiempo", escrito en lo alto sobre una cartulina fluorescente.
Se encamino hacia allí.

+.+

─Lo siento, pero no ─Eustace acababa de rogar por el puesto.
─¿Mayor de edad? ─se dijo cuándo el dueño lo echó fuera─. Que estupidez ─después de eso se dispuso a caminar sin rumbo.
Cada vez que le negaban el trabajo tachaba los lugares que había escrito en su lista.

+.+

─A este paso no conseguiré ninguno ─suspiró y alzó la vista a los alrededores. Ya había caminado por tanto tiempo que tardó en darse cuenta que estaba delante de una calle que no había visto jamás. Comenzó a ponerse nervioso─. De acuerdo, calma ─miró hacía adelante una vez más─. Vamos a seguir la lista de nuevo, pero iniciando por aquí ─miró sus notas y regresó por el camino por donde había pasado, pero en ese momento un fuerte viento sopló con gran fuerza y el papel voló hacia el otro lado de la calle, después más lejos, y más lejos hasta que se perdió. Era igual a una cruel broma de la vida, ¿En qué clase de historia estaba? El mapa de regreso a casa se había marchado.
Una vez más el joven miró hacia todas partes, ya había pensado que buscaría a un policía, quizás hasta podrían darle un mapa de referencia, era un chico inteligente.
Se encaminaba a un uniformado cuando escucho un pitido. Un auto negro reluciente llamó la atención de todos. El auto volvió a pitar y solo cuando una de las ventanas de los asientos traseros bajo, Eustace pudo visualizar un rostro familiar. Aquel auto se estacionó y un hombre imponente bajo, después le siguieron tres hombres que estaban cuidando su espalda.
─Eustace ─era él, la cita de su madre.
─Kenta ─la sonrisa del alfa se mostró.
─¿Qué haces por aquí? ─los guardaespaldas, que siguieron al presidente de BBS, hicieron sentir al joven muy tímido─. ¿Está tu madre por aquí también? ─el director se pasó la mano por sus definidos rizos, y también pasó sus ojos por los transeúntes.

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